Los mayores le cuentan a los alumnos gallegos por qué cogieron las maletas

Elisa Álvarez González
Elisa Álvarez SANTIAGO / LA VOZ

SOCIEDAD

Emigrantes retornados narrarán su experiencia migratoria a escolares de la ESO

03 mar 2016 . Actualizado a las 07:12 h.

Qué mejor forma de explicar la emigración gallega de los años 50 y 60 que de la mano de sus protagonistas. Afundación, la obra social de Abanca, ha puesto en marcha el programa Fálame da emigración para acercar a los mayores emigrantes a las aulas de los institutos gallegos. Este curso participan once centros, 65 mayores voluntarios y 461 estudiantes, pero el próximo la previsión es llegar a los dos mil alumnos, mayoritariamente de segundo y tercero de la ESO.

José María Dapena estuvo en el IES Rosalía de Castro, en Santiago, para contar su vida en la Galicia de los 40 y su marcha con 16 años a Panamá. Una de las cosas que más llama la atención a los jóvenes es la duración de los viajes en aquella época. Dapena, de Soutelo de Montes, se pasó dos días para llegar a Panamá, ya que el avión tenía que hacer muchas escalas para repostar. Salió de Madrid y pasó por Lisboa, Dakar (Senegal), Paramaribo (Surinam), Curazao y Panamá. «Os rapaces abrían a boca e quedábanse pasmados», dice. Corría el año 1951, «fánselles raras as nosas historias porque agora emigran doutra maneira e xa van preparados», cuenta José María, que cuando llegó a Panamá con su padre comió pan blanco hasta hartarse porque en su pueblo se hacía solo de maíz y centeno.

Como él, otros ocho mayores llevaron sus historias a los estudiantes de este instituto de Santiago. No son relatos improvisados, sino que se incluyen las actividades en el currículo de la materia, casi siempre Xeografía e Historia o Lingua Galega, y se planifican para que los relatos no se repitan, ninguno de los participantes destaque sobre los otros y para que todos los implicados se sientan beneficiados «queremos romper estereotipos e mellorar a imaxe que se ten das persoas maiores», explica Sabela Couceiro, del área de Envellecemento Activo de Afundación.

El intercambio de experiencias es mutuo entre mayores y jóvenes. Porque la inmigración y la emigración también se dan actualmente. «Un dos rapaces contounos que a súa nai era polaca, o pai venezolano e el, claro, galego», dice José María, quien recuerda cómo comenzó vendiendo muebles a plazos por las calles en Panamá y acabó con empresas de construcción. Luis Ángel Montero, otro de los mayores que desgranaron su experiencia en el aula, trabajaba en unos almacenes compostelanos como vendedor, pero quería aprender inglés y se apuntó a un proyecto de la USC que le permitió irse a Reino Unido a trabajar en la hostelería. El consejo que les dio a los jóvenes es que «nunca hai que encollerse, tampouco botarse para adiante, pero nunca encollerse». La experiencia fue enriquecedora para unos y otros, «noteinos observadores, atentos a todo. Oíanse as moscas cando falabamos e aplaudiron moito, pero o aplauso merecíano eles por aturarnos», dice Montero.

Este curso el programa llega a once localidades -las siete ciudades, Monforte, Viveiro, Betanzos y Pontedeume- pero el próximo la intención es que se sumen todos los institutos interesados. En cada centro se realizan dos encuentros y una exposición fotográfica itinerante. De lo que se trata es de poner en valor la trayectoria vital de los mayores, que los jóvenes se beneficien de su legado y que el aula incorpore nuevos modos de aprender. Ángel Sicart, vicepresidente de Afundación, recordó que en las culturas orientales los mayores son un soporte de sabiduría y que en Estados Unidos los profesores universitarios no se van porque hayan llegado a una edad.