Se refiere a ropa nueva, sin estrenar y guardada en sus cajas originales con las etiquetas y precios del momento (1.885 pesetas una bata y 400 pesetas un camisón, por ejemplo), porque en la familia, las batas Goa se usaron y se siguen usando. La propia María asegura que tiene una Goa blanca de verano desde hace más de una década y sigue poniéndosela. Y su madre también utiliza otra que no hay manera de que se aje. «Se vendían muy bien porque eran bonitas, estaban hechas de un material muy bueno y tenían un precio asequible», razona.
La pareja no sabe qué hará con el hallazgo. «Me gustaría quedarme con algo de recuerdo y con el resto, ya veremos», indica la mujer, a la espera de acontecimiento. «Creo que Amancio Ortega estaba interesado en recuperar parte de su historia y podemos hablarlo», comenta él, no sin pena, ya que es un coleccionista de libro al que casi se le saltan las lágrimas al recordar cómo un hermano suyo fue regalando su colección de piezas de cuarzo sin su permiso. Al hombre le cautivan decenas de objetos, y a algunos les da salida en el escaparate de la tienda, como unas máquinas de sulfatar del año de la pera que en este momento exhibe tras las lunas. Carlos es famoso en el barrio porque también monta un belén de traca y es uno de los miembros más activos de la comparsa de carnaval de la Travesía, así que no le duelen prendas en calzarse la bata verde de señora, que, según su mujer, ya vino del comercio de su suegra, que también tuvo tienda en el barrio de Teis y les pasó material al cerrar.