Son la principal causa de adicción al juego en jóvenes, quienes se inician antes de los 15 años. Los expertos piden que su publicidad se regule de manera similar al tabaco y al alcohol
14 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.Entrar en un bar, tomarse una caña con los amigos y hacer una apuesta sobre el resultado del partido que se va a jugar en una hora puede resultar una actividad de lo más inocente. Si esa cerveza se convierte en cuatro o cinco al día, el inocente y agradable rato se convertirá en problema. Al igual que si esa apuesta se multiplica y el dinero empieza a desaparecer a espuertas y todo se limita a jugar. Ambas adicciones, una con sustancia y otra sin ella, suponen un peligro para quien las sufre, pero las precauciones que se toman para atajar estos problemas no son ni parecidas.
Las apuestas deportivas continúan siendo la modalidad dentro de la industria del juego que más crece en España, con 1,8 millones de jugadores registrados en el 2016 (el 5,1 % de la población adulta), de los que la mitad tienen menos de 35 años. En Galicia, según explican los expertos, cada vez son más los jóvenes que se ven animados a iniciarse en una práctica que puede resultar muy peligrosa, sobre todo por la edad a la que comienzan a apostar: antes de los 15 años. Por eso, las asociaciones gallegas contra la ludopatía exigen que la legislación de la publicidad de juegos de azar se regule de manera tan estricta como se hace con el alcohol o el tabaco.
Bombardeo constante
«La acción de jugar se produce cuando tienes disponibilidad para hacerlo. La conducta se relaciona con el deseo y solo se tienen que dar dos condicionantes para empezar: uno externo, que sería el ambiente que te rodea y uno interno, las ganas de jugar. La provocación puede ser muy dañina si en una retransmisión deportiva te bombardean con anuncios de casas de apuestas y premios muy elevados», explica Javier González, presidente de grupo de autoayuda ludópata Galup, de Pontevedra. Las cifras dan la razón a este experto, y es que, según ha puesto de manifiesto el Consejo Audiovisual de Cataluña, estos anuncios pueden llegar a copar el 45,5 % del total de la publicidad en una retransmisión deportiva en televisión, como sucedió en el partido entre el Real Madrid-Celta, emitido el 27 de agosto del pasado año. Por otro lado, los bonos de juego -con cuantías que pueden alcanzar los 1.200 euros- es uno de los mayores incentivos para retener a los nuevos usuarios, ya que suele hacer falta jugar varias partidas para poder utilizarlos.
Las consecuencias derivadas de una adicción al juego «pasan por dejar de lado el resto de tu vida, el ocio, las amistades... y la merma económica que supone, pues destroza a una familia y pueden provocar en el jugador trastornos de depresión, estrés o ansiedad», relata el psicólogo Manuel Lage. Por ello, este experto no comprende que no se proteja a los menores frente a este problema. «Está más que demostrado que el juego tiene perjuicios y las normas no pueden ser tan permisivas», afirma. Sobre todo, añade, porque «con una cantidad mínima de dinero ya se puede apostar, lo que lo hace accesible para todos los jóvenes. Así que, mientras esto no mejore solo se puede esperar que no ganen ninguna apuesta, que es lo peor para un jugador: la ambición humana pasa mucha factura».
La Ley de Comunicación Audiovisual especifica que «los programas dedicados a juegos de azar y apuestas solo pueden emitirse entre la 1 y las 5 de la mañana». Sin embargo, la laxitud se impone en relación a la publicidad, ya que no se contempla limitación alguna en este ámbito. Algo similar ocurre si se consulta la Ley del Juego. En este caso, «no existe un reglamento integrado para controlar los horarios y mensajes de este tipo de publicidad», expone la Asociación Gallega de Jugadores Anónimos (Agaja). Todo lo contrario a lo que sucede con la publicidad del tabaco, prohibida desde el 2005 en los medios de comunicación, o el alcohol, sobre el que la Ley General de Publicidad es clara: se impide que se promocionen bebidas con una graduación alcohólica superior a 20 grados.
«La camiseta de un futbolista no puede mezclar el deporte con una lacra social»
En julio del pasado año, el Barça mostraba su nueva camiseta, el símbolo más visible de su nuevo acuerdo con Betfair. En la parte dorsal de la prenda, que verían millones de seguidores de todo el mundo, convivían el logo de la casa de apuestas con el de Unicef. Curioso tándem si se tiene en cuenta que una entidad fomenta un hábito por el que muchos jóvenes acaban perdiendo el control y la otra lucha por defender los derechos de los niños.
Desde hace algunos años, lo más habitual es ver en estadios vallas publicitarias que incitan al juego con imágenes de futbolistas - «ricos, jóvenes, guapos, deportistas e ídolos de menores, ese es problema», asegura el psicólogo Manuel Lage- portando en sus camisetas el nombre de diferentes casas de apuestas. «Es algo totalmente impertinente. Se mezcla el deporte con una lacra social como la ludopatía», afirma Javier González, de Galup. Y puntualiza: «Hay mucha gente que no ve la diferencia, pero da igual a qué se enganche uno, todo puede convertirse en peligroso; de hecho, quien empieza apostando en partidos es posible que acabe jugando a las tragaperras, e igual no se lo había planteado antes».