Enrique Loewe, el visionario que apostó por soñar ante un escaparate

maría piñeiro REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Nieto del fundador de Loewe, impulsó la imagen internacional de la firma

03 mar 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

«Vamos de escaparates» es una frase habitual que, según la leyenda, se debe a Enrique Loewe Knappe, que ayer murió en su casa de Madrid a los 103 años. Nieto del fundador de la compañía, este -el tercero de las cuatro generaciones de Enrique- se hizo cargo de la firma a los 22 años, en 1934, cuando las cuentas no salían y se preparaba una guerra civil.

Tras la contienda, en las navidades de 1939, en una España gris y triste, Loewe decide apostarlo todo al lujo y montó su tienda en el 8 de la Gran Vía (donde todavía sigue hoy), una explosión de estilo tal que la gente se acercaba para mirarla -solo un grupo mínimo podía entrar y gastar-, dando pie a la frase con la que se encabeza esta noticia.

José Pérez de Rozas era entonces el director creativo y a él se deben esas puestas en escena surrealistas, hiperbólicas y maravillosas que hacían soñar ante una luna de cristal -esculturas animales, sofisticación y brillo hollywoodiense-, primero en Gran Vía y desde 1959 en la calle Serrano, donde la revolución del diseño y el lujo fue llevada a sus últimas consecuencias. El siguiente paso fue el lógico: dar el salto internacional, primero a Londres (1963) y después a Japón (1973), un lugar clave para el desarrollo económico de la empresa por ser el impulso de su expansión por Asia.

Una vez consolidado su imperio, Loewe floreció: en 1970 Vicente Vela creó su logo (la «L» de la marca multiplicada por cuatro como en un espejo), comenzaron las colecciones de pañuelos y ropa femenina (con colaboraciones con Karl Lagerfeld o Giorgio Armani) y en 1972 lanzó L, el primer perfume (hoy tiene casi cuarenta presentaciones).

Loewe Knappe dejó la dirección de la firma en los años 80, dejándola en manos de su hijo, Enrique Loewe Lynch. La compañía es hoy propiedad del conglomerado francés del lujo LVMH, aunque antes estuvo en manos de Rumasa y de Urvois Spinola.

Desde 1872

La historia familiar se remonta a 1872, cuando el alemán Enrique Loewe Roessberg, artesano de la piel, llegó a Madrid vía Inglaterra atraído por la fama de la marroquinería española, y se unió a un pequeño taller que funcionaba en la calle Echegaray desde 1846. Enseguida la compañía dio el salto y comenzaron a abrir diferentes tiendas.

Su hijo, Loewe Hilton consiguió, en 1910, hacerse proveedor de la Casa Real española pero este segundo Loewe murió joven, en 1934, de ahí que la firma pasase a su hijo, Loewe Knappe. Este, que murió ayer, se casó con la irlandesa Lynch Creaven, y tuvo dos hijos, Enrique y Margarita, nacidos en 1941 y 1943. Enrique, por su parte, es padre de tres mujeres, y la mediana, Sheila, se encarga ahora de la Fundación Loewe, lo único de la marca original que le queda a la familia.