Un lucense bate el récord de tiempo con un riñón trasplantado en Galicia: casi 34 años

Miguel Cabana
miguel cabana LUGO / LA VOZ

SOCIEDAD

SANDRA ALONSO

El nefrólogo Rafael Romero, que se acaba de jubilar, trató a Paulino Blanco, que fue operado en junio del año 1982

18 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El Sergas acaba de jubilar en Santiago al reconocido médico especialista en riñón Rafael Romero Burgos, que se incorporó al servicio de nefrología de Santiago hace 40 años. Uno de sus primeros pacientes atendidos en el año 1976 fue el lucense Paulino Blanco. Desde aquel año, las experiencias vitales de ambos corrieron juntas y paralelas hasta hoy: uno como médico y el otro como su paciente que luego fue trasplantado de riñón. Paulino Blanco es hoy a sus 55 abriles el gallego que vive con el riñón trasplantado más duradero: 34 años. Lo recibió casi como regalo de su 21 cumpleaños en junio del año 1982.

El doctor Rafael Romero deja ahora en el servicio de salud un hueco difícil de llenar por su profesionalidad y humanidad: «Es uno de esos médicos que te empieza a curar desde el momento que te saluda. Su cariño con los pacientes es tan reconocido como su reputación de nefrólogo». Así lo describe Paulino Blanco, que atribuye la salud de su riñón al buen trabajo del doctor Romero. El próximo mes se cumplirán los 34 años del implante, realizado el 12 de junio de 1982, proveniente de un joven como él y casi de su misma edad que había fallecido en un accidente de tráfico. El primer trasplante a partir de una persona fallecida en Santiago se había hecho un mes antes: el 8 de mayo. La otra unidad de trasplantes, la de A Coruña, había empezado casi un año antes. Algunos de los primeros pacientes trasplantados en la unidad herculina también siguen vivos, pero ninguno con el primer riñón; sino que han tenido que volver a ser trasplantados.

Sin embargo a día de hoy Paulino Blanco no ha vuelto a pasar por el quirófano y es el gallego con el riñón más duradero trasplantado a partir de un donante fallecido. El riñón del lucense superó todos los contratiempos, incluso algún rechazo agudo, «gracias a la vocación y experiencia del doctor Romero», dice Blanco, que considera a su nefrólogo una eminencia, además de un amigo que se ha forjado a través de 40 años. Romero Burgos se jubila tras 40 años de servicio y recibirá un multitudinario homenaje en Santiago el próximo sábado organizado por sus pacientes de toda Galicia.

Un caso prematuro

Casi cuando el doctor Romero llegó a Santiago y comenzó a ejercer, en 1976, Paulino fue uno de sus primeros pacientes con insuficiencia renal, y un caso muy dramático, porque solo tenía 18 años. Su estado era ya problemático y su fluido sanguíneo estuvo a punto de llevarlo al otro mundo con un trombo cerebral de tal gravedad que lo dejó en estado de coma, y que los médicos los consideraron irreversible. Así lo recuerda el doctor Romero: «Fue enviado a morir a su casa. Así de triste. Porque entonces se trataba de evitar la muerte en los hospitales por los gastos y complicaciones a las familias durante los traslados de los fallecidos hasta sus casas, que eran muy complejos. Pero al llegar a casa se despertó y a los dos días estaba de vuelta en el hospital de Santiago», explica el doctor Romero, intercambiando con Paulino con una sonrisa cómplice, por ser una anécdota muchas veces compartida por médico y paciente. «Yo creo que fue la carretera de Santiago a Lugo, que todavía no estaba asfaltada y aquel traqueteo constante de la ambulancia sobre los baches movió el coágulo y cuando llegué a casa ya abrí los ojos», explica Paulino. Aquella «resurrección» fue en el 79, con 18 años. Tras otros tres años más de medicación y diálisis, sus condiciones de vida se deterioraban a gran velocidad y se decidió que su única solución era el trasplante. Recibió el riñón nuevo, que sigue funcionando a día de hoy, y le permitió realizar una vida prácticamente normal. Paulino Blanco se hizo locutor de radio y trabajó en este sector durante casi 25 años, en varias cadenas de radio en las ciudades de A Coruña y Lugo.

Pero las fuertes dosis de medicamentos para evitar el rechazo aplicadas en los primeros trasplantes le dañaron las bronquios y también desgastaron los huesos de las caderas. Así que hace dos primaveras, tuvo que jubilarse porque los bronquios le jugaban una mala pasada a su profunda voz de locutor. Antes, ya había tenido que someterse a dos implantes de prótesis de cadera para paliar el desgaste, pero su riñón sigue funcionando sin problema, y acabó por jubilar al nefrólogo que lo atendió durante toda su vida.

«Le debemos la vida muchos pacientes de aquella época»

Paulino Blanco (Cospeito, Lugo, 1961) pasó su juventud entre médicos y hospitales porque su riñón no funcionaba. Su situación era tan grave que tuvieron que trasplantárselo lo antes posible, con solo 21 años y con la tecnología del trasplante casi en pañales en Galicia. Y a pesar de todo ello, la operación y el órgano fueron exitosos y pudo llevar una vida casi normal.

-Fue un éxito aquella operación

-Sí, fue un éxito la operación, y otro éxito tener a una madre coraje como la mía, y a un nefrólogo como el doctor Romero. Porque su vocación era especial. Para él no había lista de espera ni días libres. Te atendía por teléfono a cualquier hora y te mandaba a consulta si notabas cualquier cosa. Y eso fue determinante para el buen cuidado del riñón. Sobre todo al principio, cuando los medicamentos para el rechazo estaban empezando, y las dosis se calculaban casi por ensayo y error. Romero además era un médico humano, que recogía los medicamentos que sobraban de otros pacientes y te los daba, para ayudar económicamente con aquellos productos tan caros al principio. Le debemos la vida muchos pacientes.

«Fue una experiencia para recordar, porque era un chico joven con una insuficiencia renal grave»

Rafael Romero, (Granada, 1950) es de esos médicos humanos que todo paciente querría tener.

-¿Usted es de los que cree en el trato tranquilo y pausado con el paciente?

-Sí. Siempre lo hice así. Ahora se pierde bastante porque la relación médico-paciente se sustituye por el ordenador.

-Pero eso parece un error.

-Para mi sí. Pero es lo que hay.

-Dicen que es usted un médico vocacional que vivió con pasión hasta su jubilación. Una pena no poder prolongar su actividad.

-Sí, la verdad es que me gustó mucho mi profesión. Y cuando lo vives tanto, eres feliz, y además las cosas suelen ir saliendo generalmente bien. Pero si volviese a empezar ahora también me gustaría la cirugía, porque el cirujano es el que más cura, el que interviene directamente para arreglar el problema. Y ahora me hubiese gustado poder seguir aportando algo durante un tiempo, pero me pilló ese momento en que se jubilaba a todos a los 65 años inevitablemente.

-¿Cuáles son sus recuerdos de sus primeros años?

-Recuerdo a quienes me enseñaron. La medicina de Evaristo Baro, los diagnósticos de Manuel Noya y la nefrología que aprendí con Sánchez Guisande, entre otros muchos.

-¿Y que pacientes recuerda?

-Paulino fue una experiencia para recordar, claro. Porque era un chico muy joven, con 18 años y una insuficiencia renal grave. Y con quien tuvimos que aprender porque en aquellos primeros años los rechazos eran hasta del 70 % de los casos y los medicamentos contra el rechazo no estaban tan estudiados como hoy.