Francisco lleva a la Iglesia al siglo XX

Sara Carreira Piñeiro
sara carreira REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

ALBERTO PIZZOLI | Afp

El papa moderniza la forma en que las parroquias encaran las relaciones familiares

10 abr 2016 . Actualizado a las 01:38 h.

No ha dado el salto al siglo XXI, pero el papa ha conseguido con su exhortación apostólica post-sinodal La alegría del amor llevar a la Iglesia católica al siglo XX. El paso no ha sido pequeño, supone tres años de trabajo, una encuesta multitudinaria, dos sínodos y una lucha con la Congregación para la Doctrina de la Fe. El resultado es lo que se ha dado en llamar «unidad doctrinal en la pluralidad pastoral»: no se cambia la ley, pero hay que encontrar un hueco en la Iglesia para los divorciados que se vuelven a casar; desanimar a algunos novios a que se metan en un matrimonio abocado al fracaso; incluir a los homosexuales; aceptar las relaciones prematrimoniales; condenar cualquier violencia (verbal y sexual incluidas) sobre la mujer dentro del matrimonio; alentar la participación de los hombres con la casa y los hijos; y recomendar ayuda profesional a los matrimonios en un bucle de crisis, entre otras cosas.

Son nueve capítulos y 264 páginas que rebosan la misericordia de la que Francisco hace gala, que invitan a los obispos y sacerdotes -para quienes está pensado la exhortación- a escuchar, comprender y acompañar a su rebaño. Los divorcios casados de nuevo o quienes «ostentan un pecado objetivo» o «quieren imponer algo diferente a lo que enseña la Iglesia», no pueden «pretender dar catequesis o predicar [una posible referencia a los curas casados], y en ese sentido hay algo que los separa de la comunidad», pero «aun para ellos puede haber alguna manera de participar en la vida de la comunidad» de una «forma feliz y fecunda» porque «son bautizados, hermanos y hermanas».

Pero además del extenso espacio dedicado a los divorciados, hay otros asuntos interesantes.

Los jóvenes y el amor

Relaciones prematrimoniales. Constata Francisco que muchos jóvenes viven juntos y en estas relaciones se asientan las bases de un matrimonio: amor, respeto, ayuda mutua... pero no dan el paso y aunque está bien pensárselo -un compromiso «siempre tiene una cuota de riesgo y de osada apuesta»-, la decisión tampoco hay que dejarla pasar «indefinidamente».

Poco márketing. Echa en falta el poco uso que los párrocos hacen de «valiosos recursos de la pastoral popular», como San Valentín, «mejor aprovechado por los comerciantes que por la creatividad de los pastores».

Cursos para el matrimonio. Insiste en que hay que preparar mejor a los jóvenes que quieren casarse, incluso desaconsejar algunas uniones que parecen abocadas al fracaso. Animar a las parejas a no dejarse arrastrar por el consumismo -«los novios llegan agobiados y agotados al matrimonio»- y recordarles que no deben tener expectativas demasiado elevadas sobre la vida conyugal.

Rituales cotidianos. Una vez casados, recomienda pequeños «rituales cotidianos», como darse un beso por la mañana.

Las discusiones y crisis, normales. Asegura que muchas discusiones se dan por pequeñas cosas pero el problema es «el modo de decirlas». Pero «las crisis se arreglan», aunque «nadie dice que sea fácil». A veces es necesaria «la generosa colaboración de familiares y amigos, e incluso de ayuda externa y profesional».

Madurar. El papa casi psicoanaliza a las parejas, porque recuerda que muchas personas maduran a los cuarenta y superan una infancia exenta de amor que les lleva a plantearse su relación de una forma errónea (amor infantil o adolescente).

Violencia sexual. En diferentes lugares habla Francisco del respeto hacia la pareja -especialmente cita a las mujeres- y condena cualquier violencia, ya sea verbal e incluso sexual. Dice que «un acto conyugal impuesto (...) no es un verdadero acto de amor», por lo que debe ser rechazada «toda forma de sometimiento sexual».

Confianza. Invita a que nunca se acabe el día «sin hacer la paz en familia», y a esforzarse en tener «confianza en el otro» dejando «espacios de autonomía».

Los hijos

Ser responsables de los hijos. Los niños ocupan un espacio central en la exhortación. Recuerda que «no son propiedad de la familia», sino personas «con un camino propio». A un hijo se le ama «¡porque es un hijo!», no porque cumpla las expectativas paternales. En ese sentido de la aceptación, si uno hijo (u otro pariente) es homosexual «hay que respetar su dignidad y acogerlo con respeto».

Procreación «ilimitada». Insiste en que «la paternidad responsable no es procreación ilimitada».

«Sociedad sin padres». Le preocupa al papa que los padres (varones) estén ausentes, centrados en su trabajo y «sus propias realizaciones personales». El otro extremo, «el padre controlador» que «anula a sus hijos» es también peligroso. Lo mismo ocurre con las madres: es «deseable» que estudien, trabajen y desarrollen sus capacidades, aunque «no podemos ignorar la necesidad que tienen los niños de la presencia materna».

Guiar a los hijos. Hay que saber «quiénes se ocupan de darles diversión» y «entran en sus habitaciones a través de las pantallas». Eso sí, hay que dejarles espacio para que maduren, «educar en la capacidad de esperar» y enseñarles que los hombres deben hacer las tareas domésticas.