El papa abre la puerta a que las mujeres puedan celebrar bodas y bautizos

R. R. García REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

GIORGIO ONORATI | EFE

Una comisión estudiará la posibilidad de que las católicas puedan ser diáconos y administrar algunos sacramentos

13 may 2016 . Actualizado a las 13:34 h.

Las mujeres podrían celebrar bodas, bautizos y comuniones dentro del seno de la Iglesia católica. Es todavía una posibilidad, pero a la que no se ha cerrado el papa Francisco, que ayer se mostró partidario de constituir una comisión oficial encargada de estudiar el papel de las mujeres diaconisas en las primeras comunidades cristianas y determinar cuáles eran sus funciones, con vistas a que el futuro pudieran ejercerlas de nuevo en una suerte de consagración anterior a la del sacerdocio y que hasta el momento solo puede ser ejercida por hombres. La propuesta se fraguó en un encuentro que el pontífice mantuvo ayer en el Aula Paulo VI del Vaticano ante 900 representantes de congregaciones religiosas femeninas de todo el mundo.

Francisco, que ya en su primer viaje oficial a Río de Janeiro se mostró partidario de conceder un mayor protagonismo a la mujer en la iglesia, aunque sin llegar a su ordenación como sacerdotes, respondió en la reunión a seis preguntas formuladas por las religiosas en relación al diaconado femenino. «¿Por qué no constituir una comisión oficial para estudiar la cuestión?», le preguntó una de ellas. A lo que santo padre le respondió: «Creo que sí... Sería bueno para hacer una iglesia que aclare este punto. Estoy de acuerdo, voy a hablar para hacer algo como esto. Acepto, me parece útil tener una comisión para que lo aclare».

La propuesta, en cualquier caso, no es nueva. Ya había sido planteada en los años 90 por el cardenal y arzobispo de Milán Carlo María Martini y el pasado año fue retomada, durante la asamblea del Sínodo de los Obispos, por el arzobispo canadiense Paul-André Durocher.

«Deberíamos -dijo en su momento- reflexionar seriamente sobre la posibilidad de permitir el diaconado femenino, porque abriría el camino a mayores oportunidades para las mujeres en la vida de la Iglesia», señaló. Su reflexión fue respaldada por el aplauso de los presentes. 

El papa reformista

La iniciativa también encaja en la vía reformista impulsada por Francisco, que en cuestiones sociales simplificó el proceso de anulación del matrimonio eclesiástico y promovió mediante una guía que los divorciados pudieran volver a comulgar y participar en la liturgia de la Iglesia, además de integrar a los gais.

En este contexto, el anuncio realizado ayer por el pontífice ante las líderes de las congregaciones religiosas parece que responde más a algo preparado que a una respuesta improvisada a una pregunta inesperada durante el encuentro.

El papa también se mostró en otras ocasiones a favor de dar más entrada a las mujeres en los procesos decisorios de la Iglesia y que incluso puedan llegar a ocupar la jefatura de algunos dicasterios vaticanos. En lo que sí no parece dispuesto a transigir es en la ordenación de mujeres sacerdotes. Destacó en este sentido que sus antecesores, en especial Juan Pablo II, ya habían dejado clara la cuestión y que habían examinado profundamente la propuesta antes de rechazarla.

No será Francisco quien reabra un debate que pueda causar una división en la comunidad católica, sobre todo si se tiene en cuenta de que algunas de sus históricas decisiones, que incluyen también la reforma de la curia y del Banco Vaticano, provocaron un malestar entre ciertos cardenales y obispos.

En el siglo III ayudaban a los sacerdotes en los bautizos

Entre las funciones permitidas a los diáconos destacan la proclamación del evangelio, la predicación y la asistencia en el altar, la administración del sacramento del bautismo o la celebración de matrimonios. Lo que no pueden hacer es oficiar misa, confesar o impartir la extremaunción. Al menos este es el papel reservado a los hombres. Los seminaristas incluso son ordenados «diáconos temporales» un tiempo antes de recibir la ordenación sacerdotal. Pero las mujeres no pueden desarrollar estas funciones. No existe la figura de diaconisa como tal. Pero sí existía en el pasado, en las primeras comunidades de cristianos, aunque lo que se desconoce era qué atribuciones tenían reservadas. «No se sabe a ciencia cierta qué funciones realizaban. ¿Cuáles fueron estas mujeres diáconos? ¿Tenían ordenación o no? Está poco claro eso. ¿Cuál fue el papel de esas diaconisas entonces?», se cuestionó Francisco, de ahí que se haya decidido a crear una comisión de estudio.

Lo que sí está documentado es que en el siglo III, en Siria, existían diaconisas que ayudaban a los sacerdotes a bautizar a las mujeres. Este papel fue certificado en las Constituciones Apostólicas del siglo IV, que hablaban de un rito de consagración especial, distinto al de los hombres.

Los anglicanos permiten la ordenación femenina desde 1992

Liby Lane. Puede que el nombre no le suene, pero sepa que es la primera mujer que se convirtió en obispo de la Iglesia de Inglaterra, algo inimaginable para el Vaticano, que ni siquiera se ha planteado la posibilidad del sacerdocio femenino. Pero el camino de Lane, casada y con dos hijos, tampoco fue fácil hasta alcanzar el puesto que ahora ocupa. Fue necesario empezar desde la base, la que se fraguó en el sínodo general de los anglicanos celebrado en 1992, una fecha histórica en la que se autorizó la ordenación de mujeres.

Sin embargo, el hecho de que hubiera curas del sexo femenino no implicaba la posibilidad de que en algún momento pudieran llegar a ejercer un alto cargo dentro de la jerarquía eclesial. Desde el primer momento los líderes anglicanos habían dejado claro que se les había reservado un papel menor. Y así fue, porque todavía les quedaba por delante un largo camino de más de veinte años hasta que Liby Lane fue nombrada como obispa. Su cargo fue aprobado por el sínodo en el 2014 y en enero del año siguiente tomó posesión, lo que también le permitió sentarse en la Cámara de los Lores británica, donde la Iglesia local participa en la elaboración de las leyes. En el país hay casi 8.000 sacerdotes hombres, por 1.800 mujeres.