Os Caneiros, el botellón que se comió las meriendas

SOCIEDAD

La chavalada y la guerra del vino se apropian de nuevo de la primera jira betanceira

19 ago 2014 . Actualizado a las 11:43 h.

Seguramente, en algún momento, Os Caneiros fue una jira campestre en la que las familias y las pandillas llevaban sus viandas y sus manteles para comer de campo. Hoy de eso también hay, pero, sobre todo, Os Caneiros es un gran botellón a la vera del río Mandeo, donde la principal diversión, aparte de bascular alcohol por el gañote abajo, reside en mojar al que está seco, preferentemente con vino.

«Esto es solo hoy», me comenta un betanceiro: «La semana que viene la romería es más familiar, no hay tanta chavalada». El argumento es como un mantra que se escucha por todas partes. Sin embargo, a las tres de la tarde, en Betanzos, la cosa no parece lo que realmente es. Por el puerto desfilan barcos, barquitos y barcazas más o menos engalanados y con una tripulación alegre, pero nada ebria. Alguno hay, eso sí, donde la fiesta se desborda ya por babor y estribor al ritmo, por ejemplo, de una increíble versión house de A sementeira de Fuxan os Ventos. Está claro que eso de la boat party, en Betanzos, lo tienen más que inventado. Desde los altavoces del barco, el diyéi avisa al pasaje: «Non tiredes os vasos». Y a mí no me da tiempo a pensar en lo cívicos que son, porque enseguida completa la frase: «Que están contados».

Finalmente, Protección Civil se apresta a llevarnos río arriba hasta el campo de Os Caneiros. La verdad es que da gusto remontar el Mandeo y saludar a las pandillas que buscan la sombra de la ribera para atracar y comer. Los barcos se cuentan por decenas, aunque los grupos no están solo a bordo de las embarcaciones. Algunos han montado el chiringuito en la orilla. De muchos barcos sale música. Hay quien lleva su propio gaiteiro, hay quien lleva incluso un karaoke a bordo. Muiñeiras, house y pasodobles. A medida que nos acercamos al campo, crece el número de embarcaciones, o simplemente objetos flotantes. Hasta aparece por allí la Guardia Civil controlando a los barcos más sospechosos. Es como vivir la película Apocalypse Now, pero con tono festivo. Y, como en la cinta de Coppola, al sobrepasar la última curva aparece el campo de Os Caneiros poblado de sus nativos ataviados con las camisetas malvas.

El tinto lo tiñe todo

El color se debe al vino que sale indiscriminadamente de botellas y pistolas de agua con las que está armada la chavalada que puebla el campo y que acaba tiñendo el aire que se respira y las camisetas de la gente. Eso al que la conserva, porque se trata de una prenda que, a medida que avanza la tarde, puede desaparecer. Es la otra romería, la más joven y salvaje que se ha apropiado en estos últimos años de la primera jira de Os Caneiros. Este año, el Concello ha intentado rebajar el tono alcohólico y desmadrado que caracteriza la convocatoria, pero, a tenor de lo visto ayer, sin éxito alguno. Es más, la cosa, este año, incluyó a última hora un multitudinario altercado.

A las cinco de la tarde, el personal se pone de acuerdo y lanza un grito unánime. ¿Qué ha pasado? Nada grave. Es el diyéi que comienza a pinchar. Mientras la mayor parte de familias y pandillas siguen dándole a la empanada en los barcos repartidos por el Mandeo, la chavalada grita y salta en el campo salpicándose con más y más vino y dándole al botellón, que, en su mayoría, se han traído de sus casas.

De vez en cuando, un grupo salta desordenadamente desde el muelle hasta las sufridas aguas del Mandeo. Parece milagroso que no se rompan la cabeza cayendo los unos encima de los otros. El baño está prohibido pero, ¿quién va a ir a recordárselo? A lo largo de la tarde, serán varios quienes tengan que ser evacuados vencidos por el alcohol: otro clásico de una romería que se ha convertido en algo distinto y que cada año recibe a más participantes alimentados por su propia leyenda.