Reinhold Messner: «Subir un ochomil se ha convertido en turismo»

SOCIEDAD

El primer hombre que subió los catorce ochomiles atiende a La Voz

09 mar 2014 . Actualizado a las 15:15 h.

El primer hombre que subió los catorce ochomiles, el primero que coronó el Everest sin oxígeno y el primero que lo hizo en solitario. Tres hitos que resumen por qué Reinhold Messner (Bressanone, Italia, 1944) está considerado el más grande alpinista de todos los tiempos. Una leyenda del himalayismo que demostró que se podía ascender un ochomil de la forma más pura y autosuficiente, sin la parafernalia de las grandes expediciones. Messner atendió a La Voz por teléfono desde su refugio de Bolzano, en el Tirol italiano, donde a sus casi 70 años sigue preparando nuevas aventuras.

¿Qué diferencias hay entre el estilo alpino y las expediciones?

El estilo alpino nació hace más o menos 250 años. Se llama así porque en los Alpes, en esa época, comenzó la era moderna del alpinismo. Gente sin ninguna preparación cogía sus bártulos y subía y bajaba las montañas. En el Himalaya hay un periodo antes de conquistar las montañas. Las expediciones van allí, hacen un campo base, hacen varios campos en altitud, ponen cuerdas fijas y después de cuatro o cinco semanas de preparación, construyendo una pista hasta el último campo, alguien sube hasta la cima. Este estilo es muy pesado y costoso y durante mucho tiempo era la única posibilidad de escalar un pico de 8.000 metros. Pero en 1975 Peter Habeler y yo demostramos que se podía subir exactamente como habíamos hecho antes en los Alpes, cogiendo una mochila en el campo base y simplemente subiendo y bajando.

¿Cómo ha cambiado la aventura de subir un ochomil desde los años 70?

Totalmente. La forma de subir un ochomil ha atravesado por tres periodos en la historia. El primero fue entre 1950 y 1965, exactamente hasta el 64. Los mejores escaladores de diferentes naciones, como China, Alemania, Austria, Italia, Suiza, Francia... ascendieron por primera vez los ochomiles. En el segundo periodo, cuando yo estaba activo, escalamos por las rutas más difíciles y abrimos algunas nuevas. Descubrimos nuevas formas de encarar el reto: en estilo alpino, en solitario... Actualmente los ochomiles se han convertido en destino de turistas, y los organizadores de estas expediciones, junto a los guías y con la ayuda de los sherpas, preparan una pista hasta la cima por la que asciende mucha gente. Así que subir un ochomil se ha convertido en turismo.

Hace medio año conocí a un hombre sin brazos que llegó a la cima del Everest. Esto es posible con toda la tecnología que tenemos a nuestra disposición actualmente. La escalada tradicional es peligrosa porque hay avalanchas, por el frío, la falta de oxígeno, puedes despeñarte o caer en una grieta... así que hay un montón de peligros. Es difícil defender esta actividad ante la gente corriente. Pero si a alguien le gusta, que lo haga.

Usted ha dicho que en los próximos años habrá muchas más tragedias en las montañas. ¿Por qué?

Bueno, no. Cada vez hay menos montañismo tradicional, pero también cada vez es mejor. El montañismo se está convirtiendo más y más en un deporte y más y más en turismo para una gran cantidad de personas. Pero un pequeño número de alpinistas seguirán siendo alpinistas e irán allí [al Himalaya] por su cuenta y se arriesgarán mucho, pero serán mucho mejores que las generaciones precedentes.

El pasado mes de octubre, el suizo Ueli Steck hizo historia al ascender en solitario la cara sur del Annapurna. ¿Quedan todavía retos en el Himalaya?

Quedan muchos como ese. Esa montaña se escaló por primera vez en 1970. Ueli Steck trazó una nueva ruta y lo hizo en solitario, y ese es un gran logro. Pero hay cosas mucho más difíciles que la cara sur del Annapurna.

A veces el alpinismo parece un carrera de récords y se producen situaciones insólitas, como la controversia acerca de la primera mujer que subió los catorce ochomiles.

Eso es un signo típico del deporte en las altas montañas. El montañismo no lo puedes plantear como si fuera una competición, porque las condiciones son diferentes cada día. Cuando esas mujeres fueron a los ochomiles se volvieron muy ambiciosas por ser la primera, peleando en los periódicos. Pero yo creo que las tres lo consiguieron: Oh, de Corea, Edurne Pasaban y especialmente Gerlinde Kaltenbrunner, que fue la primera que lo hizo sin oxígeno y por tanto mejor.

¿Qué diferencia hay entre escalar con oxígeno y sin él?

Es mucho más difícil subir sin oxígeno porque es más duro. Pero la gran ayuda actualmente no es el oxígeno, sino la pista preparada hasta la cima. La mayoría de la gente sube por una pista y esto no es alpinismo, es turismo.

¿Qué pasaría si se hiciese un control antidoping en el campo base del Everest?

No me pregunte a mí. Yo fui afortunado porque nací en una época en la que las drogas no existían, al menos en términos de doping, pero hoy no existe un control de este tema en el Himalaya, así que que quién sabe qué está pasando. Hay quien dice que prácticamente no hay ningún escalador que no esté dopado... No lo sé.

Las cuerdas fijas, ¿pueden considerarse una especie de doping?

No, las cuerdas son una ayuda. Forman parte de la infraestructura que está haciendo que las montañas sean el objetivo de turistas y no de los alpinistas.

Usted vive en Europa central. ¿Cómo se ve desde ahí el choque entre la Europa del norte y la del sur, con la crisis económica que ha azotado a países como España, Italia o Grecia?

Es un gran problema. Pero me temo que el problema no es que los países del sur tengan ahora falta de dinero; el problema es que en los últimos veinte años no han sido capaces de competir en el mundo globalizado. En España, Italia y Grecia la gente no ha aprendido a usar sus recursos. Por ejemplo, ¿se ha incrementado el turismo en Italia? ¿Y la agricultura en España? ¿Y la industria? Ellos siempre tendrán problemas. Tienen que aprender a competir con China, Brasil, América... Alemania está compitiendo bien, son muy buenos en alta tecnología. Pero Alemania sola no puede alimentar a Europa. Tenemos que aprender a usar nuestros recursos para ser más competitivos.

También hay una ola de xenofobia. Suiza acaba de votar a favor de imponer cuotas estrictas a los inmigrantes de la Unión Europea, y ha rechazado la entrada de trabajadores croatas. ¿Qué le parece?

Los suizos tienen muchos extranjeros en su territorio, más que cualquier otro país europeo, y los necesitan. Estoy seguro de que establecerán una ley con base democrática y no tan dura como la gente se está temiendo. En cualquier caso, en el norte de África mucha gente se está muriendo de hambre y ansía vivir en nuestros países. Tenemos que ser abiertos y ayudarles o de otra forma seguiremos teniendo problemas sin fin.

Volviendo a las montañas, su primera cima de más de 3.000 metros fue a los 5 años, con su padre. ¿Lo recuerda?

Han pasado más de 65 años, así que es difícil recordar los detalles, pero todavía tengo algunas imágenes en mi mente. Me puedo ver sentado descansando en algún momento de esa ascensión.

¿Conoce a algún escalador de Galicia: Sechu López, Chus Lago, los hermanos Martínez Novás...?

Conozco sus nombres, pero nunca los he encontrado. Yo vine por primera vez a España en 1971 como conferenciante, así que somos de generaciones totalmente diferentes. En los años 50 España no era una nación montañera, pero ahora los alpinistas españoles están entre los mejores del mundo. La escalada se ha convertido en una actividad global.

Usted también ha participado en expediciones para cruzar los polos. ¿Cómo fueron?

Intenté cruzar el Ártico, pero fracasé. No atravesé el Polo Norte, crucé Groenlandia. Es muy diferente de cruzar el Polo Sur [lo hizo a pie en 1990, junto a Arved Fuchs, 2.800 kilómetros sin ayuda animal ni motorizada]. También hice la travesía del Campo de Hielo Norte, en la Patagonia. Cada aventura es diferente y cada una es una experiencia muy fuerte. Depende de las condiciones del hielo, del frío, del tiempo...