Guía para entender la crisis de la hepatitis

Sara Carreira Piñeiro
sara carreira REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

¿Son 6.000 o 30.000 los pacientes que deben recibir el nuevo fármaco? ¿Tiene tantas ventajas como para justificar su coste? En la última polémica sanitaria hay tantas dudas como certezas

18 ene 2015 . Actualizado a las 17:40 h.

La crisis de la hepatitis C está salpicada de intereses y sobreentendidos. Para poder tener una opinión es mejor disponer de datos.

¿Contagio es igual a enfermedad?

El virus se contagia solo a través de la sangre. En España el motivo más común de infección es la transfusión con plasma contaminado (hasta el año 1990 no se comprobaba la existencia del virus en las donaciones); el segundo, mucho menos habitual, es por consumo de drogas por vía parenteral. Una vez se tiene el virus, entre el 15 y 45 % de las personas lo eliminan de forma espontánea; del resto, entre el 15 y 30 % desarrollará cirrosis en los próximos 20 años. En España habrá 750.000 infectados, pero es una estimación, porque hasta un 40 % no está diagnosticado.

¿Aparecerán nuevos casos?

No solo eso, sino que el pico de infectados podría estar por llegar. La federación de enfermos cree que en los próximos diez años habrá un pico de diagnósticos, con 150.000 pacientes más en diez años. Corresponde a gente que se contagió en los ochenta pero que hasta ahora no ha tenido síntomas , por lo que muchos no saben que están enfermos.

¿Se cura en todos los casos?

Los médicos hablan de más de un 95 % de curación porque siempre hay un número de personas que no reacciona, pero esa es la misma tasa de la otitis, que consideramos una enfermedad curable. Lo que ocurre es que si una persona tiene el hígado cirrótico, eliminar el virus no implicará necesariamente que mejore su órgano. Por eso, los pacientes más graves tienen más prisa, y habrá muchos que no se sobrepongan.

¿Qué son los fármacos de segunda generación?

Hasta el 2011 no había un medicamento para tratar la hepatitis de forma específica y se usaban dos antivirales: interferón y ribavirina, que evitan que el virus se propague por el cuerpo. En el 2011 aparecieron los inhibidores de la proteasa (terminan en -previr), que atacaban la esencia, la multiplicación del virus. En el 2014 salieron al mercado los inhibidores de la polimerasa (terminar en -buvir) y los inhibidores de la proteasa de segunda generación. Ahora comienzan a salir los inhibidores de la proteína NS5A (que terminan en -asvir), son de tercera generación.

¿Qué diferencia hay entre esos fármacos?

Son cuatro: eficacia, duración del tratamiento, efectos secundarios y coste. El interferón y ribavirina tienen tasas de curación del 45 %, hay que tomarlos entre 6 meses y un año y sus efectos secundarios son terribles. Por ejemplo: el 80 % desarrolla un cansancio tal que le cuesta esfuerzo ducharse y de esos, el 30 % tiene anemias, algunas tan graves que necesitan transfusión; el 40 % pierde varios kilos; el 25 % sufre hasta tres episodios diarios de náuseas, diarrea y vómitos; el 17 % tiene tos pertinaz; y también padecen insomnio durante todo el tiempo de tratamiento; llagas en la boca o fiebre. Hay que tener en cuenta que la mitad de los pacientes, como no se curan, solían repetir el tratamiento a los pocos años.

Frente a esto, los nuevos fármacos curan el 95 % de los casos, el tratamiento dura tres meses (suele llegar a seis en los casos más graves), y los efectos se minimizan. Si se combinan con ribavirina los efectos más comunes son fatiga (22 %) dolor de cabeza (20 %) y náuseas (14 %) pero en grado 1 o 2; no se da anemia si se prescinde de la ribavirina.

En cuanto al coste, un tratamiento clásico rondaba los 5.000 euros; si se incluye un fármaco nuevo de primera generación (75 % de curaciones) el gasto asciende a 25.000 euros por paciente. Si se opta por los más recientes, el coste se dispara: según el ministerio, 3 meses son 43.500 euros y por tanto, seis meses suman 87.000.

Algunas asociaciones aseguran que hay una «tarifa plana» a partir de cierto número, pero que el Gobierno no lo quiere admitir. El precio del fármaco no es relativo a su coste de producción. Un medicamento requiere diez años de trabajo y unos 1.000 millones de euros de desembolso.

¿Quiénes reciben los nuevos fármacos?

El informe de posicionamiento terapéutico (ITP) de la agencia del medicamento sobre el sofobuvir indica que los candidatos al fármaco deben cumplir alguno de estos requisitos: estar en lista de espera para trasplante, porque así se evitará que el nuevo órgano se infecte; haber sido trasplantados, pero debe analizarse cada caso; tener cirrosis comprobada con biopsia o Fibroscan superior a 14 kPa (a partir de 12 kilopascales se considera grave y de urgente tratamiento]) y si no hay ese escáner (el Fibroscan), el paciente debe tener varices esofágicas y ascitis; a todos los que presenten contraindicaciones para tratarse con interferón al margen de su grado de fibrosis hepática; y a quienes les haya fracasado el tratamiento con los inhibidores de la proteasa de primera generación.

Según el Gobierno, estos son 6.000 pacientes. Los hepatólogos, en cambio, calculan que pueden ser 30.000. La diferencia está en el grupo de los cirróticos. En la fase 4 de la enfermedad hay dos tipos de pacientes: compensados (los 25.000 que dicen los hepatólogos) y descompensados (los 6.000 que considera el Gobierno). Los primeros no tienen síntomas o solo varices esofágicas, y pueden estar así diez años. En los segundos hay complicaciones que los llevan al hospital y son recurrentes: la primera es la ascitis (60 %), hinchazón del abdomen por la presencia de líquido entre los órganos. Como no se sabe el tiempo que un paciente pasa de un estado a otro, el reloj juega en contra del enfermo, y de ahí que los especialistas quieran tratarlos cuanto antes.

La diferencia de dinero es sustancial: el grupo de los muy graves supone 522 millones de euros; con los graves hay que sumar 1.100 más. El Gobierno prevé gastar este año 125 millones.

¿Quién decide tratar a unos pacientes y no a otros?

Los especialistas proponen el tratamiento y este debe ser aprobado por las autoridades sanitarias aplicando el ITP, que está descrito por especialistas. Según Sanidad, el 96 % de los tratamiento solicitados han sido aprobados. La clave está en cumplir o no con los requisitos: si tienes varices esofágicas pero no ascitis, eres un cirrótico compensado a punto de descompensarte, pero no tienes derecho al tratamiento.

¿Qué aportará el plan estratégico?

La hepatitis se va a curar pero para ello es fundamental establecer el calendario de los nuevos tratamientos. Sabiendo cuántos enfermos hay en cada categoría se puede crear un plan de gastos para los próximos años. Lo singular es que ya debía estar hecho, porque esto se sabía desde hace casi dos años.