Rafael Santandreu: «Una mente feliz es una mente de preferencias, no de exigencias»

Ignacio Carballo González
i. carballo SANTIAGO / LA VOZ

SOCIEDAD

Sandra Alonso

El psicólogo y escritor ofrece en su libro «Ser feliz en Alaska» claves del entrenamiento para ser «excepcionalmente fuertes»

04 abr 2017 . Actualizado a las 07:57 h.

Al psicólogo Rafael Santandreu (Barcelona, 1969), el calificativo de autor de superventas de autoayuda se le queda corto. Apela a sus resultados en la psicoterapia como garantía de lo que el lector descubre en sus páginas. Vendió más de un millón de copias de su libro anterior, Las gafas de la felicidad, en el que pretendió que cualquier persona pueda convertirse en su propio psicólogo para superar sus neuras. Estos días presenta en Galicia Ser feliz en Alaska (Grijalbo), que da las claves para que uno mismo sea su «coach» en el entrenamiento para ser «excepcionalmente fuerte».

-Usted basa su método en la psicología cognitiva. ¿La felicidad se aprende?

-La clave de nuestro mundo emocional está en nuestro diálogo interno, en nuestra filosofía personal. Ahora pasamos al desarrollo personal, una vez superadas la depresión y la ansiedad, para volvernos excepcionalmente fuertes y ser un modelo para quienes nos rodean.

-¿Y cuáles son las claves de esa filosofía personal?

-Se compone de una serie de preceptos. Por ejemplo, necesitamos muy poco para estar bien, para ser felices. Otro sería que la perfección no existe, y en este universo ni siquiera sería deseable. Otro concepto que la gente aprende es que en nuestro país, parafraseando a Aznar, las cosas van bien, van demasiado bien. Y otro, que nadie necesita a nadie, sin embargo la colaboración es una cosa maravillosa.

-Si nadie necesita a nadie, no será necesario el amor.

-No. Hay sociedades en las que la pareja sentimental no existe. Existe el amor de amante, de amigo, de familia... La relación sentimental de pareja no dura toda la vida. Hay dos problemas: quien no tiene pareja se cree infeliz; y cuando la pareja se rompe y hay que normalizar la situación. Las parejas en libertad tienen el único objetivo de estar bien.

-¿Que las cosas van demasiado bien lo dirá en sentido figurado?

-¿Para qué queremos que España vaya mejor? ¿Para tener 50 pares de zapatos cuando ya tenemos 15? Está sobrevalorado el concepto de eficacia y eso nos vuelve muy locos. ¿Para qué? El mundo civilizado va demasiado bien. Sería deseable que fuese peor y que ganase más el medio ambiente y la salud mental de las personas.

-Pero su teoría dinamita la idea de progreso.

-La idea de que el progreso es siempre bueno, de que es consustancial al bienestar. Es un concepto antinatural. Yo entiendo que es imposible la vuelta a un estado natural, cavernícola, y que el hombre está destinado a acabar con el planeta; esto no me preocupa, porque algún día tiene que ocurrir. Ahora bien, podemos salvarnos individualmente, porque el hombre tiene esa tendencia a la locura. Esto viene de un fallo en nuestra manera de pensar, porque convertimos de forma antinatural deseos en necesidades artificiales. El hombre, a medida que progresa, convierte el progreso en una necesidad absoluta que ya no es satisfactoria. Colectivamente no es posible controlarlo, individualmente sí. Como colectivo, no tenemos remedio.

-¿Cuáles son las peores necesidades que nos hacen infelices?

-La sociedad suele pensar en necesidades materiales, pero las inventadas son peores. Por ejemplo, que me respete todo el mundo todo el tiempo. Eso es imposible que suceda, y si pudiera no te haría feliz, entonces hay que prescindir de ello. Una mente feliz y sana es una mente de preferencias, no de exigencias. La mente del neurótico es una mente de exigencias. Un caso extremo es el hipocondríaco.

-¿Y usted hace feliz a quien se pone en sus manos de terapeuta?

-Sí, y en tres o cuatro meses porque el cambio de chip tiene que ser radical y rápido.

-¿Tres meses para darle la vuelta al sistema de valores?

-Sí. Las únicas cualidades fértiles son la capacidad de amar la vida y a los demás. Esto es lo importante, y no la belleza, la inteligencia, la eficacia o la comodidad, cuatro valores que nos están aniquilando.