Este viaje histórico -hacía 25 años que un pontífice no pisaba Corea-, se recordará también como el primer vuelo papal que atraviesa el espacio aéreo de China. Una petición que se le negó a Juan Pablo II en 1989 y que Francisco aprovechó para buscar un acercamiento con el presidente chino, Xi Jinping: «Extiendo mis mejores deseos a su excelencia y a sus conciudadanos, e invoco bendiciones divinas de paz y bienestar a toda la nación», dijo el papa cumpliendo su costumbre de enviar un telegrama al Gobierno de los países que sobrevuela.
En esta primera jornada, la agenda incluía una reunión con la Conferencia Episcopal Coreana, y a los obispos les pidió que no caigan en la tentación de una vida «mundana» basada en el «éxito» y el «poder» en medio de una sociedad «cada vez más secularizada y materialista». En estas circunstancias, los pastores sienten la tentación de adoptar no solo modelos eficaces de gestión y organización tomados de los negocios, sino un estilo con «los criterios mundanos del éxito e incluso del poder». Para Bergoglio, esta deriva «termina por disipar todo fervor misionero».
La visita, que acaba el lunes, tendrá en mañana sábado su punto culminante, cuando Francisco se dé un baño de masas durante la beatificación de 124 mártires, a la que está previsto que acudan cerca de un millón de fieles. Con 100.000 bautizos al año, Corea del Sur es uno de los países con más católicos de Asia, solo superado por Filipinas y Vietnam.