Ojalá los coches se moviesen con latas de cerveza vacías

SOCIEDAD

En 1985, Michael J. Fox nos llevaba a bordo de su DeLorean a un futuro en el que los coches y los monopatines volaban, las zapatillas se ataban solas y la ropa cambiaba de talla en función de su usuario

04 ene 2015 . Actualizado a las 10:43 h.

Aunque el cine y la literatura nos han contado el futuro desde todos los ángulos y perspectivas, la trilogía de Robert Zemeckis, producida por Steven Spielberg a mediados de los ochenta, ha llegado hasta nuestros días con tanta frescura que cada vez que hay una reposición televisiva nos deja la sensación de que estamos ante un estreno. Pero el tiempo ha pasado y, casi sin darnos cuenta, nos hemos plantado en el año 2015, en el que Michael J. Fox, que interpreta al personaje de Marty McFly en los tres filmes, desarrolla parte de sus aventuras a bordo de un flamante deportivo, un DeLorean, capaz de dar saltos en el tiempo.

Como tantas otras veces ha sucedido con estas visiones futuristas, apenas guarda algún parecido la realidad con la ficción, hasta el punto de que uno de los grandes iconos de la película, las zapatillas Nike de Marty que se ataban solas en el 2015 cinematográfico, han sido recientemente comercializadas por la firma estadounidense: eso sí, hay que calzárselas a mano, porque todavía no se ha desarrollado un sistema tan sofisticado para que se ajusten por su cuenta como el que mostraba el filme. De la misma manera, tampoco hay patinetes ni coches voladores en los concesionarios, aunque se hayan ensayado algunos prototipos, ni ropa que cambia de talla según la persona que se la ponga. Algunos avances que muestra la película se echan de menos, como el motor de automóvil que funciona con latas de cerveza vacías y otros desperdicios; mientras que otros, casi mejor que se haya quedado en la imaginación de los guionistas, como la moda de llevar dos corbatas en paralelo.

Curiosamente, donde la imaginación de los cineastas se quedó corta, como le sucedió a otros de sus predecesores, es en el terreno de las comunicaciones: la revolución que ha provocado Internet en este capítulo, junto a la tecnología que la ha hecho posible y que se ha desarrollado a su alrededor, suena a ciencia-ficción si se mira desde la perspectiva de aquellos guionistas que nos hablan de ¡video-faxes!

Y la revolución no va a parar, según los expertos. Regresemos al futuro, ahora de la mano de las mentes más brillantes de la ciencia actual: uno de los creadores de Twitter, Evan Henshaw-Platt, apunta a que a mediados de siglo la frontera entre las personas y las computadoras será tan fina que prácticamente los procesadores estarán en nuestro cerebro, hasta el punto de que seremos hombres-ordenador gracias a nuevas reacciones electroquímicas en nuestro cerebro; y el cofundador de Apple, Steve Wozniak, asegura que en 2050 el mundo virtual se habrá hecho cargo de prácticamente todas las tareas cotidianas que hacen actualmente las personas, lo que obligará a un gran cambio de las estructuras sociales. Wozniak habla de ordenadores conscientes, dotados de su propia personalidad, que lograrán mejores objetivos que sus colegas de carne y hueso: en el trabajo, en la educación, incluso en la amistad. «Tu mejor amigo, para entonces, podría llegar a ser un ordenador», apunta.

Los cambios tan radicales en la vida cotidiana, siempre marcados por los avances tecnológicos, podrían dejar una huella profunda en la medicina. Tan grande que, según la visión de George Chuch, ingeniero molecular en Harvard y considerado el mago de la genética, podríamos ser jóvenes hasta el día de nuestra muerte. Lo que no queda tan claro, en cambio, es si la enfermedad de Párkinson, la enfermedad que el actor de Regreso al futuro sufre en la vida real, tendrá ya una curación definitiva, si bien Chuch muestra una fe ciega en el desarrollo imparable de la biotecnología, que según él, tanto valdrá para construir una casa, fabricar herramientas o desarrollar medicinas para cualquier tipo de dolencia. Aunque para Manuel Patarroyo, que desarrolló la vacuna sintética contra la malaria, la gran revolución en el campo de la salud será la posibilidad de hacerse análisis genómicos personalizados de tal exactitud que podrían prever cualquier enfermedad futura, con las posibilidades de curación que ello ofrece. Para entonces, es posible sin embargo que sigamos sin coches voladores, pero no porque la tecnología no pueda desarrollarlos:, sino porque quizás no existirán los coches: igual que la ropa ajustada de plástico y la comida en pastillas deberían quedarse también en el cine.