La mujer en la Iglesia, el dilema

Sara Carreira Piñeiro
Sara Carreira REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Un grupo de monjas esperaba el mensaje del papa Francisco el pasado Viernes Santo.
Un grupo de monjas esperaba el mensaje del papa Francisco el pasado Viernes Santo. ANDREAS SOLARO < / span>afp< / span>

Los gestos del papa apuntan hacia un mayor poder femenino en Roma

27 abr 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Es uno de los asuntos sobre los que más cambios se esperan en el seno de la Iglesia: qué va a pasar con las mujeres, que son el 61 % de los religiosos de este colectivo. La insistencia del papa Francisco de arrancar sus discursos con un «hermanos y hermanas», de llamar «discípulas» a las mujeres que rodeaban a Jesús y recalcar que «ellas tenían un rol primario, fundamental», augura algún cambio en ese sentido. ¿Pero cuál? Esa es la cuestión.

Ser cura, clave para los cargos en la Iglesia

En la sociedad laica actual se desconoce la importancia del sacerdocio en la estructura de la Iglesia. Este título es fundamental para desarrollar muchísimos cargos en su seno. De entrada, es obligatorio para consagrar (convertir el pan y el vino en cuerpo y sangre de Jesús) durante la misa y para confesar.

El sacerdocio, una meta muy lejana

No se caracteriza la Iglesia católica por la rapidez con que cambia. Es la organización más antigua de Occidente, una zona del mundo donde hace un par de generaciones las mujeres estaban en sus casas cuidando a sus familias, sin poder estudiar más allá de las cuatro reglas, ni trabajar, y, por supuesto, sin decidir. No votaban, ni se podían sacar el pasaporte, abrir una cuenta bancaria e incluso ni gestionar su herencia sin la firma de un hombre (en España, eso se consiguió en los setenta). Por eso, que la mujer sea sacerdote parece que solo será posible a medio o largo plazo. Pero antes puede ser otras muchas cosas.

El problema económico de las sacerdotisas o los curas casados

Mario Vázquez Carballo, vicario de Enseñanza (es decir, segundo del obispo en este campo) de Lugo, expone un factor fundamental que puede pesar en la Iglesia a la hora de aprobar el sacerdocio femenino o el celibato voluntario: el dinero. Los sacerdotes reciben un sueldo escaso (entre 800 y 1.000 euros) y las monjas no tienen sueldo asignado. Por eso la existencia de una familia ocasionaría problemas. «Una mujer sacerdote podría tener hijos, como un sacerdote casado, y eso supondría una carga para la Iglesia. Yo puedo aceptar la pobreza, pero ¿y mis hijos? Porque mi sueldo no me llegaría, sobre todo si tuviese muchos», dice con humor para resaltar un aspecto que nunca se tiene en cuenta al hablar de las mujeres ordenadas.

Pero, ¿hay impedimento en el dogma?

En teoría, no. Las mujeres no tienen cargos porque no son curas. El motivo último es que los curas son los descendientes de los apóstoles y en la época de Jesús las mujeres no podían hablar en público. Por tanto, no podían convencer a nadie para que se hiciese cristiano. A partir de ahí se sentaron las bases que todavía hoy se mantienen. Pero, dentro de la Iglesia, muchas mujeres desarrollaron actividades que en la vida civil serían impensables, como fundar organizaciones (congregaciones y conventos), viajar solas, llevar cuentas...

¿Qué pueden ser hoy las mujeres en la Iglesia?

Cardenales, por ejemplo. Lo dice Vázquez Carballo como un ejemplo de que hay cargos para los que no se necesita ser sacerdote y, por tanto, se puede ser mujer. Pero, utopías al margen, un trabajo que hacen en la práctica es el de diáconos, que las convierte en diaconisas. Es de alguna manera el paso anterior al sacerdocio y, menos confesar, pueden hacer casi de todo (repartir la eucaristía, aunque no consagrar). Este puesto también lo pueden desarrollar varones casados. Obviamente, también son madres generales, es decir, responsables máximas de una organización de religiosas.

María José Campo, delegada de pastoral y secretaria-notaria del Tribunal Eclesiástico del Obispado de Lugo, dice sentirse plenamente integrada en la estructura de la Iglesia: «No me siento discriminada», asegura. Tal vez, apunta, es que «Roma nos queda muy lejos» y en el día a día de las parroquias «las mujeres toman muchas decisiones». Recuerda que, por ejemplo, hay varias jefas de prensa de obispado en Galicia, algo impensable hace unos años: «Es el proceso lógico de la sociedad».

¿Quién pide la paridad dentro de la Iglesia?

Hay muchas voces por todo el mundo. El jesuita italiano Bartolomeo Sorge es un firme defensor del impulso del Concilio Vaticano II, que para él se aplica muy poco en el espíritu colegial de la Iglesia y en el papel de las mujeres. La misionera Eugenia Bonetti tiene un blog en la poderosa revista Famiglia Cristiana en el que dice cosas como «¿por qué sigue siendo tan difícil hablar de paridad e igualdad?; preguntas que a veces avergüenzan porque son la constatación de que, lamentablemente, también en la Iglesia todavía hay una jerarquía totalmente masculina y sexista y [la mujer] todavía tiene un papel de sumisión y de trabajador no cualificado, e incluso cuando se trata de decisiones que le afectan directamente a ella, a veces se toman decisiones por ella y no con ella». En España hay un grupo muy activo, el catalán Dones en L?església, que pide «un cambio en la actitud negativa que tiene la Iglesia, en especial la jerarquía, hacia las mujeres. Este cambio daría credibilidad a la misma Iglesia».

Pero si el gran cambio en el perfil del papa vino de la mano de los cardenales de Estados Unidos, parece que de este país llega también la revolución feminista dentro de la Iglesia. La Conferencia de Liderazgo de Mujeres Religiosas (LCWR por sus siglas en inglés) es una asociación de jefas de las diferentes congregaciones y tiene 1.500 miembros que representan al 80 % de las 57.000 monjas de EE.?UU. El año pasado, Benedicto XVI mandó al cardenal de la Congregación para la Doctrina de la Fe (William Levada) para llamarlas al orden porque reivindican la paridad. Francisco, en la misma línea, solicita la reforma del colectivo.

¿Qué decisiones puede tomar Francisco?

Hay muchas posibilidades. Por ejemplo, José María Díaz Moreno, jesuita exrector de la Universidad de Comillas, asegura que se necesitan mujeres como directoras espirituales. Y pone un ejemplo. Para este veterano doctor en Derecho Canónico no es lógico que una mujer tenga que consultar su crisis matrimonial con un hombre, ya que estos problemas muchas veces incluyen una vertiente íntima, sexual. Vázquez Carballo cree que hay que fomentar el trabajo y el asesoramiento de las teólogas. Y, puesto a dar ideas, propone que puedan presidir algún dicasterio (los consejos pontificios serían, cree, un buen comienzo); ir a las congregaciones generales que se organizan antes del cónclave para opinar sobre el perfil del siguiente pontífice; o incluso participar en la propia elección papal.