«Me gustaría verlos de grandes. Y aunque sea desde el cielo los veré crecer»

Ana Abelenda Vázquez
ana abelenda REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

PACO RODRÍGUEZ

Celebra sus 89 años con una nieta y una bisnieta dando a luz a la vez. «Es una alegría que nunca imaginé», dice

12 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

«Mi familia es muy grande», asegura Natalia Blanco Lema. Como si los hechos no hablasen por sí solos y hubiese que darles la razón. A sus 89 años, que cumplió el 1 de septiembre, la vemos ponerse en pie de un salto, recitar las provincias de las comunidades autónomas de corrido, cantar y bailar. A ella siempre le ha gustado «la música, la música bonita de la vida». Y estos días ha dado la bienvenida a tres. La conocimos sentada de piernas cruzadas, a lo indio, en el hospital. Jugando con algunos de sus bisnietos como una niña más. Natalia fue de las primeras en visitar a Pili y a Ruth, su nieta y su bisnieta, que dieron a luz casi a la vez este fin de semana en el Teresa Herrera de A Coruña. A Venezuela, Canadá y Hong Kong ha llegado ya una historia familiar que reunió en una sola habitación a cinco generaciones. Una historia que empieza con Natalia, la matriarca a la que hace feliz «ver a la familia xuntiña». La tatarabuela de Sofía y Aarón tiene ya 27 bisnietos. «Y si Dios quiere» serán más.

-Siendo tatarabuela, pensar en sus hijos debe de llevarla muy atrás.

-Sí. Porque la primera hija la tuve con 20 años. Ahí empecé. Entonces quería ser millonaria, comprar un barco y tener varones. Pero me tocaron niñas. La primera fue María Luisa, después llegó Carmen, después Digna. Luego los mellizos. Y al morir ellos, vino Pilar. Después Natalia, ¡mi nombre se lo presté a ella! Y al final, Antonia.

-¿Por qué quería varones?

-Porque vivíamos en Muxía y en Muxía se vive del mar. Y como Dios me dio hijas, tuve que venirme a Coruña. Aquí se emplearon. Se enamoraron y cada una hizo su vida. Y son felices.

-Han hecho crecer mucho la familia. ¿Qué es lo mejor que le han dado sus hijas?

-Amor. Cariño... Yo también se lo di a ellas. Esta familia.

-Dice su hija Pilar que usted no deja de viajar a Brasil, que pasa la vida de aquí para allá para ver a su hija pequeña. ¿Aún puede volar, no le afecta el «jet lag»?

-No. Yo lo llevo bien. Soy como un pájaro. Me gusta ir a Brasil porque allí vive mi hija Antonia.

-Es fuerte la unión con las hijas. ¿La relación con los nietos es igual de especial?

-Igual no. A los nietos también los quiero. Me gusta que me quieran. Pero no es igual. Y a algunos yernos los quiero mucho también. Ellos no me riñen [sonríe con ojos chispeantes]. ¿A quién le gusta que le riñan? Debemos darnos cariño. Querernos.

-Es tanto o más traste aún que sus nietos, dicen. ¿Con casi 90 años no se ha cansado de jugar?

-Me gusta. Andar a rastras, darles gusto a los niños, gustarles, que me quieran. Es como una música. La música bonita de la vida me encanta. Si oigo una canción fea, me retiro, si es bonita no dejo de oírla.

-¿Cómo suena la infancia, qué siente al jugar con sus bisnietos?

-Recuerdo cuando era niña. Me gustaba trepar a los árboles. Me enganchaba en un árbol y me lanzaba al otro. Me tiraba al río, subía a los tejados. Son cosas que ya no puedo hacer [ríe].

-Pero a cambio ha visto nacer en dos días a dos bisnietos, Francisco y Javier, y su tataranieta Sofía.

-Es una alegría muy grande, que nunca imaginé. Me gustaría verlos cuando sean grandes. Y aunque sea desde el cielo yo sé que los veré crecer.

Una mujer de la mina que tuvo seis hijas y vio morir a sus mellizos varones

La vida de Natalia recuerda a la película Lobos sucios. Ella fue una mujer de la mina. Trabajó en las explotaciones de wolframio en Merexo, en Muxía. ¿Y cómo hizo para criar a la vez a sus seis hijas? «Dejaba a las pequeñas con las mayores. Y mi marido quedaba a veces en casa y también las cuidaba». Natalia, que se convirtió el pasado fin de semana en bisabuela y tatarabuela al mismo tiempo, tuvo seis niñas y vio morir con meses de diferencia a sus mellizos varones. «Es lo más triste».

A esta mente maravillosa que se sabe todos los ríos de España, la mujer a la que su hija Pilar recuerda desfilando en Muxía con falda gris escopeta en mano, llegaron a amenazarla de muerte: «Las de wólfram eran minas ilegales. Estaba limpiándolas cuando vi llegar a la Guardia Civil. Avisé a los que estaban trabajando allí para que escapasen». Pero la cogieron. «¿Fuiste tú la que dio aviso? Dime quiénes son los que trabajan aquí. Me pusieron una pistola en la cabeza. Les dije: “Pues hagan lo que quieran, mátenme si quieren”», relata sin que le tiemble la voz quien recorría a pie tres kilómetros con una bañera de latón para ir a lavar.

-Uno de los golpes más duros de la vida se lo dio la guerra.

-Cuando a mi hermano Demetrio lo mató una bala perdida. Yo llegaba a casa de fiesta con las amigas y había mucha gente a la puerta. Mi padre dejó de comer. Se murió de pena.

-Vivió tiempos difíciles. ¿Estamos mejor ahora?

-No. A mí la vida de antes me gustaba, más que la de ahora. Echo de menos la niñez. La juventud. Antes hacía cosas que ahora no puedo, ¡como ir andando hasta cabo Touriñán!

-¿Será que la memoria se queda con lo bueno?

-Puede ser. Yo sigo. Y agradezco a Dios y a la vida lo que me dio. Y lo que aún me va a dar. A ver.