España exporta embriones

Raúl Romar García
R. Romar LA VOZ | REDACCIÓN

SOCIEDAD

Un programa de adopción de los sobrantes de las clínicas de reproducción ha permitido nacer a más de 500 niños en 28 países

02 jul 2012 . Actualizado a las 22:10 h.

Sarah nació en Oxford (Inglaterra) hace seis meses. Gerard tiene siete años y fue concebido en Barcelona. Los separan miles de kilómetros de distancia, pero ambos tienen en común que su vida ha sido posible gracias al programa de adopción de embriones iniciado en el 2004 por el Instituto Marqués de infertilidad. A la pregunta de qué hacer con los embriones sobrantes de las fecundaciones in vitro cabían tres respuestas, destinarlos a investigación, destruirlos o congelarlos en nitrógeno para que puedan ser utilizados por otras parejas de cualquier parte del mundo con problemas de infertilidad. Esta es la opción que le dio hace siete años el instituto catalán a los embriones viables con alto potencial de embarazo. Desde entonces y hasta el pasado 28 de abril han nacido gracias a ellos 550 niños en 28 países, desde Gran Bretaña a Albania de México a Finlandia o de Estados unidos a las Antillas.

Los datos del programa se presentaron ayer en el congreso de la Sociedad Europea de Reproducción Humana que se celebra en Estambul. «Detrás de cada caso hay una historia de muchos fracasos en tratamientos previos o de haber abandonado la posibilidad de ser padres porque moralmente no lo contemplaban», explica la investigadora gallega Marisa López-Teijón, jefa de reproducción asistida del Instituto Marqués.

Los embriones incluso pueden llevar años congelados, pero pueden ser igualmente efectivos. Sarah, que nació el 31 de diciembre, es uno de los ejemplos. Nació de dos embriones, de los que solo uno evolucionó, que procedía del tratamiento de una pareja que, como tantas otras, no había respondido sobre el destino que querían darles de acuerdo con el consentimiento informado que habían firmado al iniciar el tratamiento. A Lauren, la madre de Sarah, nunca le importó hacerlos suyos y acogerse al programa de adopción. Más bien al contrario. «Nunca sentí que el embrión fuera de otra persona, siempre supe que iba a ser mi bebé. Es gracioso ?explica? porque hasta la gente me comenta lo mucho que se me parece».