«Todo ha ido bien, tanto la madre como el niño se encuentran en perfecto estado», fueron las sucintas palabras que trascendieron del entorno médico a los pocos minutos de la llegada al mundo de Amancio Álvarez Ortega. Un niño grande, de 3.900 gramos, que nació a término, a las nueve de la mañana de ayer en el Hospital Quirón de A Coruña (antiguo Santa Teresa).
Alrededor de las seis de la mañana, Marta Ortega y su marido, Sergio Álvarez, entraban en el hospital donde el grupo de ginecólogos del equipo Ron, formado por seis profesionales, han seguido la evolución del embarazo y donde se esperaba el nacimiento. En los últimos días, a la hija de Ortega se la ha visto entrar y salir de la clínica adonde acudía con frecuencia a las revisiones ante el inminente parto, que finalmente se produjo por cesárea. La intervención estaba prevista para primera hora de la mañana, y fue llevada a cabo por los médicos que la atendieron durante todo el desarrollo del embarazo.
La cesárea, que duró una hora, se practicó sin urgencia y, como suele ser habitual en estos casos, con anestesia locorregional, lo que ha permitido a Marta Ortega estar consciente durante el parto.
Normalidad absoluta
A pocos metros, su marido y su madre, Flora Pérez, esperaban en el interior del hospital el nacimiento del bebé, en un ambiente de absoluta normalidad que solo se vio alterada por el revuelo de las visitas. La primera, la de la abuela materna, Margarita Moya, que llegó sola a las doce y media de la mañana.
Durante el parto, y según había previsto la pareja, se recogió la sangre del cordón umbilical para el posible uso de células madre. Una práctica muy común por su potencial terapéutico, dado que puede ayudar a curar futuras enfermedades tanto del niño como de los familiares directos. Marta Ortega estará ingresada en el hospital entre 3 y 5 días, dependiendo de su evolución. El sábado, como muy tarde, estará en casa.