Un iceberg 60 veces mayor que Vigo se desgaja de la Antártida y va a la deriva

Raúl Romar García
r. romar REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

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Las rupturas de grandes masas de hielo son cada vez más frecuentes y lo serán aún más en el futuro

05 abr 2019 . Actualizado a las 20:14 h.

Navegar en aguas antárticas es una operación de riesgo. Es hasta cierto punto habitual que los barcos se topen con grandes iceberg flotando a la deriva que aparecen entre la niebla y que los buques esquivan con dificultad. José Mora Bermúdez, biólogo de la Universidade de Santiago y con cinco años de investigación en el continente blanco, lo sabe bien. «Nos hemos encontrado -dice- con témpanos que eran auténticos monstruos». Pero ninguno con la masa enorme que se acaba de desprender del mar helado conocido como la plataforma Larsen C, situado en el borde oriental de la península antártica. Con 175 kilómetros de largo, un volumen estimado de mil millones de toneladas y una superficie de casi 6.000 kilómetros cuadrados, ocupa un área sesenta veces mayor que la ciudad de Vigo y es un poco más grande que la provincia de Pontevedra. Es un gigante a la deriva, pero no el mayor de la historia, ni siquiera el de más volumen de los últimos años. Aunque sí es un síntoma que revela que este tipo de sucesos se están convirtiendo en cada vez más frecuentes.

«No, no es el mayor episodio de este tipo que haya ocurrido, pero tampoco es un desprendimiento cualquiera. Es un suceso preocupante, porque crea inestabilidad en la plataforma marina, que se ve amenazada con nuevos resquebrajamientos», explica el geólogo pontés Jerónimo López, expresidente del Comité Científico Internacional para la Investigación en la Antártida y experto conocedor del continente. Por un lado, la masa helada que aún permanece fija se queda sin el frente que lo protege de la acción del mar y, por otro, deja de actuar como un tapón para el hielo que fluye del continente por el deshielo. «Se acelera el flujo de los glaciares que hay detrás, situados en el continente, lo que sí tiene consecuencias para el incremento del nivel del mar», apunta López. La masa que ahora se acaba de desprender, pese a su enorme magnitud, no tiene ningún efecto en este aumento, ya que el hielo desprendido estaba a flote en el océano, pero otra cosa muy distinta es si se encuentra por encima de la superficie terrestre.

JOHN SONNTAG | AFP

López asegura que los desprendimientos masivos del hielo que se encuentra en el borde continental se han vuelto más frecuentes en los últimos treinta años y que en el futuro lo serán aún más. Pero duda de quién es el verdadero culpable de la situación. «Es verdad que a medida que avance el cambio climático nos encontremos con un escenario más preocupante, pero ahora mismo no podemos relacionar este u otros sucesos aislados con el calentamiento global. Necesitamos más tiempo». Y advierte que las plataformas de hielo «se rompen por su propia dinámica». En una línea parecida se pronunció Martin O'Leary, que se encargó del seguimiento de la rotura de la placa en los últimos meses desde la universidad británica de Swansea. «Aunque se trata de un fenómeno natural -comenta-, y no tenemos constancia de vínculo alguno directo con el cambio climático, la brusca separación coloca a la plataforma de hielo en una situación muy vulnerable».

La alerta roja del planeta

José Mora también mantiene la incertidumbre. «Toda la vida -apunta- ha habido roturas en las placas de hielo y las seguirá habiendo. Pero, ¿estamos ahora en una etapa de regresión glaciar? No lo se», responde.

Mariano Lastra, investigador en la Universidad de Vigo y con siete campañas en la Antártida a sus espaldas, tampoco se atreve a establecer una relación directa, aunque sí cree que las evidencias que se acumulan son cada vez mayores. «Aún no tenemos -dice- registros suficientes para afirmar que existe una relación directa con el cambio climático, pero todo apunta a que sí. Está ocurriendo en la península, que es la zona más vulnerable de la Antártida y en la que más han subido las temperaturas y es bastante probable que estos grandes desprendimientos, que ahora pueden ser excepcionales, en el futuro dejen de serlo y ocurran con una mayor frecuencia».

Un poco más claro lo tiene Paul Johnston, director de la Unidad Científica de Greenpeace Internacional. «El deshielo de la Antártida -asegura- es la alerta roja del planeta sobre los peligros del cambio climático. El desprendimiento de este iceberg es el tercero de los últimos años, probablemente una señal del impacto global del cambio climático y de la necesidad urgente de implementar el acuerdo de París».

«B-15», el mayor de los gigantes

La mayor amenaza de la ruptura de la plataforma será para los barcos que navegan en la zona. El tráfico ahora es escaso, ya que en el continente es invierno, pero en el verano es cada vez más habitual la visita de cruceros turísticos. De momento, la masa es estable, pero podría colapsar en unos años y desintegrarse en fragmentos más pequeños que sí supondrían un riesgo para la navegación. El mayor gigante de hielo que hasta el momento se ha desprendido del borde antártico es el B-15, desgajado del mar de Ross en el 2000. Tenía 11.000 metros cuadrados. De la plataforma Larsen C, la misma que ahora se fragmentó, salió un bloque de 9.000 kilómetros en 1986.