Teresa Romero: «He estado muerta, he vuelto a nacer y he tenido que reelaborar toda mi vida»

Dolores Cela Castro
Dolores Cela LUGO / LA VOZ

SOCIEDAD

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La auxiliar de enfermería que sobrevivió al ébola relata ahora con detalle, dos años despues, su calvario en la unidad de aislamiento del hospital madrileño en el que fue ingresada

19 jul 2021 . Actualizado a las 18:19 h.

A Teresa Romero, la primera paciente contagiada con el virus del ébola fuera de África, al que le ganó la batalla, aseguró ayer que, transcurridos algo más de dos años desde que contrajo la enfermedad, no le quedan secuelas físicas. Está, sin embargo, a tratamiento por las psicológicas. «Físicamente no noto nada, pero estoy yendo a terapia y ahí sí noto mejoría». «He estado muerta. He vuelto a nacer y he tenido que reelaborar toda mi vida de nuevo. Me resultaba difícil hacerlo sola. Tuve que buscar ayuda, la encontré y ahora estoy encantada».

Teresa Romero, que estuvo pasando la Nochebuena en la casa de su madre, en Becerreá, efectuó estas declaraciones desde Madrid, poco después de que viera la luz su relato de los recuerdos vividos en octubre del 2014, cuando ingresó en el hospital Carlos III, en el que volvió a trabajar en marzo. Los plasmaron en la revista Enfermería Clínica, junto a un articulo científico firmado por tres especialistas de la Unidad de Aislamiento de Alto Nivel para Enfermedades Altamente Contagiosas del Hospital Universitario La Paz-Carlos III, de Madrid, en el que detallan los cuidados de enfermería prestados a Romero.

Por su habitación pasaron durante los 25 días que estuvo ingresada y aislada, debatiéndose entre la vida y la muerte, 108 personas, que computaron 352 entradas. El 82 % de ellas eran personal de enfermería, según recogieron los autores del estudio.

«No supuso una experiencia liberadora. El motivo por el que escribí -relató la auxiliar de enfermería respecto de su contribución - fue para poder compartirla con mis compañeros». «Ellos -dijo- plasmaron los cuidados de enfermería, por si surge algún caso más y hay que afrontarlo, porque no existía ninguna bibliografía y están abriendo un camino con la experiencia vivida. Yo aporté mis sentimientos como paciente». «Lo que me llevó a escribir -añadió- fue compartir y sacar algo en positivo de la experiencia. Lo redacté en muy poco tiempo y lo publicaron tal y como lo entregué. No cambiaron ni una coma».

La auxiliar de enfermería explicó que, cuando se reunieron para poner en común las partes que habían hecho cada uno, sus compañeros se emocionaron. «Yo no. Como me emocioné tanto en estos dos últimos años, no pude».

Romero empieza su relato el 7 de octubre cuando llegó al Carlos III cubierta con un buzo blanco unos guantes y una capucha que dificultaban su respiración. Ingresó en la habitación 6008, que no pudo abandonar en 25 días y después de sufrir una crisis que hizo temer por su vida.

La auxiliar de enfermería atendió a los dos religiosos repatriados desde Liberia y Sierra Leona, infectados por el virus del ébola. Miguel Pajares y Manuel García Viejo. Ambos fallecieron. Se desconoce en qué momento pudo haberse contagiado.

La superviviente confiesa en su artículo que no pudo evitar en su aislamiento, cuando luchaba desesperadamente con la enfermedad, pensar en los dos religiosos fallecidos. «Me veo en el mismo destino, el pánico se apodera de mí, no quiero dormir, sentía que si lo hacía ya no volvería a despertarme», escribió.

Una de las partes más duras del relato de Teresa Romero es la parte en la que cuenta cómo vivió el momento en el que su situación empeoró, cuando le empezaron a fallar los pulmones y tenía dificultades para respirar. «Supliqué a dos compañeros que me ayudaran a morir», relató. «Tenía a alguien esperándome apoyado en mi hombro -recordó también ayer la auxiliar de enfermería- notaba perfectamente su presencia, mientras me estaba ahogando».

«Pido que el año nuevo me traiga alegría porque he estado muy triste»

Teresa Romero pasó mucho tiempo sin querer hablar abiertamente de la experiencia que había vivido y que la ha marcado. Ayer, después de haber plasmado la experiencia por escrito se mostró mucho más relajada y accesible. No tuvo problema en compartir sus deseos para el 2017, muy alejados de aspectos materiales. «Pido al año nuevo que me traiga alegría porque he estado muy triste», confesó.

La auxiliar de enfermería se permitió bromear cuando se le preguntó las razones por las que no había incluido en su relato para la revista Enfermería Clínica cómo echó de menos el agua de las fuentes de Becerreá durante su largo aislamiento en el Carlos III. «Lo escribí todo tan rápido, que no reparé en ello». Romero declaró públicamente en numerosas ocasiones, la última cuando fue nombrada hija adoptiva de Becerreá, que cuando se encontraba tan enferma soñaba con los manantiales de la localidad.

Detalles sin escribir

La auxiliar de enfermería trata de cerrar este capítulo de su vida, en el que tuvo a miles de personas pendientes de su evolución. Físicamente ya no padece una enfermedad cuyas secuelas arrastró durante muchos meses y de las también que ha conseguido liberarse. No así de las psicológicas que está combatiendo con terapia.

«Quizá me haya dejado muchos detalles sin escribir -confiesa en su contribución a la revista científica- nadie puede imaginar lo que viví en octubre del 2014, exceptuando los supervivientes del ébola».