A los obispos les cambia la voz

antonio paniagua MADRID / COLPISA

SOCIEDAD

Juan Antonio Martínez Camino, que el miércoles será relevado, a su llegada a una rueda de prensa de la Conferencia Episcopal.
Juan Antonio Martínez Camino, que el miércoles será relevado, a su llegada a una rueda de prensa de la Conferencia Episcopal. javier lizón < / span>efe< / span>

Martínez Camino, flagelo de laicistas, deja la portavocía de la Conferencia Episcopal

18 nov 2013 . Actualizado a las 12:09 h.

Juan Antonio Martínez Camino lleva mucho tiempo lidiando con la prensa y siendo el flagelo de Gobiernos y laicistas que se atreven a desafiar la doctrina de la Iglesia. El portavoz de los obispos deja su cargo porque, con los estatutos de la jerarquía eclesiástica en la mano, no puede ser elegido para un tercer período. La asamblea plenaria de obispos decidirá el miércoles quién le sucede.

Martínez Camino abandona su cometido en un momento en que la figura de su mentor, Antonio María Rouco, presidente de la Conferencia Episcopal, declina. Los vientos que llegan de Roma no les son favorables al tándem episcopal. Desde que en el 2003 fue elegido secretario de la Conferencia Episcopal, su carrera eclesiástica se ha desarrollado al abrigo de Rouco, quien le promovió a obispo auxiliar de Madrid en el 2007, en contra del criterio de los jesuitas, reacios a aceptar cargos y dignidades eclesiásticas.

Sus partidarios lo ven como un hombre franco que encarna la tradición de la Iglesia. Sus detractores, en cambio, lo definen como un exponente del autoritarismo eclesial, obcecado en una defensa de la moral sexual que excluye a gais, divorciados o parejas de hecho.

Rigidez doctrinal

El teólogo Juan José Tamayo, director de la cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones de la Universidad Carlos III de Madrid, se muestra crítico con la actuación de Camino. «Ha estado al servicio de la estrategia neoconservadora de Juan Pablo II y Benedicto XVI. Representa la corriente restauracionista de una Iglesia patriarcal y piramidal. Su mandato ha reforzado la ortodoxia y la rigidez doctrinal», apunta Tamayo, quien hace partícipe a Martínez Camino de la sanción que le impuso la Conferencia Episcopal por su libro Dios y Jesús. Durante diez años, entre 1993 y 2003, Camino fue miembro de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe.

No hace falta ser muy perspicaz para darse cuenta de que la simpatía y espontaneidad que emana el papa Francisco no adornan el temperamento de Martínez Camino. En cambio, atesora otras cualidades, como una mente brillante y notable capacidad dialéctica. Sus críticos, sin embargo, le reprochan el tono desabrido que gasta.

Pocas veces rehúye la discusión, como lo demuestra el debate que mantuvo con Salvador Pániker a propósito de la eutanasia. Tan pronto ve «totalitario» oponerse a la clase de religión como advierte a los legisladores de que el aborto conlleva la excomunión; un día dice que el lince ibérico goza de mayor protección jurídica que el feto humano y otro que la disolución del matrimonio civil «es más fácil que rescindir un contrato de telefonía móvil». Entre sus inquietudes no está la corrección política.

Jubilación de Rouco

El relevo de Martínez Camino es importante porque con él empieza la renovación de la cúpula de la Iglesia católica española. En marzo, si antes el papa Jorge Mario Bergoglio no acepta su renuncia, se jubilará el cardenal Rouco Varela, que ha cumplido 77 años. En la misma circunstancia se encuentra el titular de otra diócesis relevante, Lluís Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona, de 76. Ambos han rebasado la edad de retiro, fijada en los 75 años.

Hasta ahora los aires de cambio que pretende imponer Francisco no se han traducido en una remodelación de la jerarquía católica española. Aunque los obispos eligen a sus homólogos invocando al Espíritu Santo, cada papa deja su impronta en los episcopados nacionales. La composición de la actual jerarquía está ahormada por los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI. Lo lógico es pensar que Francisco hará algo parecido.