Ramón Blanco: «Sentí una especie de alivio, de tranquilidad, de emoción»

SOCIEDAD

Este alpinista gallego coronó el Everest en 1993, convirtiéndose en ese momento en la persona de más edad en subir al «techo del mundo»

02 jun 2013 . Actualizado a las 20:40 h.

Nacido en Ourol (Lugo) hace 80 años, Ramón Blanco hizo cumbre en el Everest en 1993 dentro de una expedición británica. Entonces se convirtió en la persona de más edad en coronar el techo del mundo.

Se cumplen 60 años de la primera ascensión (Hillary/Norgay), pero la primera sin oxígeno fue en 1978. Hay quien considera que el uso de botellas equivale al dopaje. ¿Es exagerado afirmar eso?

En los inicios del montañismo se intentaba ascender sólo con el esfuerzo propio de cada uno, pero, después de varios fracasos en el Everest, se decidieron a hacerlo con oxígeno. Fueron varias las pruebas con aparatos, prácticamente experimentando. Los primeros intentos son de los años 20 del siglo pasado. Lo que interesaba era ponerse encima de la montaña. Era una cuestión de honor. Los permisos en aquella época eran una vez para cada país, una vez al año, por Nepal, que había estado prohibido desde siempre. Incluso por la parte de Tibet, había habido inconvenientes. Pero, bien, en 1952 los suizos, con Tenzing Norgay como sirdar (guía o líder de sherpas, normalmente el más experimentado), llegaron un poco más abajo de la cumbre sur. Era cuestión de unas pocas horas alcanzar la cima. Pero eran otros tiempos, con otras mentalidades: pienso que más cuidadosas o conservadoras, no sé.

Ya es conocido como lo logró la expedición británica. Tenzing fue clave para esa ascensión Tenía la capacidad física para poder llegar a la cumbre, incluso sin oxígeno; pero formaba parte de un grupo que se regía por ciertas normas. Hago un paréntesis: Tenzing no fue tratado por los británicos como un compañero montañista, sino como un sherpa más del montón, con un poco más de consideración porque era el sirdar de estos. Los suizos sí lo trataron como a un compañero más y le brindaron su amistad. En la expedición británica, el primer intento a la cumbre lo hicieron dos británicos. En el segundo, ya se sabe: Tenzing y Hillary. Aquella polémica pregunta, ¿quien fue el primero? El primero fue un acto innoble, a mi manera de ver. Lo honroso y noble hubiera sido los dos al mismo tiempo; seguro que eso ocurrió. Además, allí no hay un punto crítico para poder decir éste es el más alto; no hay una roca sólida que pueda uno decir: aquí es. Tenzing se hizo famoso, sí, pero ¡cuánto le costó esa incompleta fama! ¡Cuánto no fue forzado a aceptar que había sido Hillary el «primero». Con el tiempo llegó a sufrir de alcoholismo.

Bueno, a partir de allí se generalizó el uso del oxígeno, hasta que aparecieron Habeler y Messner, que formaban parte de una expedición, lo intentaron y lo lograron (coronaron el Everest sin oxígeno en 1978). Messner, más «animado» por la prensa, siguió... para adquirir la fama merecida que tiene; y luego lo hizo en solitario, lo mismo en otras montañas. Luego se mezclan los que lo hacen con oxígeno y sin él. También hay mujeres que lo lograron de ambas maneras. Luego está cuánto oxígeno emplea cada escalador y si llevan uno o dos sherpas con él, que de estos muchos suben, o no, con oxígeno. A pesar de ello muere bastante gente en el intento. Que nadie piense que llevando oxígeno puede caminar tan fácil como estando abajo. Dicen que aún con oxígeno es como si uno estuviera a una altura de unos 7.000 metros o más.

Cuando yo fui le dije a Steve, el líder de la expedición, que iba a intentar ver hasta dónde podía llegar sin el oxígeno. Me dijo que por favor no lo hiciera, que si me sucedía algo sería muy difícil que pudieran ayudarme y echaría a perder la expedición. No pensé más en eso. De todos modos fui con menos de lo que debía, porque un cilindro se me escapó de las manos cuando estábamos en una parada en el «hombro», a unos 8.500 metros. En la cumbre se me acabó el oxígeno. Lo sentí cuando llegué al Escalón de Hillary-Tenzing. Steve, que me esperaba abajo, se dio cuenta porque vio mi regulador. Juanito Oiarzábal, que venía detrás con un sherpa, me prestó un pequeño cilindro. Ya en el Campamento IV, en el Collado (8.000 metros), adonde llegamos de noche, prescindí del oxígeno.

¿Qué importancia tiene el compañero de cordada? ¿Es mejor ir solo?

En caso de un accidente la posibilidad de salvarse es muy poca o ninguna. Con un compañero de cordada hay más seguridad, pero no siempre ha ocurrido así. El compañero del accidentado va por ayuda, que, dependiendo de donde se encuentren, la puede lograr o no. Y, por otra parte ¿cuánto se puede sacrificar uno por su compañero? Un caso muy sonado, en una montaña en Perú: dos escaladores en una pared de nieve; uno de ellos cae, rueda...y se fractura una pierna y queda colgado de la cuerda que sujeta su amigo, a muy poca distancia. No se ven. Se hablan. Pasa un tiempo. Ya era tarde. El que está arriba, incapacitado para moverse, siente que no hay posibilidad de salvarse. Cortó la cuerda. Su compañero cayó al vacío... Pero se salvó. Apareció a al día siguiente en el campamento, arrastrándose. ¡Qué sorpresa y trauma para el que cortó la cuerda! El peligro en la montaña es... constante. Lo mejor es no ir solo, pero...

¿Qué sensaciones tuvo al pisar la cumbre y qué hizo allí?

Sentí una especie de alivio, de tranquilidad, de emoción. Por mi mente pasaron muchas personas que sabía que estaban muy pendientes de mí, que sabía que se habrían de sentir muy contentas si lograba subir la montaña. Aparte del esfuerzo físico ¡cuántos obstáculos tuve que vencer para ir a esa montaña! ¿Qué hice allá arriba? Abrazos con mis compañeros. Contemplar el majestuoso panorama (el cielo estaba despejado). Darle mi cámara a mi amiga Ginette Harrison, para que me tomara varias fotos. También me abracé con Juanito Oiarzábal, que acababa de llegar. En esa temporada sólo hubo tres expediciones: una vasca, una francesa y la británica a la que yo pertenecía.

Esta semana ha fallecido un español, Juanjo Garra, en el Dhaulagiri. ¿Es difícil renunciar a una cumbre cuando se está a unas decenas o pocos centenares de metros?

Eso depende de la personalidad de cada montañero y de las condiciones en que se encuentra, cuando ve que le falta poco para alcanzar la cumbre. El agotamiento físico es enorme y, si no se tienen más fuerzas para continuar, lo sensato es renunciar a seguir. Hay montañeros que lo toman tranquilos; otros han sufrido verdaderos traumas emocionales. Mi más sentido pésame a la familia de Juanjo Garra. ¡Con cuanta ilusión va uno a una montaña!

¿Qué montaña ha disfrutado más usted?

Todas las disfruto, según las circunstancias. Para mí todas son inolvidables, desde el más sencillo cerro hasta esas de más arriba. Pero guardo un recuerdo muy especial del el volcán Popocateptl (5.465 metros), en México. Fue mi primera gran montaña. Llegué al cráter sin saber que lo iba hacer. No sabía nada de montañismo. Aquel boquerón, de más de 600 por 800 metros de ancho (es ovalado). Allá abajo, en el fondo, otro pequeño cono volcánico, y en el fondo de éste, una laguna verde esmeralda. ¡Qué belleza! Sí, me pareció una gran esmeralda. No había ni brisa; cielo despejado. Absoluto silencio. Fumarolas saliendo de diferentes lugares por los bordes de las paredes. Estaba solo Dos amigos venían más abajo. Se me salieron las lágrimas de emoción.

La masificación, ¿puede acabar con el Everest?

Los montañeros de corazón, que aman el montañismo de verdad, que lo llevan hasta en el tuétano (entre los cuales me siento), esos van a «sufrir» las consecuencias de esa masificación, pues por lo que se está viendo se forman colas como hormigas y los que podrían subir más rápido no lo pueden hacer. En mi opinión, la gran mayoría, ¡pero la gran mayoría!, de esos «montañeros» que van allí, ni son montañeros ni tienen idea de lo que es ponerse un equipo apropiado para esas condiciones. Pero quieren ir al Everest, la montaña más alta del planeta. Para muchos es como una atracción turística, que suelen pagar muy cara, física o emocionalmente, dependiendo del caso. Cuando yo fui, en 1993, el Gobierno de Nepal sólo permitía una expedición por ruta cada temporada, para «proteger el medio ambiente». Pero esa masificación significa muchos millones de dólares para su presupuesto, así que «se las arreglen allá arriba los montañeros».

Creo que ahora hay cuerdas fijas en el Everest. ¿Qué incidencia tiene esto? ¿Cuál es la importancia de ir teniendo que poner cuerdas?

Las cuerdas son necesarias e inevitables, en muchos casos, en las montañas. Hay tramos muy complicados, en los que es necesario asegurarse (se emplean técnicas apropiadas) con ellas. Siempre hay que tener presente que tiene que haber alguien que las coloque. Aquí aparece el escalador experimentado, que sí ama el montañismo «hasta el tuétano». En las rutas «normales» (que no tienen nada de normales) del Everest, son los sherpas los que equipan la ruta. Los montañeros van trepando asegurados a estas cuerdas, con unos jumares, unos artefactos especiales. Cuando yo fui, por la ruta «normal», también llamada la ruta sur, que está en Nepal, se pusieron cuerdas en algunas grietas de la Cascada de Khumbu; del campo I hasta la pared del Lothse (6.500 metros). Fuimos encordados (no teníamos cuerdas fijas) en grupos de a tres; de allí hasta el Collado Sur (8.000 metros) tuvimos cuerdas fijas; de allí hasta la cumbre, cada uno iba a su riesgo. Había dos sueltas en el escalón de Hillary-Tenzing, que sirvieron para rapelar al descenso de ese escalón. Hoy entiendo que toda la ruta está encordada.

Para que un alpinista se sienta completamente satisfecho, ¿es necesario haber hecho cumbre en el Everest?

Yo siempre he sentido mucho respeto por las montañas, desde las más pequeñas a las ¡tan altas! Nunca fui a «conquistarlas», sino a admirarlas y, si es posible, subirlas.