«La Iglesia católica debe modernizarse siempre»

SOCIEDAD

11 mar 2013 . Actualizado a las 19:16 h.

Julio Diéguez nació en Ourense, pero su familia se trasladó a A Coruña. Tras acabar Empresariales en Santiago marchó a Roma, donde dirige el colegio eclesiástico internacional Sedes Sapientiae.

-El número de seminaristas aumentó en España un 2,3% y el de sacerdotes ordenados un 9%.

¿Por qué se habla entonces de «crisis de vocaciones»?

-Esos aumentos son una señal sin duda positiva, pero como son cifras relativas a las de años anteriores, que eran muy pequeñas, los números siguen resultando exiguos, porque no se alcanza a reemplazar a los sacerdotes fallecidos o ancianos. De todos modos, hemos de ser muy optimistas porque Dios no abandona a su Iglesia: si seguimos rezando por esa intención, la situación seguirá mejorando y cada vez de modo más apreciable.

-¿Cuál es el perfil de los alumnos que acuden al Sedes Sapientiae?

-Este curso, por ejemplo, tenemos 84 seminaristas de 29 países y 60 diócesis distintas. La gran mayoría estudia Teología (son los 3 últimos años de los estudios necesarios para ser sacerdote); unos pocos hacen Filosofía (los dos años anteriores). Todos son enviados por sus respectivos obispos para que se formen y regresen después a sus diócesis de origen para ponerse a disposición del obispo. Salvo algunas pocas excepciones, todos están entre los 20 y los 30 años.

-¿Cómo acogieron la reciente renuncia de Benedicto XVI?

-Aparte de la sorpresa, que pienso fue la reacción de todo el mundo, con enorme cariño y respeto. He visto en estos días en los seminaristas muchas manifestaciones de afecto al papa, como figura institucional y como persona concreta. Le han acompañado en sus últimos actos públicos, han rezado mucho por él, han comentado con gran agradecimiento tantos recuerdos de sus enseñanzas o simplemente de las ocasiones en que han estado cerca de él. Como a los otros seminarios de Roma, de vez en cuando nos llaman del Vaticano para que los chicos intervengan en las ceremonias pontificias. Les hace enorme ilusión servir directamente al papa y estos días, los que han tenido ya ocasión de hacerlo, han recordado esos momentos con emoción.

-¿Qué esperan de su sucesor?

-Pienso que todos esperamos que sea pastor, maestro y padre. Cada papa tiene sus características propias, su carácter, sus modos, pero quienquiera que sea será para nosotros el Vicario de Cristo. Ciertamente, no será fácil que quien venga conjugue como Benedicto XVI la profundidad con la claridad de exposición, pero tendrá otras cualidades y en todo caso, lo veremos como un instrumento de Dios para ayudarnos en nuestro camino hacia Él. El papa es el «Siervo de los siervos de Dios».

-¿Qué valores debe tener un sacerdote en el mundo del siglo XXI?

-Como en todas las épocas de la historia, el sacerdote debe ser en primer lugar un hombre de oración, enamorado de Dios y dispuesto a servirle y a servir a sus hermanos los hombres. Además, quizá ahora más que en otros tiempos, debe ser una persona que cultive su formación intelectual y cultural al nivel que le resulte posible, procurando ser no sólo una persona que sabe, sino también una persona que piensa.

-¿No deberían todos pasar un periodo como misioneros, para conocer otras realidades en otros países?

-Una de las características de nuestro colegio que los seminaristas ven como más enriquecedoras es la internacionalidad. Aquí tienen ocasión de conocer de primera mano la situación de la Iglesia y de la sociedad en muchos países del mundo muy distintos del propio. Lugares como Sri Lanka, China, Vietnam, Haiti, Uganda, Sudáfrica, Brasil o Argentina -por poner sólo algunos ejemplos variados- ya no son sólo un lugar en el mapa; después de un tiempo en el Sedes Sapientiae, son caras concretas, dificultades, posibilidades, intereses, etc.: los que han visto en sus compañeros y compartido con ellos. La universalidad de la Iglesia entra por los ojos, no sólo se conoce, también se experimenta. Aparte de esto, no considero necesario que todos pasen un período en otros países. En algunos casos concretos irá muy bien; pero para la mayoría lo mejor será meterse con la cabeza y el corazón en su propia realidad, sin olvidar que existen otras.

-El que los medios hablen sólo de la Iglesia cuando hay un escándalo, o para referirse a supuestos enfrentamientos o intrigas en la Curia, ¿no distrae respecto a la acción pastoral y humanitaria que desarrolla?

-Desde luego. La Iglesia no es lo que aparece en los medios. Es sobre todo aquello que es tan ordinario y habitual que no es noticia. Por cada persona que causa un escándalo hay miles que hacen una labor callada y generosa de servicio a Dios y a sus hermanos y que no salen en los periódicos

-¿Debe la Iglesia modernizarse? ¿Cómo?

-La doctrina de Cristo es siempre moderna y actual. Quien realmente la vive descubre en cualquier época una maravilla y una fuente de profunda felicidad. Lo que sí puede y debe adaptarse constantemente a los tiempos y lugares son los modos de transmitir esa doctrina. En ese sentido, la Iglesia debe modernizarse siempre. Pienso que esa modernización tiene mucho que ver con el papel de los laicos: la acción de la Iglesia no es sólo lo que hacen los obispos y sacerdotes. También es el trabajo, el ejemplo, la conversación amigable y orientadora de un cristiano que es buen trabajador, buen padre, buen amigo, buen colega, buen vecino. El laico no está para servir al sacerdote, sino más bien al revés, y el apostolado es tarea suya tanto como del sacerdote. Creo que si todos entendiéramos esto a fondo la Iglesia estaría siempre al día en sus modos de trabajar y de evangelizar.