Los últimos sastres de Galicia

SOCIEDAD

VÍTOR MEJUTO

Están en peligro de extinción, aunque el suyo es un buen negocio. Luis Varela Roibás e Ismael López Silva son los últimos sastres de Galicia. La exclusividad es su secreto

28 ene 2013 . Actualizado a las 12:10 h.

Son artesanos. Artistas. Pero en el tiempo de nombres como el de Jason Wu, el diseñador preferido de Michelle Obama, el arte de confeccionar trajes a medida y a mano está en peligro de extinción. Porque cada vez son menos los sastres que hay en Galicia. Luis Varela Roibás, en Lugo, e Ismael López Silva, en Santiago, son dos de ellos. De los de toda la vida. Dicen que hay demanda de prendas cuidadas. Que tienen su público, fieles que quieren que la ropa les quede como un guante y que no reparan en ningún gasto. Pero también, de vez en cuando, hay jóvenes que van por los talleres para hacer un pantalón de una determinada manera.

«Son también los que interesan», explica Ismael. Lo que no hay es relevo generacional. «La juventud no está por la labor porque hay muchas horas de trabajo, unas 48 de trabajo efectivo por traje», dice Luis Varela. E Ismael López apunta que el de sastre es un oficio en el que, al contrario con lo que ocurre en una fábrica, «hay que saber hacer de todo, no vale con llegar y hacer lo mismo todo el día».

Más de cuarenta años de oficio

A Roibás, el de la calle Obispo Aguirre de Lugo, le gusta hablar de telas. De tejidos. Lleva más de 42 años en el oficio y en ese tiempo ha aprendido mucho. «Fíjese en el tacto de esta tela. Es lana merina australiana de una casa inglesa. Es el pelo de un tipo de oveja que hay en Australia», explica mientras muestra sin quitar el dedal del dedo los rollos de tela que acumula en una de las salas de su taller. Le falta tiempo para mostrar otro tejido. Un cheviot español de marca Gorina, una casa fundada en 1835; o las variedades de cuadro galés que amontona en las estanterías. «Lo puso de moda Luis XV», apunta. Pero hay muchas telas más. Puede elegirse cualquier cosa. «Hay unos muestrarios con el tejido de temporada», comenta.

La tela, además de las 48 horas de trabajo efectivo que lleva hacer un traje, es lo que determina buena parte del precio del traje. Uno de un tejido normal en su local lucense puede rondar los 700 euros con chaleco. Elegir un tejido superior puede elevar la cotización por encima de los 1.200 euros.

No solo sabe de telas. Hace patrones, asesora al cliente, corta, cose... Tiene guardadas las medidas de sus clientes desde el primer día. «A un hombre bajo y regordete no le puedes poner una raya diplomática», dice. Y es que la labor que hacen es puramente artesanal. Nada tiene que ver, apuntan, con el trabajo de un diseñador. «Aunque detrás de muchos nombres reconocidos ha estado la labor de tipos como nosotros, el trabajo de un sastre», dice. Y añade: «En el caso de que un artesano tuviera las facilidades que tienen algunos diseñadores, todo cambiaría. Incluso habría una escuela, pero todo volverá porque esto volverá, desde luego».

Un trato a medida

En Santiago, Pepecillo, o mejor Ismael López, es una institución. Todo el mundo conoce dónde está el taller por el que desfilan clientes de toda la vida y los que quieren algo que no encuentran en la tienda. Ahí a primera hora de la mañana descubre el secreto de un buen traje. «Lo importante es cuando mides, porque es ese el momento en el que hay que fijarse en cualquier particularidad que pueda tener el cuerpo del que viene a hacerse el traje, para luego corregirla a la hora de cortar», explica. Ahí está la clave que diferencia un sastre de un diseñador. «Aquí tienes más contacto con la persona que viene, hace comentarios...», explica. Es un trato personal. A medida.