Bastos: «Ni queremos ni podemos ser el ministerio de salud del mundo»

Rubén Santamarta Vicente
rubén santamarta REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

La ONG cumple 40 años denunciando la politización de la ayuda humanitaria. «Así nos ponen una diana en la cabeza»

09 oct 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

El currículo de José Antonio Bastos (Jaca, Huesca, 1961) es tan extenso como sus respuestas. Se inició en Médicos Sin Fronteras (MSF) en 1991, asistiendo a refugiados kurdos en la frontera entre Turquía e Irak. Hoy preside una organización con medio millón de socios en España (11.000 de ellos en Galicia) que acaba de cumplir 40 años (25 en España).

-El tamaño que han ganado en estos años, convirtiéndose en una de las mayores organizaciones mundiales, ¿es un logro o es un reto?

-Ha sido un hito llegar a tener el tamaño que tenemos manteniendo unos principios y mucha autocrítica. No nos hemos hundido en el éxito. Hay un dato importante: un tercio de la gente que sale al terreno lo hace por primera vez, y eso supone tener siempre sangre fresca. Evita uno de los grandes miedos: la rutina. Que no seamos capaces de ver con ojos nuevos lo que está pasando. Pero al ser más grandes también nos hemos burocratizado más, y al ser un referente para la salud en el mundo nos hemos convertido también en algo más del sistema, quizá más domesticados, por ser consejeros de la OMS, la ONU...

-¿Se han domesticado también con las multinacionales farmacéuticas? Porque tienen una relación interdependiente, pero algo incómoda...

-No es una posición incómoda, es de confrontación directa. Igual que hemos tenido enfrentamientos con la OMS, con ministerios de varios países y con otras instituciones, con la industria farmacéutica, más. Hemos denunciado muchos casos, como el uso de patentes con trampa en el tratamiento del sida. Tendemos a institucionalizarnos, sí, pero con las farmacéuticas, pregúnteles a ellos cómo es esa relación, por ejemplo, con Novartis en la India.

-¿Les ayuda el tamaño que tiene la organización a la hora de entrar en un país?

-Sí y no. En los países en los que ya hemos estado tenemos una reputación, saben que somos una organización independiente con el reto de prestar atención sanitaria. Nos pasa en Afganistán, donde hasta los talibanes nos tratan con respeto. Pero en los lugares en los que no se nos conoce es más complicado, se nos ve igual que al resto de actores, como unos extranjeros de los que desconfiar.

-Hablan ahora, coincidiendo con el 40.º aniversario, de una politización de la acción humanitaria. ¿Es algo que han detectado ahora?

-No es algo nuevo. Lo preocupante es que ahora se está utilizando por parte de aquellos organismos que deberían buscar soluciones a los conflictos. Desde el 11-S, con la guerra global, lo humanitario se ha convertido en una atractiva herramienta de la estrategia militar, y eso nos complica mucho la tarea, se nos mete en el mismo saco que la OTAN, por ejemplo. Los ejércitos, en una guerra, tienden a alinearse con uno de los bandos, son parte de la guerra, no son neutrales. Por eso no se puede hablar de misiones humanitarias cuando se trata de ejércitos. Colin Powell, en la guerra de Irak, lo dejó claro. Dijo que las oenegés son otro brazo de la acción militar. Y con ello nos ponen una diana sobre la cabeza.

-¿Le avergüenza la respuesta de la comunidad internacional a la crisis en el cuerno de África?

-El problema de Somalia es mucho más extenso. Ahora hay un pico de un problema que lleva 20 años. A nosotros se nos pone una sonrisa algo irónica cuando vemos que hoy aparece en las primeras planas, pero lo que sucede ahora es solo un poco peor que lo de siempre. El problema es que el esfuerzo institucional que se está haciendo en Somalia pone el acento en la actuación de emergencia para no ir a las causas del problema, y además se hace con un sesgo político bochornoso, condicionando la propia ayuda.

-¿Y qué es preferible: ayudar y callar ante el abuso de un país, o denunciar y arriesgarse a ser expulsado?

-Cualquiera de las dos decisiones va a tener sus consecuencias, algo va a salir mal, sea lo que sea lo que se adopte. No hay una receta simple ni una solución rápida. Siempre saldrá alguien perdiendo.

-¿Por qué no hacen algo más que intervenciones de urgencia, proyectos a más largo plazo?

-Ese es otro debate. Está bien eso de que no hay que dar peces, hay que enseñar a pescar. Pero si esa persona se está muriendo de hambre, primero hay que darle el pez. Hay ya oenegés que se dedican a tareas de ayuda al desarrollo. Y hay organismos, como la propia OMS, que tienen una tarea que hacer en el campo de desarrollo sanitario. Nosotros tenemos que cubrir huecos, como llegar a lugares inaccesibles. Ni podemos ni tenemos ninguna intención de convertirnos en un ministerio de salud del mundo.

-¿Y a ustedes cómo les afecta la crisis, teniendo en cuenta que el 90?% de sus ingresos proceden de particulares?

-En los dos últimos años hemos mantenido la misma tendencia de ingresos. Con este apretón de paro la gente en España se está comportando de manera increíble. Y eso merece un gran aplauso.