Un festival sin cartel que arrasa

SOCIEDAD

El Sinsal abarrota dos días la isla de San Simón sin anunciar quién iba a actuar

25 jul 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

¿Se gastaría usted 30 euros en la entrada para un festival musical sin saber quién va a actuar? ¿No? Pues casi mil personas lo han hecho, movidos por la fe ciega en la organización, la promotora Sinsalaudio, que lleva una década organizando conciertos siempre sorprendentes a base de propuestas poco convencionales que descubren a los oídos gallegos otros mundos sonoros antes de que se conviertan en moda. Esta vez llevaron la apuesta a un extremo peligroso. La décima edición del Festival Sinsal, que comenzó ayer en la isla de San Simón y hoy finaliza repitiendo el mismo programa, se gestó promocionalmente con una arriesgada estrategia de comunicación: No anunciar los protagonistas de los conciertos hasta que los fieles pusieran los pies en la ínsula. Enclavado al fondo de la ensenada de la Ría de Vigo, el hermoso espacio que inspiró al trovador Meendinho, pero que también fue tristemente famosa por haber servido de lazareto para leprosos, cárcel durante la Guerra Civil u orfanato en los años 50.

A pesar de la aparentemente demencial táctica, Julio Gómez y Luis Campos, codirectores del evento, estaban seguros de que funcionaría. Tanto es así que se sorprendían de que hubiesen recibido llamadas de protesta por obviar el programa. «El Sinsal San Simón es más que un festival, es un evento singular y atractivo en sí mismo», argumentaban. Y así fue. El certamen, que sí adelantaba que habría once conciertos cada día (los mismos en cada jornada), repartidos por varios escenarios, vendió ayer más de 400 entradas de las 500 de su aforo que para hoy está más que repleto.

Los barcos empezaron a llegar a mediodía cargados de un público de perfil joven, cool, ajeno a los Top Ten, a años luz de la lista de Los 40 y ávido de novedades, que se dejó sorprender a cada instante con actuaciones cada hora, disfrutadas en un entorno especial en el que tampoco faltaron los aderezos festivaleros, con mercadillo, avituallamiento y zonas chill out con hamacas y pufs. El cartel, con el que también se jugó a las adivinanzas dando pistas en su web y las redes sociales, se componía de un menú ecléctico y como estaba previsto, nada común. Comenzaron ya en el muelle los belgas Hoquets con un alocado concierto de cachivaches de cocina, continuó el trío francés de rock L'Enfance Rouge bajo el Paseo dos Buxos y les siguió el sueco Christian Kjellvander con su pop folk relajado. Pero hubo mucho más, desde Al-Madar, orquesta árabe nacida en un barrio de Nueva York, a los ritmos electro africanos de Shangaan Electro o las voces femeninas y sutiles de Nite Jewel, Maïa Vidal o Alela Diane. Y hoy, lo mismo, pero más lleno. ¡Y sin pulserita!