La mayor cúpula hecha por el hombre pondrá fin a la pesadilla de Chernóbil

Raúl Romar García
r. romar REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

El peor accidente nuclear de la historia
La Voz / Reuters

En la actualidad hay 50 reactores nucleares más que cuando ocurrió la tragedia

23 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Treinta años después aún se desconoce con exactitud qué se esconde en las tripas del reactor número 4 de Chernóbil. Encerrado por un ataúd de hormigón y metal construido a la desesperada por hasta 600.000 personas, los llamados liquidadores, de los que miles acabaron muriendo por la radiactividad, las 200 toneladas de materiales radiactivos que alberga en su interior todavía suponen un riesgo. Existe el peligro de fugas o de escapes producidos por algún seísmo, una amenaza que seguirá manteniéndose hasta que no se instale el nuevo sarcófago, un gigantesco arco de acero de 32.000 toneladas, 250 metros de ancho, 150 de largo y 110 de altura, cuyas obras se iniciaron en el 2012, después de varios retrasos por problemas de financiación, y que no se concluirán hasta finales del próximo año, en lo que supone la mayor cúpula jamás construida por el hombre.

A cuatro días de que se cumpla el 30 aniversario de la mayor catástrofe nuclear de la historia, Chernóbil sigue siendo una amenaza que se mantiene en una amplia área de exclusión de 2.700 kilómetros cuadrados. Más de 350.000 personas que vivían en la zona continúan evacuadas. Ya nunca volverán a sus hogares.

La instalación del nuevo sarcófago pondrá fin al riesgo, pero luego aún quedarán muchos años de trabajo por delante. El proyecto global, que supone un presupuesto de 2.000 millones de euros que aún no se han podido financiar por completo, incluye la habilitación de plantas de tratamiento y almacenamiento de los residuos radiactivos. El material tóxico no quedará solo enterrado, sino que será descontaminado.

Desafío tecnológico

«El arco no es solo una estructura para sellar el reactor, sino que estará equipado por dentro con maquinaria robótica que permitirá acceder al sarcófago primitivo y recuperar el material radiactivo para su descontaminación. En algún momento la idea pudo haber sido tapar sin más y dejar el problema para los que vengan, pero ahora se van a hacer las cosas bien en un proyecto que supone un gran desafío tecnológico», explica Eduardo Gallego, catedrático de Ingeniería Nuclear en la Universidad Politécnica de Madrid. «Por dentro -añade? seguro que se van a encontrar cosas que no se esperan».

La construcción del sarcófago es una de las pocas certezas que existen sobre Chernóbil, ya que treinta años después subsisten muchos interrogantes, empezando por el número de muertos por la radiactividad, ya que las cifras van desde las 4.000 a las 98.000.

Greenpeace acaba de reclamar más estudios y menos ocultismo, ya que asegura que aunque la Agencia Internacional de Energía Atómica ha minimizado los impactos de la radiación, «la realidad es que no ha habido una recopilación completa de los datos relacionados con la exposición a la radiación y las consecuencias para la salud resultantes del accidente de Chernóbil». A su juicio, la tragedia es la muestra palpable de que la energía nuclear «es un riesgo que no vale la pena».

El mundo, sin embargo, parece haber asumido ese riesgo, ya que, pese que Chernóbil fue el mayor mazazo en la historia de la industria nuclear, a día de hoy hay más reactores que hace treinta años. En abril de este año funcionaban 444, por los 394 del 1 de enero de 1987. Es cierto que la demanda energética ha aumentado en el mundo, pero también que en las últimas décadas se vivió la explosión de las energías renovables.