Los sábados, casi a medianoche, la caída del Xallas brilla todavía más
22 ago 2011 . Actualizado a las 06:00 h.Durante siglos, la cascada de O Ézaro, en Dumbría, ha despertado la admiración de los visitantes. Algunos ilustres, como Sarmiento, Murguía, Borrow u Otero Pedrayo, la recogen en sus textos. El espectáculo natural -y único en la Europa continental- de ver caer el agua de un río de cierta intensidad (el Xallas) directamente al mar no pasa inadvertido, sobre todo en la época de lluvia, donde al placer visual se suma el sonoro.
Pero la fervenza no ha estado siempre abierta, ni al mar ni al público. En los últimos 23 años ha dado varias vueltas, como los meandros del Xallas. Tras su cierre por la construcción de la presa de Santa Uxía, de Ferroatlántica, dos mil metros más arriba, revivió a medias hace 11 años (los cumplió ayer) cuando se inauguró la apertura controlada: poco más de una hora los fines de semana veraniegos y determinados festivos.
Fue un salto adelante, como el de la inauguración de la iluminación nocturna que blanquea aún más el agua que cae y, sobre todo, el entorno paradisíaco, del que se disfruta en una grada de madera, tras un paseo corto y muy agradable sobre una pasarela. Hubo quien sugirió aderezar el placer estético con música, tal vez la Acuática de Händel, pero quedó en propuesta.
La singular oferta logró un gran éxito desde el primer día, y en fechas señaladas centenares de personas acudían a disfrutar de la visión del agua dulce que muere en la ensenada.
Hasta septiembre
El último salto de consideración se produjo el 12 de abril de este año, cuando la empresa abrió la espita del embalse para no cerrarla: la Xunta manda mantener un flujo mínimo, así que, ahora, días señalados son todos, y eso se ha notado mucho. Llegan visitantes en cualquier momento y de todas partes.
Con todo, Concello y Ferroatlántica decidieron mantener la oferta lumínica durante todo el verano, pero limitada a los sábados, así que hasta mediados de septiembre se puede seguir disfrutando de este atractivo añadido. Y si hay tiempo, es recomendable dar un paseo por el entorno, en las faldas del Pindo, o por O Ézaro, unidos ambos por un puente construido hace 60 años, tres décadas después de que pasase por allí Ruth Matilda Anderson. Fotografió casas y gentes, pero, o no tuvo tiempo, o nadie allí le habló de la incesante cascada.
santi garrido