Un futuro digital sin Steve Jobs

Javier Armesto Andrés
jAVIER ARMESTO REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

La muerte de su fundador deja a Apple a expensas de su capacidad para seguir innovando en una industria dominada cada vez más por Google y los fabricantes del este asiático

08 oct 2011 . Actualizado a las 00:46 h.

«La muerte es posiblemente el mejor invento de la vida. Retira lo viejo para hacer sitio a lo nuevo», afirmó Steve Jobs en el discurso pronunciado en el 2005 en la Universidad de Stanford. Cuesta imaginar cómo va a ser a partir de ahora el futuro de la industria tecnológica sin el que ha sido su mayor dinamizador en los últimos quince años. Desde que en 1997 regresó a Apple, la empresa que había fundado y de la que había sido expulsado en 1985, Jobs ha revolucionado la forma en la que nos relacionamos con los los dispositivos electrónicos, cómo trabajamos y nos comunicamos.

Él no inventó el ordenador de sobremesa, pero lo rediseñó uniendo la pantalla y la CPU, un ejercicio de minimalismo y eficiencia firmado por Jonathan Ive, que sería la marca de la casa de todos los gadgets posteriores de la compañía de la manzana. Tampoco inventó el MP3, pero fue con la aparición del iPod -el próximo 23 de octubre se cumplen diez años- cuando este formato despegó y reventó la industria musical, que desde entonces se mueve alrededor de las descargas (piratas o de pago) por Internet.

A la telefonía llegó con una década de retraso, ya que los móviles se habían popularizado entre las clases medias a partir de la segunda mitad de los años noventa, pero una vez más cambió las reglas del mercado. Lanzado en el 2007, el iPhone no solo reinventó el móvil, sino que lo convirtió en un aparato en el que hablar por teléfono era lo de menos. Hoy el móvil es el nuevo ordenador. Y mientras el resto de los fabricantes se afanan en presentar una lista de especificaciones mayor que la del iPhone o la de iPad, la firma de Cupertino continúa introduciendo innovaciones. La última, el asistente personal Siri, fue lanzada el martes, solo un día antes del fallecimiento de Jobs. Cuando todo el mundo ha conseguido incorporar la tecnología multitáctil -cuatro años después-, Apple ya está probando cómo interactuar con los dispositivos sin necesidad de tocarlos, solo con la voz.

Esa mezcla de tecnología punta, diseño y márketing -sus productos no se habrían vendido igual sin esas convincentes keynotes en las que Jobs aparecía invariablemente vestido con tenis, vaqueros y jerséis oscuros de cuello de cisne- convirtió la firma de la manzana en la primera del mundo por capitalización bursátil (perdió el puesto el pasado martes), por delante de la petrolera Exxon.

Cruce de demandas

Para Apple, mantener esa privilegiada posición dependerá de su capacidad para seguir innovando. En hardware, la amenaza de los fabricantes del este asiático es tan real que actualmente tiene un cruce de demandas con varias empresas chinas y la coreana Samsung por la similitud de sus tabletas y smartphones. Apple consiguió este verano paralizar la venta del Galaxy Tab 10.1 en Alemania y ahora Samsung quiere impedir la venta del iPhone 4S en varios países europeos por violación de patentes. Los rivales de la compañía californiana, que inicialmente desdeñaban sus productos, se han lanzado a la copia inmediata y sin tapujos. A partir de este otoño se empezará a oír hablar de los ultrabooks, ordenadores portátiles superdelgados, con pantallas de 12 o 13 pulgadas y sin unidad de CD-DVD, creados a imagen y semejanza del Macbook Air. Toshiba, Lenovo, Asus o Acer ya han presentado los primeros modelos.

En software, la presión de Google y su sistema operativo Android ha dado sus frutos y actualmente corre en el 43,7 % de los teléfonos inteligentes de Estados Unidos, frente al 27,3 % de Apple. La batalla está perdida, por mucho que los irredentos maqueros piensen que iOS es superior. Y aunque en parte es cierto -los dispositivos de la manzana se distinguen por su fluidez y facilidad de manejo, lo que se ha denominado «experiencia de usuario»-, no parece que vaya a convertirse en un sistema mayoritario.

Apple despierta pasiones y odios por igual. Los últimos tienen que ver con algunos de sus puntos negros: un ecosistema cerrado que obliga a pasar por iTunes para meter canciones, fotos, películas... en sus dispositivos, o que impide usar el Bluetooth para el intercambio de archivos; su renuencia a adoptar algunos de los estándares de Internet (Adobe Flash) o unos precios elitistas. Todo eso forma también parte del legado de Steve Jobs. Pero aunque no ha descubierto la penicilina, ni ha entregado 24.000 millones de dólares para luchar contra el sida o la malaria como el matrimonio formado por Bill y Melinda Gates, el mundo se rindió ayer al talento del hombre que permitió al ciudadano de a pie dominar la tecnología.