Los geriatras alertan de los problemas de salud de los «abuelos golondrina»

Pilar Grela, s. c. REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

ÓSCAR CELA

El continuo cambio de domicilio perjudica la estabilidad física y emocional del anciano

22 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El porcentaje de ancianos que viven solos en España es inferior al de otros países, tanto por razones culturales como económicas. De hecho, el ingreso de los mayores en centros de atención especializada se retrasa cada vez más, «tanto por la pérdida de poder adquisitivo que se ha producido durante la crisis económica, como por los recortes en la Ley de Dependencia», explicó Rosa Pontes, de la Fundación San Rosendo, quien indicó que, desde el 2013, «el porcentaje de altos dependientes que ingresaron en San Rosendo ascendió del 90 al 95 % y en los últimos tres años se mantuvo la tendencia».

Sin embargo, hacerse cargo de alguien que no puede valerse por sí mismo no es fácil para las familias de estos ancianos. Esto ocasiona que, muchas veces, su familia se reparta por meses sus cuidados, en especial durante las vacaciones, o también que, por esta misma razón, ingresen de forma temporal al anciano en una residencia. Este fragmento de la población de la tercera edad recibe el nombre de «abuelo golondrina» o «anciano maleta», y se caracteriza por el cambio de hogar varias veces al año. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), se estima que solo el 0,6 % de las personas mayores dependientes rota de domicilio con frecuencia y el 2,8 % cambia la casa de un hijo por la de otro al menos una vez al año, sobre todo durante el verano.

El abuelo golondrina es distinto a otras personas mayores, puesto que presenta características propias derivadas de su situación de migración impuesta, y al no evaluarse su estado de salud respecto al de otros grupos de la tercera edad, se desconoce si presenta mayor número de enfermedades o consume más fármacos y recursos que otros.

La Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) alerta del riesgo que supone para los mayores una vida nómada. En primer lugar, el cambio de domicilio conlleva un cambio de centro de salud, lo que dificulta el control y tratamiento del anciano, y el déficit de atención sanitaria provoca ansiedad, depresión y disminuye el nivel de satisfacción de la persona mayor. En segundo lugar, estos síntomas se acentúan por la obligación de abandonar su casa, sus actividades sociales y sus costumbres para adaptarse a las de sus diferentes hogares de acogida. «Cambiar de casa continuamente dificulta la integración del mayor en la familia, en el entorno, en las actividades comunitarias y en la relación con otras personas. Cada familia tiene dinámicas distintas y el mayor ocupa un rol diferente», indican desde la SEGG para explicar la sensación de desarraigo y desorientación que sufren estos ancianos, que empeoran cada vez que tienen que trasladarse a un nuevo entorno.

Para la familia de acogida tampoco es fácil hacer frente a la situación, pues atender a una persona dependiente supone un trabajo extra, así como la necesidad de adaptar su hogar y su vida a la presencia del nuevo inquilino, que puede ocasionar problemas económicos y afectivos. Por este motivo, las estancias con cada familia suelen ser cortas, y a lo anterior se suma el problema de organizarse con el resto de los hermanos para cuidar al mayor.

Mejorar la calidad de vida

Para aumentar la satisfacción y mejorar la situación del abuelo golondrina, la SEGG propone, en primer lugar, que este lleve siempre consigo un documento clínico de seguimiento que informe sobre la periodicidad de los controles analíticos, las posibles alergias y el contexto socio-familiar. De este modo, se podrían evitar la polimedicación, la prescripción de fármacos innecesarios o la repetición de pruebas diagnósticas, que son algunos de los problemas más comunes. En segundo lugar, para minimizar el impacto del cambio de hogar, lo ideal es proporcionar al mayor un espacio en la familia, darle privacidad y procurar que mantenga su «rutina, independencia y autonomía», así como prolongar su estancia al máximo en cada domicilio.

Mediación familiar

Por otro lado, la abogada Rosa Sánchez apuesta por mejorar la comunicación entre las familias responsables del mayor mediante la mediación, por considerarla «una estrategia de gran utilidad y una alternativa necesaria para lograr la pacificación y la mejora de la convivencia». La mediación implica que un tercero escuche a las partes para ayudarlas a comprender sus intereses y necesidades y los de los demás; a mejorar la comunicación, y a cooperar entre sí de forma voluntaria y responsable para alcanzar soluciones de consenso factibles y buenas para todos, incluidos los mayores, que son los más vulnerables en estos casos.