Andrea aprende a escribir con arena

Monica Torres
Mónica Torres NIGRÁN / LA VOZ

SOCIEDAD

Una niña de Nigrán con síndrome de Down descubre las letras dibujándolas en la playa. Ha logrado poner su nombre ella sola sobre papel y regalárselo a su madre

11 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La emoción de Enma Paradela es comparable a la de alguien a quien llaman por primera vez «mamá» . Solo que en el caso de esta vecina de Nigrán, la espera duró 13 años. El Día de la Madre vio cómo su hija podía decir y escribir correctamente, ella sola, su propio nombre. Dos meses antes, Andrea da Rosa, con síndrome de  Down, no era capaz de reconocer las letras.

Lo explica Paula Alfaro Alejos, estudiante de tercero de Educación Social de la Universidad de Santiago de Compostela. Es quien ha ayudado a Andrea a conquistar el mundo de las letras. Conocía a la niña porque era compañera de colegio de su hermana pequeña. No dudó cuando Yesshenia Vilas, su profesora de Acción Socioeducativa en las Discapacidades, le encargó un proyecto de trabajo directo con una persona con diversidad funcional. «Sabía que Andrea y yo podíamos hacer nuestro propio proyecto juntas, ella es una niña muy inteligente y era un lujo intentar superar este reto con ella», explica Paula.

«Andrea no sabía leer ni escribir, su comprensión era muy buena pero no podía emplear las herramientas del lenguaje convencional», recuerda la joven, que habla de un aprendizaje mutuo a lo largo de estas semanas juntas.

Andrea da Rosa escribió su primer abecé hace tan solo unos días sobre la arena de Praia América. «La dinámica de trabajo se centró en la estimulación sensorial, con la metodología del aprendizaje libre y por experiencia que promulgan las escuelas de Montessori o Waldorf», indica su tutora. Su objetivo se centró en trabajar la lectoescritura «para aproximarla al mundo de la comunicación convencional porque no ser capaz, le provoca frustraciones limitando sus habilidades sociales y su desarrollo cognitivo».

Se arrancaron con actividades de motricidad gruesa. Con un «yoga de las letras» en el que Andrea representaba con su propio cuerpo las formas que se suceden en el alfabeto. Después llegaron las letras de lija. Las que Paula recortó con ese papel rugoso sobre goma para que Andrea repasara con su mano y sus dedos aprendieran a memorizar su movimiento. Y después llegó la arena. 

Clases en Praia América

Las clases se trasladaron a Praia América, donde los fines de semana la más joven movió montañas. La textura y maleabilidad de la arena la ayudaron a dibujar cientos de veces y como un juego, la forma de las letras que Paula le iba mostrando sobre el papel de lija.

El 1 de mayo la más trabajadora felicitó a su madre por escrito. Quienes las conocen dicen que «el impacto y la alegría de las dos fue emocionante». «Saber que ha podido escribir sola su nombre y que ya reconoce las letras ha sido el mejor regalo. Andrea se ha abierto sola las puertas a todo un nuevo mundo, inaccesible hasta ahora para ella», explica Paula.

«Ella ha aprendido las letras, pero a mí me ha dejado sin palabras», reconoce la joven contagiada del entusiasmo que transmite su pupila. El trabajo ha tenido la mejor recompensa posible, aunque la profesora delega todos los méritos. «El empeño de Andrea fue la mayor baza de trabajo, ella es la que más se autoexige y no para hasta que consigue hacer bien todo los que se propone», valora la estudiante universitaria. Destaca también la implicación familiar y la importancia de trabajar en un medio natural como el de la playa, «en el que ella estaba a gusto, sin presiones y respetando sus tiempos».

El proyecto para la universidad acaba el jueves. Pero ni una ni otra admite más barreras a su empeño por seguir aprendiendo. «Ahora estamos trabajando ya con ceras y, estoy segura, de que vamos a conseguir que pueda escribir de forma más fluida y quizás, aprender a leer. Andrea es tan inteligente como trabajadora», advierte Paula. Su discurso evidencia que ella es también una estudiante aventajada. «Cada persona tiene sus propias características, necesidades y demandas que la hacen única, y desde ahí debe partir el aprendizaje significativo», defiende la joven educadora.