La garza real, gran viajera, hace parada y fonda en los humedales gallegos, y cría en Ourense

xavier lombardero REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

12 feb 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Una garza real (Ardea cirenea) es como un presagio. La quietud que precede a un arponazo. Si llevan reloj encima fíjense porque no es extraño ver una en el mismo lugar y a la misma hora. Solitaria, inmóvil. Esperando su momento: el paso de un pez, de una culebrilla, de una rata, o la aparición de una rana. La conocida de la que les hablo es una asidua a los caneiros del río Miño, allí donde antaño sus antecesoras se hartaban de anguilas, una de sus presas favoritas.

También hemos encontrado bandos de hasta 20 ejemplares en alguna ría, quizás en ruta desde Escandinavia hacia África. La sorpresa me la dio una garza real apostada junto a un regato de la sierra do Xistral. Muy arriba estaba, en mitad de una helada de órdago. Aquello no era ni el Sil ni la Limia.

Gran viajera -en vuelo lleva el cuello doblado en «s» y las patas muy estiradas-, ha llegado a criar en Galicia pero por su número. El presidente de la Sociedade Galega de Ornitoloxía (SGO) explica que «se ve todo o ano, e aumentoron os censos invernais, chegando a reproducirse en Ourense, en niños moi vistosos postos no alto das árbores, como se foran cegoñas».

Ojo que no todo lo que hay a pie de río, embalse o ensenada es garza «real». Puede parecerlo y, sin embargo, tratarse de una garceta común (Egretta garcetta) o garceta grande (Egretta alba). Estas a veces las vemos en las praderas de Terra Chá, por Castro y Cospeito, «pastando» invertebrados. Hace poco la SGO y la Sociedade Galega de Historia Natural llamaba a una recuperación más amplia de este mosaico de humedales, evitando la extracción excesiva de aguas para regar o la contaminación agro-ganadera difusa.