Ribadavia no quiere morir de éxito

La Voz

SOCIEDAD

La Festa da Istoria antepone su esencia a las hordas invasoras etílicas

28 ago 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Un gran esfuerzo colectivo en el que todo el pueblo se implica

Recuperar la fiesta fue un esfuerzo de la desaparecida Escola Taller de Santo Andrés. El testigo fue recogido por el pueblo, representado por una coordinadora vecinal que la sigue poniendo en marcha año tras año.

Para muchos es la reina de las fiestas temáticas de Galicia. Pero son cada vez más los que creen que la Festa da Istoria corre riesgo de morir de éxito. Porque la convocatoria, posible gracias al esfuerzo voluntario de los vecinos, la secundan también en masa hordas bárbaras que, por obra y gracia del calimocho y el botellón, se beben el verano de fiesta en fiesta como si no hubiera un mañana.

En Ribadavia, no obstante, resisten al invasor y lo contraatacan con un programa elaborado, unas caracterizaciones que rozan la perfección y el ánimo inquebrantable de quienes hacen las cosas con el corazón.

Son las doce de la mañana y el desfile arranca por la rúa do Progreso. Una carreta con rejas transporta a una mujer acusada de brujería. «¡A la hoguera!», gritan desde las aceras. «¡Non te preocupes, salvarémoste nós!», remachan otros. Si la queman, de verdad, sería un desperdicio.

Detrás de la carreta va un verdugo encapuchado que flagela el viento con su látigo, un tipo duro y orondo con el torso desnudo y peludo como un pompón con patas. Gentilhombres, villanos, damas, caballeros... Frente a los que se caracterizan de pies a cabeza, tapizando incluso los balcones de las casas y las señales de vado permanente, hay también los que van un poco más a la vaicheboa: templarios que buscan dónde aparcar un Ford Fiesta; mujeres medievales que fuman pitillos rubios; escuderos con zapatillas Adidas; el rey de alguna parte con botas de trekking de Decathlon; no es fácil ser medieval.

En las tiendas de Ribadavia es posible caracterizarse -ojo, no digan disfrazarse, que se molestan y con razón- por módicos precios: a partir de veinte euros. La organización también alquila túnicas por quince y se esfuerza hasta lo indecible por rebobinar el pueblo al pasado.

nacho mirás

Da rabia que en Ribadavia te aparezcan un caballero con cota de malla blandiendo un cubalitro o un cardenal con chanclas y te echen por tierra la máquina del tiempo. Son los daños colaterales del éxito, controlables de momento. El rey García y la reina Leonor de Córdoba dan la bienvenida al desfile. El marqués de Castrelo de Miño lee el pregón y recuerda el esfuerzo que hicieron cinco mujeres, a finales de los años ochenta del siglo pasado, por impulsar la fiesta hasta convertirla en lo que es hoy: Pili, Regina, Fina, María José y Tali.

En maravedíes

La moneda oficial de la fiesta es el maravedí. Por veinte euros, en el Banco Alhóndiga te dan dieciocho maravedíes. Y con ese dinero puedes comer, puedes beber, puedes hacer de todo. No se acepta moneda de curso legal; eso es el futuro.

Uno de los momentos más esperados es la boda judía, recuperada en los jardines de la Igrexa da Oliveira por el Instituto de Estudios Medievais de Ribadavia.

Un ajedrez viviente -un niño vestido de caballo negro perjura contra un alfil blanco-, cetrería, tiro con arco y con ballesta, recreaciones históricas, grandes cenas medievales... son solo una mínima parte de un programa intenso diseñado para ser vivido, y no para ser bebido.