El primer caso de ébola en España: Los trece errores del caso Teresa Romero

Sara Carreira Piñeiro
sara carreira REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Sanidad culpa a Teresa del contagio, pero la Administración fue lenta, ineficaz y opaca

10 oct 2014 . Actualizado a las 11:16 h.

Los responsables sanitarios aseguran que toda la culpa de la situación actual es de Teresa Romero, pero un repaso minucioso a lo ocurrido revela que hay al menos doce errores de organización, más uno de actitud en el caso de la auxiliar gallega.

1 Escasa formación. Médicos Sin Fronteras dedica en Europa cinco días de formación a los sanitarios para que sepan cómo actuar ante pacientes con ébola, y tienen que practicar con los trajes varias veces para evitar los errores; en África el cursillo es de quince días. En España esto no se hizo en ningún caso y, según denuncian sanitarios de La Paz, el curso que reciben es de pocas horas y teórico.

2 No era el mejor traje posible. Hay varios niveles de seguridad en los llamados PPE (siglas del término inglés Personal Protective Equipment, es decir, equipo de protección personal), y en función del contacto que se tenga con el paciente y sus fluidos se recomienda uno u otro. Teresa Romero se encargaba de limpiar los desechos del infectado -sobre todo vómitos y materia fecal- y eso supone estar expuesta al máximo nivel de contagio. Lo ideal hubiese sido un PPE-4 (nivel 4), impermeable y con un sistema de respiración autónoma; al parecer, ella, como los demás, recibía un PPE-2 (nivel 2).

3 Un «cuartucho» para cambiarse. El espacio de que disponían los sanitarios para cambiarse era muy escaso, de 1,5 metros de largo por 1 de ancho, con una estantería donde había un desinfectante. Los especialistas aconsejan un lugar amplio y cómodo, para moverse con facilidad (hay que retirarse la ropa echando los brazos para atrás) y no correr el riesgo de rozar con las paredes, donde el virus podría permanecer durante dos días. Además, aconsejan tener dos cubos con agua clorada (en más y menos solución) para ir lavándose las manos en cada fase. Por otra parte, en el caso del contagio de la lucense, los sanitarios del hospital aseguran que el cuarto donde se mudaban no se limpiaba.

4 Quitarse el traje sin ayuda. Es posiblemente el fallo más importante de todos, el que no tendría que haberse producido y el que podría suponer alguna dimisión. Retirar la ropa del sanitario es el proceso más delicado, al menos así lo consideran quienes atienden a enfermos de ébola. A veces a lo largo de un día una persona tiene que mudarse diez veces, lo que supone un estrés añadido a la preocupación de atender a un paciente tan peculiar. Por eso, absolutamente todos los que tratan con enfermos recalcan que es clave disponer de un sitio seguro para retirarse la ropa: debe ser amplio, contar con bidones de agua clorada para ir lavándose en cada parte del proceso (MSF usa un espray, aunque no todas las oenegés comparten esta opción porque algunos temen que sirvan para dispersan el propio virus) y, ante todo, debe haber un sanitario-espejo. Es decir, un compañero completamente protegido que debe ir recordándole los pasos que debe dar quien se desprende de la ropa. Lo resume muy bien un médico español en Sierra Leona, José María Echevarría, quien en una carta pública dice: «Incluso los más habituados al largo y tedioso proceso de poner y quitar el PPE, se olvidan a veces de algún paso o se equivocan en el orden de los procesos y protocolos, y eso puede llevar al contagio».

5 Llamadas al Carlos III. Al menos el día 30, si no antes -el marido de Teresa Romero, Javier Limón, dijo inicialmente que ella había contactado el día 29- llamó al hospital Carlos III para consultar sus síntomas. El departamento de riesgos laborales le dijo que no era susceptible de ingresar. El día 2 volvió a ponerse en contacto con el servicio. Nada. Ahora, tras el escándalo generado, han ingresado en el hospital al menos dos sanitarias con síntomas incluso más difusos que ella -décimas una, y la otra diarrea sin fiebre- así como el marido y el facultativo que la atendió en Alcorcón, ambos sin ningún síntoma.

6 La ambulancia. Sin protección y que trasladó después a siete pacientes más. Los sanitarios de la ambulancia recibieron a las seis de la madrugada del lunes el aviso para recoger a Teresa con un críptico «febril, pero se descarta ébola». Con semejante apunte, miraron con especial cuidado a la paciente, que tenía 37,20 de fiebre. Los sanitarios avisaron de que las condiciones de la paciente no eran buenas, pero les insisten que el destino es el hospital de Alcorcón. Tanto es así que el vehículo siguió trabajando y parece que llevó después a siete pacientes más. Ella mostraba exantema (erupción cutánea) en troncos e ingle, mialgias, malestar, náuseas, diarrea y tensión baja.

7 Más de 17 horas en Urgencias en Alcorcón, siete con el diagnóstico. La paciente llegó al hospital de Alcorcón sobre las siete de la mañana y se marchó pasada la medianoche. En ese tiempo ocupó un box aparte en Urgencias, y recibió atención de un único médico, Juan Manuel Parra, que desde el minuto uno consideró seriamente el riesgo de ébola por «intuición clínica» y obviamente tras hablar con Teresa. A las seis de la tarde pidió oficialmente al Carlos III que la trasladasen con urgencia. A las cinco había recibido la primera confirmación del test, y a las siete se corroboró. Teresa Romero fue trasladada al Carlos III siete horas más tarde.

8 Un único médico, sin refuerzos y con una bata que le quedaba pequeña. Por una carta hecha pública por Parra, todo hace indicar que el facultativo no tuvo ayuda de otros especialistas en su atención a la enferma, estuvo solo todo el tiempo (con sanitarios de apoyo, pero no más colegas). Mientras, la paciente iba sufriendo vómitos, diarreas constantes, menstruación, tos, expectoración y hasta erupciones en la piel. Parra calculó que tuvo que entrar hasta doce veces en el box, lo que suponía cambiarse en cada ocasión. Con el diagnóstico le facilitaron un traje adecuado, pero las mangas le quedaban cortas y siempre tenía parte de las muñecas al aire.

9 El box estuvo dos días sin limpiar. El virus del ébola se mantiene activo en la superficie de los objetos durante unos dos días y por tanto puede contagiar. El box donde estuvo ingresada Teresa Romero estuvo esos dos días sin limpiar -los técnicos de Ferroser entraron el miércoles por la noche- porque no había personal cualificado para hacerlo.

10 La información, por la prensa. La enferma y el médico que la atendió en Alcorcón dicen que se enteraron del resultado del test PCR por la prensa, en Internet. Nadie de Sanidad se puso en contacto tampoco con la familia de la paciente.

11 El médico, para casa. Juan Manuel Parra, después de 16 horas atendiendo a la enferma, es mandado para casa con el aviso de que se mire la temperatura dos veces al día. El miércoles decidió ingresar por su propio pie en el hospital Carlos III y aislarse ante el riesgo objetivo de haber enfermado de ébola.

12 La reunión con los vecinos, casi cuatro días después. Los vecinos de la urbanización de Alcorcón donde viven los Limón-Romero no recibieron información oficial hasta ayer por la tarde, cuando les reunieron en junta de vecinos. Ellos habían pedido ayuda a varias administraciones sin éxito.

13 Echar la culpa a la paciente y ser prepotente. Por si la cadena de fallos anteriores no fuese suficiente, Javier Rodríguez, el consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, echó la culpa de todo lo ocurrido a Teresa Romero, a quien incluso acusó de mentir intencionadamente a la hora de informar de su fiebre. Como se sabe, la falta de suficiente temperatura fue la causa esgrimida por el sistema sanitario para no atender a la lucense, y Javier Rodríguez intentó cubrir los fallos diciendo que ella se rebajaría la temperatura. Lo que no explicó Rodríguez es porque, si lo hizo así, Teresa llamó al servicio de riesgos laborales de su centro de trabajo para consultarles. En todo el proceso de esta crisis, el comportamiento de la clase política fue bastante opaco, especialmente la rueda de prensa del lunes día 6, en la que apenas se dio información y se limitó enormemente el número de preguntas. A partir de ese momento hubo información fragmentada y por ejemplo los médicos adscritos a los hospitales de Madrid tenían prohibido hablar con los medios de comunicación.