En coro, los especialistas dividen una mañana que se reparten en reuniones para poner en común las incidencias de todos los enfermos y para conocer de primera mano los casos que con seguridad los ginecólogos derivarán a la planta de neonatos. Entre los recientes está el de los trillizos Ángel, Carlos y Daniel, una carambola que Begoña y César, sus padres, todavía están asimilando con intendencia prusiana. «Íbamos a por la niña -confiesa la madre-, lo habíamos calculado todo para que su hermano mayor le llevara dos añitos y pico, pero la operación matemática se multiplicó. Ovulé dos veces, uno se dividió en dos y el resultado han sido los gemelos Ángel y Carlos, y el mellizo Daniel».
Cogerlos en brazos
La sorpresa inicial dio lugar a un embarazo normal, pero medido bajo la lupa de la inquietud. El parto se produjo en la semana 32.ª y cuatro días, un logro en un embarazo múltiple que acabó en manos del equipo de neonatos. «Yo creo que en mi parto había por lo menos 20 personas pendientes de nosotros, entre ginecólogos, pediatras, enfermeras, anestesistas...». Sus tres hijos se alinearon en el límite de lo que se considera un gran prematuro, porque por debajo de 32 semanas de gestación y menos de 1.500 gramos de peso las complicaciones son mayores, si bien uno de ellos, Carlos, necesitó más atenciones (pesó 1.410). Begoña tardó cuatro días en poder coger en brazos a uno de sus trillizos recién nacidos, una sensación que los desestresó a ambos, y que en cuanto es posible los médicos favorecen. El método canguro, que consiste en colocar al bebé en el pecho de los padres, es la base en la actualidad de una atención personalizada que permite a los padres acceder a la uci neonatal desde las 9.30 de la mañana a las 11 de la noche. «Esto ha cambiado mucho -dice Tere, la veterana-. Hace unos años los niños estaban en sus boxes separados por un cristal y los padres apenas podían verlos. Hoy está demostrado que ponerlos sobre el pecho les evita apneas y favorece el desarrollo».