La sanidad, ¿negocio o derecho?

Sara Carreira Piñeiro
SARA CARREIRA REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Los expertos tienen claro dos cosas: la medicina pública es más eficiente de lo que se dice y la privatización es un camino muy peligroso

13 ene 2013 . Actualizado a las 07:01 h.

¿Qué pasa con la sanidad pública para que un colectivo tan pacífico como el médico esté alzado en armas en Madrid? ¿Es cierto que la sanidad pagada por el Estado es ineficiente e insostenible? ¿Cómo es posible que un gestor público asegure que otro lo hará mejor que él y no dimita? ¿Por qué no puede el mismo sistema público ajustar como se supone va a hacer el privado?. Estas cuestiones planean sobre el anuncio de la progresiva privatización de la sanidad, y no son fáciles de responder.

España se gastaba en el 2009 3.067 euros en sanidad por habitante, frente a los 5.352 de Noruega; en porcentaje del PIB, suponía el 6,2 % cuando Francia superaba el 8 % y Alemania, el 9 %. Frente a esto, «en nivel de efectividad, España estaba en el puesto número 7.º del mundo [EE.UU., en el 34.º]». Lo dice Francisco Reyes, abogado y gestor del CHUS, profesor en los máster de economía de la salud, primero en Medicina y ahora en Enfermería. Lo que hay en España, dice Reyes, son «bolsas de ineficiencia», y algunas se van solucionando, como el gasto farmacéutico.

La segunda cuestión sería si la gestión privada es mejor que la pública. Luciano Vidán, presidente del Colegio de Médicos de A Coruña y uno de los autores del documento Profesión médica y reforma sanitaria, hecho a nivel estatal, asegura que «la gestión privada no es capaz de hacerlo mejor, en algunos casos sale hasta un 30 % más caro» y en Galicia el ejemplo de privatización es Povisa, en Vigo, que ofrece las peores cifras en listas de espera. De hecho, no hay ningún estudio realmente serio sobre cuánto cuesta la privatización sanitaria, porque, ¿cómo se valora el tratamiento de patologías muy graves -en España, los trasplantes solo se pueden hacer en la sanidad pública-; la formación de profesionales -el sistema MIR está extendido a todas las especialidades-; y el coste en investigación y desarrollo?. Esa información la echa en falta Xaquín Álvarez Corbacho, catedrático de Economía Aplicada y experto que desde el Consello de Contas estudió la financiación privada de la sanidad pública, no solo en España, sino donde se inventó, en Gran Bretaña: «Eso entusiasmó a la gente en los primeros años, pero se ha demostrado que no es eficiente» porque «es imposible hacer lo mismo que hasta ahora generando ganancias millonarias». Luciano Vidán recuerda, por ejemplo, que los hospitales más afamados de Estados Unidos son fundaciones, no empresas con ánimo de lucro.

Por qué, entonces, si «en una sociedad mínimamente organizada ha de tener espacios donde no debe entrar la empresa privada», según Álvarez Corbacho, esto sí ocurre. «Porque las grandes empresas -contesta el economista- ven mal que el sector público controle el 40-50 % del PIB de un país».

La tercera gran cuestión, si se puede ahorrar desde lo público, encuentra un «sí» general. Francisco Reyes entiende que la opción de gasto sin control se siguió en tiempos de bonanza porque «ganaban todos» y la prevención de la salud, la gran alternativa al gasto, «no es negocio para nadie». Nuevos hospitales, mejores aparatos y fármacos de última generación daban lustre aunque su relación coste-beneficio fuese dudosa. Álvarez Corbacho, por su parte, detecta otro aspecto muy mejorable: la falta de responsabilidad individual, para lo bueno y para lo malo. Por ejemplo, critica que los incentivos se repartan por igual por «presión de los sindicatos», lo que desanima a los emprendedores.