La banda de Willy Bárcenas desata pasiones en Galicia

ana escudeiro thomas

SOCIEDAD

Aunque atípica, esta cita del cartel del Náutico de San Vicente ha abrazado el éxito y la plaza fija para Taburete en el verano gallego se torna en más que probable

10 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Las entradas estaban agotadas desde hacía días. Las colas infinitas en la barra lo delataban. Alta fidelidad en el público es lo que se palpó en el atardecer del lunes en San Vicente. Hubo quien no se quiso perder la velada y se apoderó de la verja que separa la terraza de la arena de la playa. De allí también emanaban aplausos, gritos y cómo no, las canciones de Taburete, la banda de Willy Bárcenas, el hijo del extesorero del PP Luis Bárcenas.

Aunque nacido en Barcelona, el conjunto viene de conquistar los escenarios de la capital. Esta era la primera vez que pisaban el Náutico. Y salieron a jugar con ventaja: todos y cada uno de los allí presentes sellaron con el sudor de sus camisetas un pacto, el de volver a bailar a ritmo de «electrochotis con toques new age pero tranquilo», tal y como se definen musicalmente. El repertorio fue coreado de principio a fin. Algunos eran primerizos pero otros conocían bien el espectáculo de Guillermo Bárcenas y compañía.

En el mar no hay sirenas abrió el set list mientras un público totalmente entregado no perdía verso. En mayo del año pasado publicaron su primer álbum, Tres tequilas, aunque ayer el elixir mexicano se tornó en incontables cervezas que se alzaron durante más de una hora de auténtico show. «Viva la papa de Betanzos, viva el centollo de la ría, vivan ustedes y viva Galicia», así comenzó un carismático Willy a interactuar con los asistentes. Los comentarios del líder de la banda no cesaron entre tema y tema.

México D.F y El viaje dieron paso a nuevas canciones de su segundo trabajo, del que solo está publicado el single Doctor Charas. El cantante entonó también un enérgico Me gustas mucho de Rocío Dúrcal, aunque fue el único desvío del catálogo del joven grupo. El repaso del corto pero intenso camino de estos músicos fue lo que se escuchó, se sintió, se bebió y se cantó. Tanto se cantó que los bises se quedaron cortos, frente a unas voces que se volvieron incansables.

Un repetido Caminito a Motel marcó el final. En la despedida se acordaron de «los duendes que nos roban los mecheros» y con la agitación todavía en el cuerpo, dejaron el escenario. Se apagaron las luces pero el fenómeno fan no hizo sino crecer al acabar la actuación: el acceso al camerino se tornó en misión imposible, con cierto caos ante la férrea vigilancia de los posibles accesos al backstage.

Con una música de difícil etiquetaje, dentro del pop y con letras que por alguna razón seducen, el grupo logró conectar con un público que se ha vuelto ya suyo. Aunque atípica, esta cita del cartel del Náutico de O Grove ha abrazado el éxito y la plaza fija en el verano gallego se torna en más que probable.

Por el momento, Taburete sigue su «ruta de joda» por la geografía española.