El príncipe que encontró a su media naranja en una bailarina

nacho blanco REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

El hijo menor de Diana de Gales podría estar pensando en su boda

15 mar 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Harry, mejor dicho Enrique Carlos, cuarto en la línea de sucesión de la monarquía inglesa tras el nacimiento de su sobrino Jorge, es un joven vivaracho y alegre, en algunas ocasiones en exceso, sobre todo en aquellas que los medios han destacado por sus salidas de tono.

El príncipe está enamorado. Ya tuvo una novia hace años, pero no cuajó. Sin embargo, parece que la cosa ahora va más en serio, tanto que en Inglaterra ya se habla de boda. La elegida se llama Cressida Bonas, con la que lleva desde mayo del 2012, una veinteañera risueña y guapa que estudió danza en las mejores escuelas y que es hija de una señora muy curiosa que antaño fue modelo. Y por sus venas corre algo de sangre real. No podía ser menos, pues es descendiente de reyes, aunque por vía de amancebamiento, pero aún así, en este mundo de tiaras, esto pesa lo suyo.

Aunque desde Buckingham Palace desmienten que se esté preparando un enlace entre la «oveja negra» real y Cressida, los rumores se han disparado en los últimos meses. Los «tensiómetros» de bodas reales apuntan a cuatro datos premonitorios. El primero es que Harry ya participa activamente en la cara pública de la monarquía, con asistencia a galas benéficas y humanitarias. Las fiestas de juventud han pasado a mejor vida.

La segunda, más trascendente si cabe, es que la rubia Cressida ha aparcado el baile -profesión respetable pero poco acorde con las labores palaciegas- y se ha enrolado en la empresa de su padre Jeffrey Bonas, un reconocido hombre de negocios.

Los mentideros dicen que Harry, que se educó en lo mejorcito de Gran Bretaña y llegó a teniente tras su paso por la Academia Militar, llevará este verano a Cressida Bonas nada más ni menos que al castillo de Balmoral, residencia veraniega de la reina Isabel II, su abuela. Y dicen los expertos que, así como ya ocurrió con Kate Middleton, que visitó el caserón antes de anunciarse su boda con el príncipe Guillermo, ahora podría pasar lo mismo.

El hijo pequeño de Diana de Gales, fallecida en accidente de tráfico en París en agosto de 1997, sabe que como mandan los cánones reales, de haber pedida de mano, necesitaría de la aprobación de su grandmother. ¿Será Balmoral el lugar elegido para soltárselo a la matriarca de los Windsor?

Ristra de escándalos

Por de pronto el príncipe Harry y Cressida ya se dejan ver juntos. Salidas a locales de moda, partidos de rugby y fútbol y otros eventos de tirón juvenil, ahí está últimamente la pareja, que fue presentada en el 2012 por la prima de él, Eugenia, hija de Sarah Fergusson, duquesa de York.

Pero Harry, a pesar de haberse tornado enamoradizo no puede borrar su pasado de un plumazo, y la prensa rosa recuerda sus salidas de madre hasta la saciedad. Es un chico de escándalos. Y con ello ya cuenta Cressida, seguro. Entre los más sonados, los golpes que le propinó en estado de embriaguez a un paparazzi que lo aguardaba a la salida de un pub, o las fotografías en las que esnifaba vodka junto a unos amigos en Australia. Una fiesta de Halloween, a la que acudió disfrazado de nazi, dio la vuelta al planeta, con Harry luciendo una esvástica en un brazalete. Tuvo que pedir perdón públicamente. En su etapa de formación militar también la armó, utilizando epítetos racistas contra algún compañero. Y cuando cursaba estudios en el selecto Eton College se le acusó de haber hecho poco y utilizar un negro para superar los exámenes, algo que denunció una profesora y que le costó el puesto de trabajo.

El nieto travieso de la reina reconoció que bebía alcohol y que consumió cannabis, y su padre, el príncipe Carlos, lo envió a una cura rápida que sonó a ficción. La última que armó fue en Las Vegas, con una juerga en un hotel de miles de euros por noche, donde jugó con amigos y un grupo de chicas al estriptís, apareciendo imágenes de él en cueros abrazando a una jovencita.

Cressida Bonas, que viste informal y algo bohemia, se enfrenta a un doble reto si desea llevar tiara: sostener el culo inquieto del príncipe y encajar en el exigente Buckingham Palace.