El «Legado do Tibu» conquista todo el planeta

Sara Cabrero
Sara Cabrero LA VOZ

SOCIEDAD

Lo que empezó como una broma de lo más inocente se ha convertido en un monstruoso efecto dominó, este reto ha conseguido dar un salto y ya ha salpicado a gente que se encuentra en países como Alemania o Argentina

08 jun 2014 . Actualizado a las 14:36 h.

Chapuzón o agujerear un poco los bolsillos. No hay más opciones. El Legado do Tibu se ha convertido en el último fenómeno viral de internet; una cadena que no conoce de edades, de clases y ahora incluso de fronteras.

El culpable de esta plaga de vídeos que cada día invade las redes sociales tiene nombre y apellidos. Damián Pereira, un joven de Xaviña (Camariñas) que actualmente se encuentra emigrado en Suiza, importó esta peculiar campaña nada más y nada menos que desde Misuri (Estados Unidos). Allí, los vecinos de la localidad de Tarkio decidieron comenzar a bañarse en agua fría para ayudar a sufragar el tratamiento de un bebé de cuatro meses aquejado de cáncer.

Alejado del propósito inicial, Damián Pereira -conocido como El Tiburón (Tibu) porque juega al fútbol con sus colegas portando camisetas de Puyol- decidió pegarse la primera zambullida nominando a tres de sus amigos con la condición de que si en 48 horas no se bañaban en agua fría deberían pagarle una mariscada. De la forma más inocente, Damián Pereira, creó de la nada un monstruoso efecto dominó que ha conseguido salpicar incluso a otros continentes.

Portando ropajes de lo más osados y en plazas públicas o ataviados con las prendas del día a día y en la intimidad de la ducha de casa. Alcaldes, diputados y famosillos o gente del común. Jóvenes o mayores. El Legado do Tibu ha encandilado a todos y esa receta le ha permitido dar el salto hasta remotos puntos del globo terráqueo.

Luis Díaz Allegue, un lucense afincado en Buenos Aires, puede presumir de haber realizado su reto en un lago en los bosques del porteño barrio de Palermo. «Cuando la gente me vio, en un primer momento no comprendía lo que estaba haciendo, pero cuando conseguí salir de la fuente en la que me metí me aplaudieron. El Legado do Tibu es una broma sin maldad alguna; y en mi caso, me hizo mucha ilusión que los amigos que me nominaron se acordaran de mí cuando estoy a más de 10.000 kilómetros de distancia», declara este joven.

Pero no solo Sudamérica tiene la suerte de contar con valientes continuadores del Legado do Tibu. Los europeos también han podido contemplar cómo sus fuentes y playas se llenaban de inauditos bañistas que recogían el testigo iniciado por el gallego Damián Pereira. Xacobe Pajares fue nominado por dos amigas gallegas y decidió lanzarse sin flotador a la mismísima plaza Alexanderplatz de Berlín. «La gente que me vio se quedó atónita y alguno que otro hasta me aplaudió, aunque no creo que nadie supiera qué era lo que hacía exactamente», explica este vigués emigrado a Alemania, quien además asegura que el Legado do Tibu le parece una idea muy original. «Esta cadena te obliga a hacer algo divertido», sentencia.

Pero la cosa no se queda ahí, porque el relevo de los miles de gallegos que a lo largo y ancho del mundo se han ido sumando a esta idea, ha sido recogido por otros participantes que ya han hecho suyo el Legado do Tibu. Jorge González, un joven madrileño de 23 años, pudo observar cómo la cadena empezaba a extenderse entre sus amigos del barrio: «Conocí el Legado do Tibu viendo en Facebook como un chico de A Coruña nominaba a un amigo mío que sería quien se encargara de expandirlo por aquí». Para este joven uno de los grandes atractivos de esta moda es «que nunca sabes a quién te vas a encontrar haciéndolo y de qué manera ya que hace explotar mucho la creatividad de la gente».

Leire Muñoz, natural de Vitoria, no había escuchado hablar del Legado do Tibu hasta que una amiga suya de A Coruña la nominó: «Aquí en el País Vasco no conozco a nadie que lo haya hecho. Pregunté a mis amigos y a todos les sonaba a chino, pero cuando les dije sobre qué iba les encantó la idea. Ojalá consiga traspasar las fronteras gallegas y empiece a llegar aquí también esta moda».

El Legado do Tibu no permite medias tintas; aquellos que al principio lo observaban con estupor, ya han empezado a caer. Hay que mojarse.