Cuando las patatas de tu vecino veas pelar

SOCIEDAD

JOSE MANUEL CASAL

La epidemiología permite anticipar cómo una sociedad se vería afectada por una plaga como la que tiene bajo amenaza a la patata gallega

06 feb 2017 . Actualizado a las 11:48 h.

La psicohistoria es una ciencia inventada por el escritor de ídem-ficción Isaac Asimov en el marco del imperio galáctico en el que transcurre su saga de la Fundación. Se trata de una combinación de historia, psicología y estadística que permite predecir el comportamiento de poblaciones extremadamente grandes de personas.

A la hora de formularla, Asimov aplicó la siguiente analogía: en un gas el movimiento de una sola molécula es muy difícil de predecir, debido a los continuos choques con sus vecinas, pero el comportamiento a escala visible de un gas puede ser predicho con gran exactitud. Así, si se aplicaran cálculos estadísticos a una población lo bastante grande, de miles de millones de personas, se podría predecir su evolución histórica y social global con gran exactitud.

De un modo análogo, la epidemiología sería la ciencia, combinación de historia y epidemiología -esto es, el estudio de cómo los agentes infecciosos inciden en las poblaciones- que permitía anticipar cómo una sociedad se vería afectada por una plaga como la que tiene bajo amenaza a la patata gallega.

Volvamos entonces la vista a la historia. Y concretamente al episodio que relata el reputado antropólogo Brian Fagan en su libro La Pequeña edad de hielo: «Nadie sabe con exactitud cuando se introdujo la patata en Irlanda, pero es probable que fuese durante los últimos 15 años del s. XVI. La patata se adaptaba perfectamente a la humedad y la débil luz solar que predominaban en el clima irlandés. En Irlanda, la prolongada estación de crecimiento, con temperaturas moderadas era ideal para la producción de las patatas; con largos días de verano y un otoño sin heladas. Si bien estas condiciones son habituales en todo el norte de Europa, en Irlanda el clima húmedo favorece especialmente el crecimiento de ese tubérculo. Cuando otros cultivos se perdían las patatas seguían creciendo bajo tierra. Además, son fáciles de cocinar y almacenar, por lo cual constituían el alimento ideal para los campesinos. El cultivo de patatas creció 20 veces en 50 años. Las plantaciones de patatas siguieron conquistando terreno. El último tramo del siglo XVIII fue la época de oro de este cultivo. La patata constituía una parte sustancial de la dieta de los irlandeses y de sus exportaciones».

«Pero la patata como cualquier otro cultivo, es vulnerable a las plagas. El verano de 1845 fue frío, nublado y húmedo, sin duda nada fuera de lo común esos años. Los vientos fríos y húmedos fueron un medio muy adecuado para la propagación eficaz de las esporas del hongo Phytophtora infestans. Con una rapidez espantosa la enfermedad atravesó los campos plantados con patatas. En algunos terrenos, las plantas se pudrían en cuestión de horas. En Irlanda la infección se instaló en plena época de cosecha. El pánico se desató en octubre, cuando millones de tubérculos maduros se pudrieron. En 1845 se perdió el 40% de la producción irlandesa de patatas y la amenaza del hambre fue inmediata. La primavera de 1846 fue fresca y lluviosa, en mayo volvió el calor y hubo menos humedad, lo cual hizo renacer las esperanzas, porque se veía que las plantas crecían con gran vitalidad en los campos. Pero a principios de agosto, dos meses más temprano que el año anterior, llegó la peste y se perdió casi toda la cosecha. 1846 fue catastrófico, sin patatas siquiera para paliar el hambre. Fue inevitable que, de la mano del hambre, llegaran las enfermedades. Las cifras de fallecidos durante la gran hambruna irlandesa no se sabrán jamás. El censo de 1841 registra una población de 8 millones de personas; el de 1851 muestra que el número de habitantes había disminuido a 6 millones. La combinación de un clima impredecible y la dependencia de un cultivo ocasionó la muerte de millones de personas en una Europa que, gracias a la mejora en el sistema de infraestructuras, estaba cada vez menos expuesta al hambre«.

Si concedemos un mínimo crédito a la epidemiohistoria ?y aunque no se lo concedamos- urge tomar las medidas precisas para evitar la expansión de la polilla guatemalteca a las grandes áreas de cultivo antes de que sea demasiado tarde.