La historia de una nepalí que fue vendida a un burdel de Bombay

EFE

SOCIEDAD

Tras su liberación, Charimaya Tamang creó Shakti Samuha, un centro de apoyo para ayudar a mujeres que pasaron por su situación.

04 ago 2011 . Actualizado a las 11:37 h.

Charimaya Tamang tenía 16 años cuando la secuestraron en su aldea para venderla a un burdel de Bombay, una lacra que padecen al año más de 12.000 mujeres nepalíes y contra la que Tamang se ha propuesto luchar.

La historia de Charimaya Tamang, huérfana de padre, comenzó el día que acudió al bosque a cortar hierba con la que alimentar a sus animales, lugar hasta el que la siguieron cuatro hombres, que le ofrecieron ayuda y le pidieron que los acompañase.

«Les dije que estaba bien, que no necesitaba su ayuda», recordó Tamang, de 33 años de edad. «Entonces me ofrecieron algo de comer, lo tragué, y después de eso no recuerdo nada».

Cuando recobró el conocimiento se encontraba en Gorakhpur, una ciudad india fronteriza con Nepal, desde la que, inconsciente, la llevaron hasta Bombay, donde la vendieron a una mujer que regentaba un burdel.

«Allí era un cadáver viviente, ninguna de nosotras teníamos control alguno sobre nuestros cuerpos, no sabíamos si era de noche o de día, nadie se preocupaba de nuestra situación, si estábamos cansadas o si teníamos hambre», explicó Tamang.

En el burdel las mantenían en pequeñas habitaciones, sin ver la luz del sol durante meses, donde esperaban la llegada de «los buitres», como se referían a los hombres que solicitaban sus servicios.

Algunas de las mujeres del burdel permanecieron en esta situación hasta seis años, relató Tamang.

Charimaya Tamang fue rescatada por la Policía 22 meses después de ser capturada y tras una estancia de seis meses en un centro del Gobierno indio, fue devuelta a Nepal acompañada de otras 128 mujeres gracias a la ayuda de siete ONG.

«Al regresar a nuestro país fuimos tratadas injustamente, pero no éramos culpables. Queríamos vivir una vida digna y recibir el apoyo de nuestras familias y del Estado, pero no fue así», denunció Tamang.

Fue entonces cuando, en 1998, decidió abrir con otras catorce personas un centro de apoyo para mujeres que hubiesen padecido este tipo de ultraje, al que llamaron Shakti Samuha (El Grupo da Poder)

Ese mismo año presentó una demanda contra los traficantes que la vendieron, convirtiéndose probablemente en la primera persona en su distrito en hacerlo, por lo que los cuatro hombres fueron condenados a diez años de prisión, la pena máxima en esos casos.

En un principio, Shakti Samuha se centró en la visita a las aldeas para concienciar a las mujeres y a la población en general sobre el tráfico de mujeres.

Una campo de actuación que han ampliado en la actualidad, hasta abarcar áreas tan diferentes como la prevención, protección a las víctimas, asesoramiento jurídico, repatriación, rehabilitación y la búsqueda de cambios políticos, legales y en el uso de internet.

«No podemos pelear esta batalla solos. La sociedad en su conjunto, las partes interesadas y el Estado deben estar involucrados», remarcó la activista.

El número exacto de niñas y mujeres víctimas de la trata en Nepal se desconoce con exactitud, pero las organizaciones no gubernamentales estiman que hasta 12.000 mujeres y niñas son víctimas de la trata todos los años y enviadas a la India.

Desde 1998, cuando Charimaya Tamang inició su centro de ayuda, la situación ha cambiado algo en Nepal, donde ahora, por ejemplo, los traficantes pueden ser encarcelados un máximo de 20 años.

La asociación Shakti Samuha inauguró un centro de ayuda a mujeres víctimas de la trata en el 2004 y otro en el que las mujeres reciben formación.

El pasado junio, Shakti Samuha recibió de la secretaria de Estado de los Estados Unidos, Hillary Clinton, el «Premio 2011 al héroe que lucha por terminar con la esclavitud moderna».

Este premio, dijo Tamang, está destinado a todos los nepalíes por el esfuerzo generalizado en poner fin al tráfico de mujeres.

«Pero es complicado terminar con el crimen organizado y la red que lo apoya es cuatro veces más grande que todo el aparato del Estado que lucha contra él», sentenció Tamang, a lo que añadió; «si no nos unimos todos no será imposible detenerlo.»