Romanos, peregrinos y turistas a las puertas del cabo Fisterra

Á. palmou CARBALLO / LA VOZ

SOCIEDAD

La localidad cerró su Semana Santa, de interés turístico, con la Resurrección

06 abr 2015 . Actualizado a las 12:48 h.

Diez días después de echar a andar, la Semana Santa de Fisterra -fiesta de interés turístico nacional- se despidió ayer, Domingo de Pascua, cumpliendo con la tradición de trasladar sus actos y a un gran número de vecinos visitantes hasta el campo situado junto a la iglesia de Santa María das Areas para escenificar la resurrección de Cristo.

Allí, en la salida de la localidad hacia su emblemático cabo y al faro que lo corona, en torno al mediodía se congregaron varios centenares de personas para asistir a una cita que puso el punto final a las escenificaciones realizadas en los últimos días y en las que tomaron parte como actores cerca de un centenar de fisterráns. «A xornada máis emotiva foi a do Venres Santo, pero está é a máis festiva. É algo moi especial, que vivimos moi intensamente», explicaba Miguel Ángel Olveira, caracterizado ya como el apóstol Santiago unos instantes antes del comienzo de una representación, la de ayer, en la que el protagonismo inicial fue para la guardia romana, que desde un buen rato antes del comienzo vigilaba la pequeña construcción situada en la parte alta del campo y que hace el papel de sepulcro.

Las tres mujeres que descubrieron la resurrección -siguiendo el relato que el narrador con ayuda de un micrófono y varios altavoces iba explicando al público- hicieron acto de presencia poco después y los apóstoles culminaron la representación reencontrándose con Cristo -el único personaje que no es de carne y hueso, sino una talla- proclamando una resurrección que fue celebrada con una suelta de palomas, aplausos por parte del público, bombas de palenque y el Aleluya de Händel.

Devotos vestidos con sus mejores galas, turistas más preocupados por la comodidad que por la etiqueta y peregrinos ansiosos por llegar hasta el Cabo Fisterra y culminar el Camino, pero que se detenían al toparse con tan singular espectáculo, convivieron por momentos en un escenario donde reinó el sol propiciando que las sombras proporcionadas por unos pocos árboles, un autobús aparcado en las inmediaciones e, incluso, los propios altavoces, estuviesen casi tan cotizadas como los primeros puestos tras el cordón que delimitaba el espacio reservado para la representación.

Aun así, el calor no impidió que una vez acabado el acto muchos se quedasen a escuchar la misa posterior, aunque no pocos comenzaron a desfilar ya en dirección al faro para disfrutar del otro gran atractivo de la Semana Santa fisterrá.