Las mil y una máquinas de escribir de los Sirvent

Mónica Pérez Vilar
Mónica P. Vilar REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Mónica P. Vilar / Daniel Portela

Cinco hermanos atesoran en Vigo una de las colecciones más importantes del mundo de este objeto

04 sep 2017 . Actualizado a las 20:33 h.

¿Pueden cinco hermanos trabajar juntos toda la vida y, por si fuera poco, compartir la misma afición? Sí, si su apellido es Sirvent. Luis, Alfredo, Ricardo, Juan y José son los hijos de Alfredo Sirvent Colomina. A él le deben su trayectoria laboral y también su amor por un objeto de culto: la máquina de escribir.

«Nuestro padre trabajó en la firma Underwood. Luego, en 1940, abrió en Vigo su propio negocio de reparación de máquinas, que acabaría por extenderse a la venta, el alquiler e incluso las clases de mecanografía. Y todos los hermanos fuimos incorporándonos al negocio familiar» explica Luis.

Sirvent padre fue guardando muchas de las máquinas que sus clientes le entregaban. Cuando falleció en 1994 en su almacén se acumulaban unas 800. «Fue entonces, como homenaje a él, cuando decidimos recuperar algunas. Al ver el resultado de esas restauraciones nos emocionamos. Ahí surgió el germen del coleccionismo».

Hoy esta familia viguesa acumula 4.000 piezas. «3.000 ya están listas para exponer y en torno al 95% funcionan y se puede escribir con ellas» aclara Alfredo que mira con arrobo algunas de las piezas de su colección.

Su favorita es la Victoria, la primera máquina de escribir fabricada en España. Corría el año 1915 cuando llegó al mercado este aparato bautizado en honor a la reina Victoria Eugenia de Battenberg. La de los Sirvent es la única pieza conocida de este modelo. Pero poseen más exclusivas. Incluso prototipos que nunca llegaron a fabricarse, como el diseñado por la compañía española Atlántida en 1958 para competir con los modelos ingleses y franceses.

El resultado fue un armatoste tan poco adaptado a su época que nunca salió al mercado.

Una subasta de máquinas en Colonia (Alemania) fue el primer contacto de los hermanos con el coleccionismo profesional. Desde entonces han sido muchos los kilómetros recorridos en busca de joyas. Claro que Internet ha cambiado las cosas. «Antes había toda una historia detrás de cada compra: enterarse de dónde estaba la máquina, conocer a la persona, mandar fotografías, el viaje… Ahora es mucho más simple. Teniendo dinero, el coleccionismo se hace bastante rápido» explica con nostalgia Luis, que puntualiza «de todos modos, en Internet no suelen aparecer máquinas exclusivas, es difícil que aparezca una pieza realmente interesante». Así que la emoción de la búsqueda se mantiene. «Yo estuve 15 días sin dormir esperando a que me llegara esta» cuenta Alfredo refiriéndose a una espectacular Crandall-New Model de 1884. «Tenía que llegarme desde California. Es una pieza maravillosa, con incrustaciones de madreperla y oro. Además ya se podía cambiar el tipo de letra ¡en 1884! Aunque no es de los modelos más escasos es uno de los más deseados por los coleccionistas».

A salvo de los «hackers»

Los Sirvent están claramente enamorados, pero el suyo no es un amor irracional. «La máquina de escribir está llena de historia. Incluso amplió las oportunidades laborales de las mujeres abriéndoles el mundo de las oficinas» defiende Alfredo. «Tiene un indudable componente estético y ha sido la herramienta de trabajo de grandes escritores» añade Luis. Incluso le aventuran un posible renacer como modo de comunicación más seguro en una época donde ningún documento informático parece a salvo de los hackers.