A raíz de el denuncia, el ministerio de Sanidad tailandés abrió una investigación y, tras seis meses recabando pruebas, certificó que el tratamiento a base de palmadas no era nocivo para la salud y le concedió en 2003 una licencia para operar como centro de medicina tradicional. «He enseñado mis secretos a tres personas, todas tailandesas, aunque les hice firmar un contrato para que no puedan enseñar a otros hasta que no hagan méritos en su trabajo», señala Khemmikka, quien presume de tener unos pechos envidiables a sus 54 años.
La propietaria de «Palmea pechos», que cobra precios astronómicos por enseñar su técnica en «diez días», atribuye parte del éxito de su negocio a la devoción que tiene por Chuchok, un siniestro y contradictorio personaje sobre el que la leyenda popular dice que otorga riqueza a aquellos que son sus fieles devotos.