¿Qué sucedió realmente en Fátima hace cien años?

M.V.

SOCIEDAD

PAULO NOVAIS | efe

El papa Francisco peregrina este fin de semana al santuario portugués para celebrar el centenario de las apariciones de la Virgen María

10 may 2017 . Actualizado a las 16:03 h.

El 13 de mayo de 1917, después de misa, Lucía dos Santos -de 10 años de edad- y sus primos Jacinta y Francisco -de 7 y 8- llevaron a sus ovejas hasta Cova de Iria, a dos kilómetros de Fátima, una remota aldea de las colinas del centro de Portugal. Merendaron, rezaron, jugaron durante un rato. Pero un relámpago interrumpió la diversión. Los pastores niños reunieron el rebaño y decidieron poner rumbo a casa. El cielo se iluminó una segunda vez y, tras el estallido, apareció sobre una encina «una Señora vestida de blanco, más brillante que el Sol, esparciendo luz más clara e intensa que un vaso de cristal lleno de agua cristalina atravesado por los rayos de sol más ardientes». Un manto con bordes dorados cubría a la Virgen; en sus manos, un Rosario. Les pidió que volviesen el día 13 de cada mes, a la misma hora, durante los siguientes cinco meses

Regresaron, tal y como se les había solicitado, 31 días más tarde, el 13 de junio, acompañados de un numeroso grupo de curiosos. «Quería pedirle que nos llevara al Cielo», pidió esta segunda vez Lucía. «Sí; a Jacinta y a Francisco me los llevo en breve -le respondió la Virgen María-. Pero tú quedas aquí algún tiempo más. Jesús quiere servirse de ti para hacerme conocer y amar». Las predicciones se hicieron realidad: Francisco falleció dos años después, en 1919. Jacinta, en 1920. Lucía dos Santos vivió hasta el 13 de febrero del 2005.

Hubo otras cuatro apariciones más en Fátima, donde hoy se levanta un frecuentado santuario al que peregrinan cada año más de cinco millones de creyentes. La tercera fue la más reveladora. Según el testimonio de los pequeños, la Virgen les confió el conocido como «secreto de Fátima», tres profecías que la Iglesia hizo públicas a cuentagotas: las dos primeras, en 1941; la tercera, en junio del año 2000.

Las tres profecías de la tercera aparición

La primera confidencia versaba sobre el infierno, que la Virgen mostró ante los ojos de los tres niños. «Vimos como un mar de fuego y, sumergidos en ese fuego, los demonios y las almas como si fuesen brasas transparentes y negras o bronceadas, pero con forma humana, fluctuaban en el incendio -describió Lucía-. Llevados por las llamas que de ellos mismos salían juntamente con horribles nubes de humo, flotaban en aquel fuego y caían por todos lados, igual que las pavesas en los grandes incendios, sin peso ni equilibrio, entre gritos y gemidos de dolor y desesperación que horrorizaban y hacían estremecer de pavor. Los demonios se distinguían por formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero transparentes como negros carbones en brasa». 

Esta visión duró solo un instante. «Visteis el infierno donde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlos Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón», les instruyó a continuación la Virgen. Su segunda revelación fue así una serie de preceptos para salvar almas y convertir el mundo al cristianismo. Avanzó la aparición, según el relato de Lucía dos Santos, el final de la guerra que entonces asolaba a Europa, pero anunció que en el pontificado de Pío XI comenzaría otra peor: «Dios va a castigar al mundo por sus crímenes, por medio de la guerra, del hambre y de persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre». Pío XI fue relevado por Pío XII en el año 1939. El mismo año arrancó la Segunda Guerra Mundial.

La misma profecía, enunciada el año en el que tuvo lugar la Revolución de Octubre, reclamaba la conversión de Rusia -«Rusia se convertirá y habrá paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia»-. Hubo que esperar más de 70 años, hasta la desintegración de la URSS en 1990, para que se cumpliese la predicción.

Juan Pablo II con sor Lucía
Juan Pablo II con sor Lucía

El tercer secreto fue el más delicado y el más complejo de interpretar. Varios pontífices entendieron que hacía referencia a los peligros que amenazan la fe. Avanzaba, según algunas lecturas, el intento de asesinato del papa Juan Pablo II -fue él mismo quien finalmente dio a conocer la revelación de la Virgen, en el año 2000- y, hace siete años, Benedicto XVI confesó durante una visita a Portugal que la aparición mariana alertaba también sobre los abusos sexuales a niños por parte de sacerdotes. Así lo relató Lucía dos Santos en sus memorias:

«Y vimos, en una luz inmensa que es Dios, algo semejante a como se ven las personas en un espejo cuando le pasa por delante un Obispo vestido de Blanco; tuvimos el presentimiento de que era el Santo Padre. Varios otros Obispos sacerdotes, religiosos y religiosas subir una escabrosa montaña, en lo alto de la cual estaba una gran Cruz de troncos toscos, como si fueran de corcho con la cáscara; el Santo Padre, antes de llegar ahí, atravesó una gran ciudad medio en ruinas, y medio tambaleante, con andar vacilante, desconsolado de dolor y pena, iba orando por las almas de los cadáveres que se encontraba por el camino; llegando a lo alto del monte, postrado de rodillas a los pies de la gran Cruz, fue asesinado por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros y flechas, y así mismo fueron muriendo unos tras otros los Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas y varias personas seglares, caballeros y señoras de varias clases y posiciones».

El «milagro del Sol»

Llovía torrecialmente. Entre 50.000 y 70.000 personas esperaban en Cova da Iria la que sería la última aparición en Fátima, el 13 de octubre de 1917, cuando se produjo un fenómeno meteorológico raro, descrito como «el milagro del Sol». El astro comenzó a dar vueltas en el cielo a velocidad de vértigo. Tembló. Algunos dijeron que el aire se hizo más cálido en ese instante. Previamente, la Virgen le había pedido a Lucía que se construyese allí mismo una capilla, hoy hecha santuario mundial.

La devoción a Nuestra Señora de Fátima, que la Iglesia no autorizó oficialmente hasta 1930, ha estado marcada por intensas manifestaciones de fe. Para expiar los pecados o agradecer a la Virgen la ayuda prestada a los fieles con problemas de salud, amor o dinero, numerosos peregrinos caminan hasta Fátima días y días, algunos recorriendo de rodillas el camino que lleva hasta el lugar concreto de las apariciones.

Este sábado, el papa Francisco presidirá la ceremonia de canonización de dos de los pastores que afirmaron ver a la virgen: Francisco y su hermana pequeña, Jacinta, beatificados por Juan Pablo II en Fátima el 13 de mayo del 2000.