En Galicia hay una enorme desigualdad entre la costa, sobreiluminada, y el interior, donde todavía quedan zonas en las que la noche se mantiene estrellada. Sin embargo, en las ciudades ya es casi imposible observar la Vía Láctea, y el impacto lumínico de sus farolas indiscriminadas es tal que no hay territorios vírgenes, solo espacios menos contaminados. Reducir los puntos de luz, colocarlos solo donde son necesarios y controlar las horas de exposición es fundamental para proteger un patrimonio en peligro de extinción.
Trevinca atrae a un turismo aficionado a la astronomía
El turismo astronómico, selecto y sostenible, interesa a Galicia, y sobre su potencial saben mucho en el municipio ourensano de A Veiga, que hace dos años obtuvo el sello Startlight que lo distingue como uno de los trece destinos mundiales en los que se puede disfrutar de la observación de las estrellas por la limpieza de sus cielos y la escasa contaminación luminosa. Este distintivo que persiguen también las Illas Cíes encendió la luz de las autoridades municipales de un paraje que cuenta entre su patrimonio con la cumbre más alta de Galicia (Pena Trevinca, a 2.124 metros de altura), un observatorio natural que atrae a aficionados a la astronomía de todo el mundo, y que sus gentes han sabido aprovechar. De hecho, las casas de turismo rural se nutren de esos visitantes, y todas ellas disponen de un telescopio que les donó el Concello para que sus clientes puedan reencontrarse con las estrellas.