Se llama Muncyt (Museo Nacional de Ciencia y Tecnología) y ya está listo para abrir sus puertas en A Coruña. Es el primer museo nacional con el que cuenta Galicia.
30 oct 2011 . Actualizado a las 10:20 h.Es una apuesta al cubo del Gobierno español. El Museo Nacional de Ciencia y Tecnología (Muncyt) nace para poner en valor el patrimonio científico de la España de ayer y ser el escaparate de la de hoy, al tiempo que educa a la sociedad en esos valores. Todo ese contenido alberga el Prisma de Cristal, el edificio con forma de cubo que la Diputación de A Coruña ha cedido para acoger el nuevo recinto.
La política de Zapatero de descentralización de los museos nacionales (hay uno etnográfico en Teruel, otro de la energía en León...) ha traído este recinto hasta el lugar de San Roque, a 650 metros del estadio de Riazor. Al frente está Ramón Núñez, creador también de los otros tres recintos científicos de la ciudad, el gancho histórico que posibilitó la llegada del Muncyt. De momento, no habrá cinta que cortar, pues se acercan las elecciones. Los visitantes llegarán cuando el Gobierno decida abrirlo.
Una avioneta en el recibidor
Queda patente que es un museo nacional cuando los cuatro idiomas oficiales del Estado reciben a la entrada, donde vuela una avioneta colgada de las alturas. Surca un cielo que plasma la pintora Luz Antequera en dos óleos de gran tamaño (Hemisferio norte y Hemisferio sur), que lucen en una pared lateral. El museo nos saluda recordando que sin ciencia no hay cultura, pero también que sin cultura no hay ciencia.
Superada la entrada, siguen las sorpresas. El primer coche fabricado en serie en Europa, un Citroën de los años 20, prueba cómo los tiempos corren a más de 60 por hora, que era el tope de este vehículo. Es lo primero que uno se encuentra en la Sala Miscelánea, un batiburrillo en el que hay desde un módulo con todo tipo de martillos hasta dos androides de nacionalidad inglesa.
En la planta baja hay otra sala, Mayúsculas, por la que se distribuyen las piezas de mayor tamaño: desde la primera linterna que funcionó con electricidad en la torre de Hércules al último proyector del cine París, también coruñés. Los guiños gallegos, muy bien traídos, comparten espacio con hitos nacionales, como el primer ordenador que llegó a España (solo tenía 1 KB de memoria) y el impresionante, también en tamaño, primer acelerador de partículas que se montó en el país, y que semeja un hermano chico del Atomium de Bruselas. La exposición de esta pieza sirve como ejemplo para explicar la necesidad de un museo nacional del ramo. Para entenderlo, un poco de historia.
El Muncyt fue creado en 1980 y tenía su ubicación provisional en la antigua estación de tren de Delicias, en Madrid, recinto que comparte con el Museo del Ferrocarril. Desde entonces, ha realizado una gran labor de recopilación y conservación del patrimonio español, hasta acumular 15.000 piezas. Para exponer una pequeña parte de ellas abrió en 1997 una sala de 300 metros cuadrados, a todas luces insuficiente. Ahora ha dado el estirón, pero en A Coruña, ocupando un edificio de 6.660 metros cuadrados de superficie construida, equivalente a un cuadrado de 38 por 38 metros con una altura máxima de 28,5 metros respecto a la cota de la calle.
Tras la historia, volvamos al acelerador de partículas. «Si no llega a haber antes un Muncyt, ese patrimonio se habría perdido», argumenta Núñez. El problema es que la sede madrileña se limitaba a guardarlo, pues por su escaso tamaño no tenía espacio para lucirlo. En A Coruña se mostrará por primera vez en público.
Cambio de planta. Las 13 de la fama, que así las llama el director, aguardan en la segunda. En vitrinas de seguridad con control de temperatura, luz y humedad resaltan las piezas más nobles de la colección, como un sextante de Fulgencio Rodríguez, un reloj astronómico de John Ellicott o un anteojo acromático de John Dollond.
Hasta arte contemporáneo
En la cuarta planta se abre el escaparate de la ciencia española. Los módulos detallan las aportaciones de los ganadores del Premio Jaime I de Investigación Científica. El hoy se acomoda junto al ayer, junto a los tubos de descarga de los años 20 y 30 de Mónico Sánchez: pletóricos de color, podrían pasar por piezas de buen arte contemporáneo.
En la sexta planta entra a chorros la luz por el cubo de vidrio de los arquitectos Victoria Acebo y Ángel Alonso, que recibieron por este edificio el Premio Nacional de Arquitectura Joven en la novena Bienal de Arquitectura Española. Y permite ver en todo su esplendor el morro de un Jumbo: 12 metros de altura, siete de ancho y 14 de largo. Es el Lope de Vega, el que trajo el Guernica. Se puede recorrer, tocar, sentarse en él. Es más, es paso obligado, porque a través del Boeing 747 se accede a la novena y última planta, destinada a las exposiciones temporales. La primera de estas muestras parte de una pregunta curiosa: ¿de dónde viene la extraña disposición de letras en los teclados que usamos hoy? La respuesta, esta y otras, en el Muncyt.
El museo se acaba... entre estas paredes gallegas. Porque se expande mucho más allá. A Coruña es sede principal, pero también seguirá en Madrid y abrirá ventanas en otras ciudades. El Muncyt ha firmado convenios de colaboración con centros asociados (por ahora son cuatro), donde también se expondrán piezas del centro. Porque ni todas tendrían cabida en el Prisma ni Núñez tiene intención de hacinarlas, sino todo lo contrario. Quiere mostrar los tesoros de la ciencia española por dosis, y de ahí que su intención sea renovar la práctica totalidad del museo cada año. Práctica totalidad porque hay una pieza que, como el barco de Chanquete, no se moverá. Ese Jumbo símbolo de un museo que ya está en la pista de despegue. Solo queda que la torre de control dé la orden de vuelo.