La Iglesia abre una gran batalla interna por el cambio en ética sexual

Íñigo Domínguez / Colpisa ROMA

SOCIEDAD

Comienza el sínodo sobre la familia, un choque entre innovadores y conservadores que dirá hasta dónde llegará la revolución de Francisco

04 oct 2014 . Actualizado a las 19:49 h.

Los sínodos, teóricamente importantes para la vida de la Iglesia, se han ventilado en los últimos años como eventos internos sin ningún eco ni efecto exterior. Son grandes congresos periódicos de obispos de todo el mundo para debatir cuestiones relevantes, un intento de debate interno creado por el impulso modernizador del Concilio Vaticano II en los sesenta que, en realidad, ha tenido escasa influencia. Pero esta vez va a ser distinto y está concitando una expectación inusitada. La revolución de Francisco pasa por el primer sínodo de su pontificado, dedicado a la familia, que arranca hoy y concluye el próximo 19 de octubre

Es la primera puesta en escena a gran escala del contraste entre innovadores y conservadores dentro de la Iglesia católica que, inevitablemente, debía aflorar con un papa como Bergoglio, dispuesto a cambiar cosas. Hacía mucho tiempo que no ocurría con tanta claridad.

Lo que está en discusión, y por eso Francisco ha elegido este tema, es todo el abanico de cuestiones de doctrina sexual que rodean a la familia y componen el mayor punto de desentendimiento actual entre fieles, sociedad en general, y jerarquía: divorcio, anticonceptivos, homosexualidad, fecundación artificial... El Vaticano envió en noviembre de 2013 un audaz e inédito cuestionario con 38 preguntas sobre estos temas a las diócesis del mundo y, por primera vez, también los fieles podían participar con sus respuestas. El Papa quería una radiografía fiel de la realidad, salir del ensimismamiento que censura en la Iglesia. La concibe como «hospital de campaña», que debe acoger a todos y centrarse en la misericordia, no en los preceptos.

La medida de Bergoglio

Bergoglio cree que debe cambiar algo, pero antes quiere escuchar.

De ahí esta gran operación de diálogo interno. A este sínodo seguirá otro el año que viene sobre los mismos asuntos, una innovación en busca de la colegialidad, la democracia interna pendiente desde el Concilio.

Las conclusiones finales ayudarán al Papa a tomar decisiones, aunque al final decidirá él solo. Será un buen banco de pruebas para saber hasta dónde llegará realmente Bergoglio con esta apuesta por el gobierno compartido.

Si es demócrata de verdad -novedad absoluta en la Iglesia- o de boquilla.

En cualquier caso que nadie espere vuelcos radicales de doctrina, como una apertura al preservativo. Corresponderá a Francisco medir el alcance de este paso adelante.

El fenómeno más interesante que ha desencadenado el sínodo es la vistosa reacción del ala conservadora de la Iglesia. El símbolo de una batalla que, en realidad, es muchísimo más amplia es un primer movimiento de cambio: la posibilidad de permitir la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar. Ahora está prohibida. Lo que piensa el Papa a priori se sabe o se imagina.

Empezó a calentar motores en el consistorio de febrero, el encuentro de cardenales con motivo del nombramiento de nuevos purpurados. Quiso dedicarlo a la familia y encargó el discurso de apertura a su amigo el cardenal alemán Walter Kasper, histórica voz progresista. Kasper se mostró a favor de cambiar las reglas y abrirse a los divorciados. Fue el pistoletazo de salida a un choque abierto. El cardenal Camillo Ruini, uno de los líderes del sector conservador, reveló luego contra toda praxis y con mucha intención el resultado de la votación de los cardenales sobre la intervención de Kasper: 15 a favor y 85 en contra. Como para decir: es una opinión minoritaria. Y lo más importante: el Papa no tiene razón y opondremos resistencia.

A partir de entonces ha habido un goteo de declaraciones contra Kasper de pesos pesados -Ouellet, Scola, Pell...- culminado el mes pasado con un libro de cinco cardenales, entre ellos nada menos que Gerhard Ludwig Muller, el prefecto de Doctrina de la Fe. Es otro gesto insólito porque es la máxima autoridad vaticana para fijar la ortodoxia. En teoría es un hombre del Papa que refleja su visión, pero es que Muller fue elegido por Benedicto XVI. En este pulso, Francisco también ha lanzado señales. Hace dos semanas casó en persona a 20 parejas, algunas ya parejas de hecho o con hijos de uniones anteriores. «Basta con peleas y facciones», dijo a los obispos la semana pasada. Por si había alguna duda el secretario general del sínodo, el cardenal Lorenzo Baldisseri, advirtió el viernes: «El Papa quiere abrir puertas que hasta ahora han estado cerradas». Por cierto, el debate entre los 253 participantes, prelados, teólogos y fieles, será a puerta cerrada.