El segundo error de Manuel Fernández Castiñeiras fue confesar cuando, tras su detención, declaró el 6 de julio del 2012 ante el juez Taín. Más que admitir el delito, su gran equivocación no fue utilizar ese reconocimiento para llegar a un acuerdo ventajoso con el fiscal que le permitiera eludir los siete meses de prisión preventiva que tuvo que soportar y conseguir una sustancial reducción de la pena alegando colaboración con la Justicia y arrepentimiento.
El fiscal le ofreció ese pacto y estuvo a punto de firmarse, pero Fernández Castiñeiras se echó atrás y cambió de abogada. Se puso en manos de una letrada vilagarciana, Carmen Ventoso Blanco, y poco después presentó en el juzgado aquel famoso manuscrito de quince folios en los que afirmaba dando nombres y apellidos que en la catedral de Santiago los robos de dinero eran comunes y tenían muchas y variadas caras y que entre los canónigos había también sexo. Por el momento, en el juicio no ha reproducido esas gravísimas acusaciones.