El mesón B tiene la cualidad de transformarse en su antipartícula en un ciclo de materia-antimateria que se repite cada 350 fentosegundos, menos de un suspiro, como si fuese el tic tac de un reloj. «Un dos desafíos da física de partículas experimentais hoxe en día é medir unha das propiedades desas transformacións, chamada fase. Algo así como cando soa o primeiro tic tac», detalla Martínez. La medición de esta oscilación, producida por el campo de Higgs, fue lo que hicieron los físicos con la esperanza de encontrar «cousas inesperadas da natureza», como la descomposición del bosón de Higgs en otras partículas más pequeñas o la existencia de otros campos ajenos a lo conocido, como los supersimétricos.
Pero, pese a que entre la comunidad de científicos existía mucha expectación por los resultados del experimento, en especial porque la última medida realizada discrepaba un poco respecto a la predicción teórica del modelo oficial, nada ha cambiado. Ha vuelto a resistir otro de sus grandes desafíos. Al menos con los datos de las desintegraciones realizadas durante dos años de trabajo, por lo que tampoco se descartan sorpresas en el futuro. «Aínda hai bastante espazo para melloras na precisión do noso resultado e, cun pouco de sorte, as medidas futuras poderían revelar campos cuánticos máis aló dos preditos polo modelo estándar», relata Martínez Santos. El mesón de la extrema belleza quizás aún no ha dicho su última palabra.