No hay como el calor del carajillo en un bar

SOCIEDAD

MARCOS MÍGUEZ

El carajillo se pone sofisticado y regresa con el otoño a las cartas de los locales modernos. Es económico, tradicional y sabroso, un peligroso rival para el gin-tonic

15 nov 2014 . Actualizado a las 13:31 h.

Cuando el grajo vuela bajo... es tiempo de carajillo. Pocas bebidas con alcohol se identifican tanto con la batalla diaria contra el general invierno, aunque en realidad su guerra es otra. El carajillo de toda la vida, el que inventaron los militares españoles que participaron en el conflicto de Cuba a finales del XIX, fue lo mejor que nos trajimos de la isla. El peculiar maridaje entre los prestigiosos brandis españoles y los cafés caribeños vuelve a la barra de bares diurnos y sobre todo nocturnos con un punto de sofisticación que le ha permitido calar en entornos jóvenes, bohemios e inquietos. Vivió su época dorada en los 60 al calor de las tertulias masculinas de cafetería, tuvo un repunte en los 80 a través de la pluma de los intelectuales de la Movida y ahora vuelve a ser un signo de distinción.

Pero ¿el carajillo se había ido?, pensarán algunos. Nunca. El brandi, que vivió grandes momentos antes de la irrupción de los combinados con refrescos, resistió en las últimas décadas agazapado en las estanterías de los bares de barrio o de pueblo, lejos de las tendencias urbanas, pero con un consumo fiel y regular. Con estos mimbres, la bodega Osborne se propuso crecer en entornos más frescos y dinámicos. Su proyecto lleva cinco años de expansión y «si repetimos es porque funciona», afirma Ricardo Hierro, responsable de márketing de Magno e impulsor de la segunda Ruta del Carajillo, que se celebra en A Coruña hasta el 21 de este mes. Se trata de una selección de veinte bares, cafés y pubs con un toque simpático, joven y desenfadado en los que se puede disfrutar de un carajillo por el precio de un café. Para Hierro, el renacimiento del carajillo tiene mucho que ver con sus ingredientes conceptuales, «porque es tradicional, tiene calidad e invita al consumo reposado». Y además «es económico», apunta José Manuel Portela, formador de la marca cafetera Candelas. Este profesional recuerda que un carajillo hecho con las mejores calidades de brandi (y otros alcoholes) y con cafés de primera «cuesta la mitad que un gin-tonic de cualquier ginebra». Portela advierte que es importante medirse porque el carajillo, de otra forma, puede convertirse en un «pelotazo fuerte», explica el experto en cafés, quien también recuerda que en ciertos entornos pervive como una bebida «para tomar de buena mañana y aguantar el tirón hasta la comida». Su preferencia es la mezcla original con brandi, pero da por buenas las variantes que han ido surgiendo, desde el «café con jotas» de la Costa da Morte a otras opciones con aguardiente, whisky o ron. «En Asturias me lo han llegado a pedir con vodka», advierte.

De cafés y sus múltiples formas de servirlos sabe un rato largo Óscar de Toro, barista profesional que está creando escuela en Galicia. Para el propietario del Venecia, en Santiago, se trata de una bebida clásica de gran recorrido siempre que exista «preocupación» por combinar con un buen café, «algo que los más jóvenes cada vez aprecian más». Es la materia «predominante, y conviene no desvirtuarla», se justifica.

La medida perfecta

De Toro también apuesta por el comedimiento con las dosis porque considera que cuanto más ajustadas son «más agradables al gusto y al olfato». ¿Su carajillo perfecto? «Recomiendo servirlo en vaso de cristal, con dos centilitros de brandi, ocho o de diez gramos de azúcar, lo quemamos un poco y acabamos cubriendo con tres centilitros de un expreso derramado suavemente con una cuchara al revés». Solo falta la mantita.